El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




Sombra




SOMBRA

1
¡Vaya, al fin llegas! ¡Bienvenido! Pasa, pasa por aquí por favor, te hemos estado esperando. A decir verdad, estábamos muy ansiosos porque te has retrasado un poco.
¿Pero qué te ocurre? Aún no has despertado del todo, ¿no es eso? Vamos tío, no te pongas triste, no llores, que tú eres nuestro invitado especial de esta noche. Anda, sécate esas lágrimas y siéntate por acá.
Eso es, así está mejor ¿verdad? Toma un poco de agua y tranquilízate. ¿tienes calor? Sí, lo sé.
Este calor es una joda al principio, pero con el tiempo llegas a acostumbrarte. Aunque yo no puedo decir que me guste demasiado, eso es.
Sí, supongo que no recuerdas cómo llegaste, pero mira, voltea hacia aquel corredor. ¿ves a ese hombre alto que nos da la espalda? Sí, el de negro, ese mismo. Bueno pues ese es Sombra, el que te ha traído aquí. ¿Que no te parece conocido? Bueno, no hay por qué preocuparse, Sombra nunca trae cualquier gente con nosotros; seguramente tú debes ser muy especial para él, he-he.
Bien pues, ahora que lo mencionas, yo sí que recuerdo la noche que llegué aquí. Y si he de serte franco... eh, ... ¿cómo dices que te llamas? Ah si, Brian. Pues como iba diciéndote Brian, yo sí que recuerdo cómo fue que llegué aquí.
Se me ocurre algo, ¿qué te parece si te cuento la historia para que te calmes y entremos en confianza? Está bien.
Y ahora que lo preguntas, yo me llamo... me llamo... bueno, creo que no importa mucho cómo me llamo; aquí todos me llaman aprendiz, y supongo que ese nombre me va bien.
2
Aquella noche fue el final de toda mi vida en la superficie. Sinceramente, no tengo memoria de la mayor parte de ella allá arriba, pero la última noche que pasé ahí la recuerdo como si hubiese sido ayer. Quizá lo fue, y quizá sea mejor que no piense en ello.
Esa noche en particular recuerdo que había ido a visitar a mi novia. Le había llamado por teléfono y me dijo que sus padres estarían en una reunión, insinuándome que si no tenía algo mejor que hacer, podía pasarme por su casa y magrearnos un poco. Y pues, chico, ¡a quíen le dan pan que llore! Me pareció buena idea y me encaminé hacia allá.
Recuerdo que estrenaba unos nuevos zapatos, de esos tipo botín militar, pero con suela de caucho, que son muy ligeros y silenciosos. Y para un tipo como yo, resulta muy conveniente ser silencioso. Pero bueno, como decía, me encaminé hacia su casa y ahí estaba ella esperándome.
Sola y ansiosa, pura y virginal Ja-ja.
Pura y virginal mis narices, la tía era una zorra, pero me gustaba. Así que me la follé. Pero me fastidiaba demasiado diciéndome que si la quería, que si nos casaríamos y cosas por el estilo. A decir verdad, ella fue responsable de que mi lujuria se convirtiera en enojo. Y comencé a golpearla.
Supongo que ella pensó que estaba muy cachondo o que me gustaba el asunto sádico, porque seguía fastidiando con lo mismo sobre casarnos, y hablaba, y hablaba como una cotorra.
Finalmente, su voz se convirtió en un martirio, y le apreté la garganta. Por supuesto que seguía follándola, y sus movimientos se hicieron más frenéticos. Aquello me devolvió las ansias, y la apreté más fuerte, hasta que tuve un orgasmo como pocos.
Cuando la solté, ella ya no se movía; y yo francamente no quería volver a verla, así que me dispuse a marcharme. Antes de salir me volví a mirar el sillón donde se había quedado, y ¡diablos, se veía graciosísima! Con las bragas a medio bajar, aún recargada sobre el respaldo del sillón y la falda de tablas subida hasta la cabeza. El respaldo estaba manchado con su lápiz de labios y ella tenía el rostro vuelto de lado. Decidí que antes de irme debía un vistazo a la casa, para llevarme algún recuerdo de aquel muerto amor. Ja-ja. Subí a la planta alta y encontré una ridícula alcancía en el dormitorio de ella y unos cuantos dólares más en el cuarto de los padres; también encontré una botella de Seagram´s en el armario de la cocina y la metí en el bolsillo
interior de mi chaqueta de cuero. Entonces me fui.
Me encaminé al centro de la ciudad a buscar al grupo de amigos con quienes solía reunirme, curiosamente, tampoco recuerdo sus nombres. El caso es que tenía que pasar por un conjunto habitacional bastante largo antes de llegar al centro, eso lo recuerdo bien.
Caminaba por el lado izquierdo de la calle, percatándome que la afluencia de gente era escasa, en ocasiones nula, pero sin importarme realmente. Estaba pensando en beberme unos tragos con mis colegas y planear algo de diversión. Le habíamos echado el ojo a una casa de los suburbios, y por alguna razón, pensé que aquella noche podríamos intentar meternos.
Llevaba la mano metida en la chaqueta y ocasionalmente bebía unos tragos de whisky, pero no puedo decir que estuviera borracho, así que lo que sucedió a continuación me sigue pareciendo algo irreal.
Mientras caminaba me percataba de que apenas podía oír mis propios pasos. Aquellos zapatos eran la hostia. De pronto, sin más, levanté la cabeza y ahí estaba. Sombra.
Recuerdo que me asusté porque la calle había estado vacía desde hacía algunos minutos, además de que era muy larga. Yo sabía que él no había salido de ninguno de los edificios, ni de los pocos vehículos que estaban aparcados en las aceras; yo me habría percatado.
Sombra estaba caminando delante de mí por la acera del frente. Me llevaba unos cuantos metros de ventaja, pero había en él algo curioso. Además de su impresionante estatura y su delgadez, me llamó la atención el modo en que su sombra se proyectaba sobre las fachadas de los edificios.
Parecía como si creciera.
La luz de las farolas alumbraba lo bastante como para alargar las siluetas de los autos sobre la acera, pero la de él se alargaba demasiado. Era algo muy extraño.
Entonces sentí algo; me detuve y observé.
Sombra se había detenido algunos metros más adelante, como si le hubiese llamado la atención algo pintado o pegado en el muro de un mugriento edificio. Poco después siguió su camino, y yo escuché unas voces asustadas.
‘¡Hey! ¿Qué ha sido eso?’
‘¿Cómo?’
‘He visto a alguien pasar por la ventana’
‘¿estas loco?’
‘Te digo que he visto a alguien detenerse y volverse a mirarme.’
‘Pero por Dios, si estamos en el tercer piso, ¿cómo diablos crees que alguien puede pasar caminando y volverse a mirarte?’
Yo seguí a Sombra.
Por la acera opuesta de la calle sería fácil que el tipo se percatara de mí, así que crucé la calle y seguí su rumbo por entre los autos aparcados, medio agazapado para que no me viera. Sombra ahora caminaba con mucha determinación. Yo no podía escuchar sus pasos así que tenía que asomarme ocasionalmente por sobre los autos para saber que seguía ahí. Finalmente, me percaté que había entrado en un edificio, pero no escuché cerrarse la puerta de la entrada, ni tampoco que él hubiese metido una llave en la cerradura para abrirla; simplemente entró.
Yo me quedé afuera esperando. Mi corazón latía muy rápidamente y me daba cuenta que aquel tipo era demasiado bizarro, pero por alguna razón yo no podía dejar de seguirlo. Aquello era algo muy emocionante.
A los pocos minutos, Sombra salió llevando algo en brazos. Me percaté que era una pequeña niña rubia. Tendría quizá unos diez años, y llevaba un pijama de osos rosas y azules. Supongo que dormía, por la forma tan tranquila en que descansaba su cabeza entre los brazos de Sombra.
Entonces él siguió su camino y yo tuve que correr un poco para alcanzarlo. Caminaba como si llevara un ramo de flores en las manos y no una persona, no cambiaba el peso de un brazo al otro, y tampoco aminoraba la marcha. En algún momento, sin percatarme, me había subido a la acera y me dediqué casi a ir al trote detrás de él. Sentía que aquella era la emoción que estaba buscando para esa noche.
No puedo decir cuánto caminamos, pero me pareció que fueron calles y calles, siempre en línea recta, y el paisaje apenas cambiaba. Los edificios seguían siendo iguales, y yo, que había pensado que la unidad habitacional era larga, ahora comenzaba a preguntarme si aquello no era una alucinación mía.
Un rato después, Sombra dio vuelta en una esquina; de forma tan súbita, que yo aceleré mis pasos para no perderle de vista. El corazón me martillaba enloquecido en el pecho, y mi cuerpo transpiraba adrenalina. Sentía que se acercaba algo importante, y también tenía mucha curiosidad de saber qué haría el tipo con la pequeña niña. La excitación estaba volviendo, y la sentía en el bulto de mi entrepierna.
3
Al final de esa calle había un cruce en T, y la única construcción era una cerca de alambre. Del otro lado de la cerca parecía haber un basurero, pues se veían montañas de desperdicios y bolsas de plástico; también se distinguían estelas de humo que salían a la superficie por algún rescoldo, y el olor era horrible.
Antes de llegar al cruce y a la cerca propiamente dicha, Sombra se detuvo repentinamente, y yo hice tracción con un pie, girando los brazos como un loco para detenerme también. Entonces se volvió a mirarme. Fue algo increíble, porque nunca giró el torso; simplemente en un momento me daba la espalda, y al siguiente estaba frente a mi.
Yo no distinguí un rostro, sino únicamente un par de llamas de color rojo incandescente donde debían estar los ojos. Y sentí literalmente cómo el corazón dejó de latirme en el pecho por un momento. Entonces me sonrió, y aunque nunca distinguí ni una boca, ni nariz, ni cara, pude ver los filos acerados de unos dientes que parecían una sierra. Él me miraba, me perforaba, de hecho, con los ojos, y pareció que las piernas se me convertían en gelatina.
Con el mismo repentino movimiento, me dio la espalda y le vi bajar la cabeza. Del suelo, se abrió una puerta que parecía más una alcantarilla de unos dos metros de diámetro. Sombra bajó por ahí, aún cargando a la pequeña rubia.
Aquel fue el momento en que experimenté el mayor miedo de mi vida, pues sabía que debía marcharme de ahí, que aquel sujeto era demasiado siniestro como para ser hombre, pero mis piernas no me respondieron. Por el contrario, me vi con horror siguiendo sus pasos.
Yo quería volverme, de hecho mi cabeza estaba volviéndose, cuando mis piernas comenzaron a caminar hacia delante sin mi permiso. Nunca he sentido algo igual, y tuve que gritar. Gritar en aquel aire nocturno pestilente y humeante, mientras mis pies caminaban, bajando por una suerte de escalerilla. Cuando mi cabeza entró por aquella madriguera, la puerta se cerró, y el mundo de la superficie dejó de oír mis gritos.
Desde entonces he estado aquí, en el sub-nivel dos, viviendo y aprendiendo lo que me enseñan los maestros que ha instruido el propio Sombra. Ellos viven en el sub-nivel siete, pero dicen que nadie sabe dónde vive Sombra.
Él solo baja por la escalerilla hasta que se pierde de vista, tal vez algún día me decida, y vuelva a seguirlo. Podría preguntarle, pero Sombra es un tipo silencioso, nunca lo he oído hablar, aunque tengo la certeza que me habla en mi mente.
Ahora que lo mencionas, he-he, no sé realmente cómo hace lo que hace, pero sí se por qué sale.
Sombra solo sale al mundo cuando nos trae comida. Bueno, ahora veo que ya estás bien despierto. Pues entonces vamos, chico. ... Se hace tarde para la cena, y todos tenemos hambre.

The Beater of Hearts.



6 Comentarios:

Autumn Kait ...

whaaaaa
que gran cuento
me gusto mucho
lo copie en mi cuaernito
^^

un Beso

Emerald ...

tenes cuaderno de cuentos?? mmm a ver si me mandas alguno que yo no tenga!

Anónimo ...

Que siniestro y oscuro cuento!

Luz de Luna cada vez me sorprende mas tu blog... Gracias!

Emerald ...

Muchas gracias mtkrpi!
Saludos

Gittana ...

Wow!!!! muy buen cuento...
Pero???.... tratas de decirme que lo que comen son seres humanos????

Digo, porque si sombra solo sube a la superficie para conseguir comida, y regresa con una niña rubia... eso me da a entender que es la comida no???

Emerald ...

Lo interprete igual que vos, Gitana!! creo que el protagonista era la cena!jajajajaj

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