El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




Escobas y Aquelarres (Parte 1º)




Brujas - Los Enigmas de la Cultura 1

Escobas y Aquelarres (Parte 1º)

Se estima que 500.000 personas fueron declaradas culpables de brujería y murieron quemadas en Europa entre los siglos XV y XVII. Sus crímenes: un pacto con el diablo; viajes por el aire hasta largas distancias montadas en escobas; reunión ilegal en aquelarres, adoración al diablo; besar al diablo bajo la cola; copulación con íncubos (diablos masculinos dotados de penes fríos como el hielo); copulación con súcubos (diablos femeninos). A menudo se agregaban otras acusaciones más mundanas: matar la vaca del vecino; provocar granizadas; destruir cosechas; robar y comer niños.
Pero más de una bruja fue ejecutada sólo por el crimen de volar por el aire para asistir a un aquelarre.

Quiero distinguir dos enigmas diferentes en la brujería. En primer lugar se plantea el problema de por qué alguien debería creer que las brujas volaban por el aire en escobas. Y después se plantea el problema, en gran medida diferente, de por qué esta noción llegaría a ser tan popular durante los siglos XV y XVII. Creo que podemos encontrar soluciones prácticas y mundanas para estos dos enigmas. Para empezar, vamos a centrarnos en la explicación de por qué y cómo las brujas volaban hasta los aquelarres.

Pese a la existencia de un gran número de «confesiones», poco se conoce en realidad sobre historiales de brujas autorreconocidas. Algunos historiadores han mantenido que todo el extraño complejo -el pacto con el diablo, el vuelo en escobas y el aquelarre-fue invención de los quemadores de brujas más que de las brujas quemadas. Pero como veremos, al menos algunas de las acusadas tenían durante la instrucción del proceso un sentido de ser brujas, y creían fervientemente que podían volar por el aire y tener relaciones sexuales con los diablos. La dificultad con las «confesiones» estriba en que se obtenían habitualmente mediante tortura. Esta se aplicaba rutinariamente hasta que la bruja confesaba haber hecho un pacto con el diablo y volado hasta un aquelarre. Continuaba hasta que la bruja revelaba el nombre de las demás personas presentes en el aquelarre. Si una bruja intentaba retractarse de una confesión, se la torturaba, incluso con más intensidad, hasta que confirmaba la confesión original. Esto dejaba a una persona acusada de brujería ante la elección de morir de una vez por todas en la hoguera o volver repetidas veces a la cámara de tortura. La mayor parte de la gente optaba por la hoguera. Como recompensa por su actitud de cooperación, las brujas arrepentidas podían esperar ser estranguladas antes de que se encendiera el fuego.

Voy a describir un caso típico entre los centenares documentados por el historiador de la brujería europea, Charles Henry Lea. Ocurrió en el año 1601 en Offenburg, ciudad situada en lo que más tarde se llamaría Alemania Occidental. Dos mujeres vagabundas habían confesado bajo tortura ser brujas.
Cuando se les instó a identificar a las otras personas que habían visto en el aquelarre, mencionaron el nombre de la esposa del panadero, Else Gwinner.
Else Gwínner fue conducida ante los examinadores el 31 de octubre de 1601, y negó resueltamente cualquier conocimiento de brujería. Le instaron a evitar sufrimientos innecesarios, pero persistía en su negativa. Le ataron las manos a la espalda y la levantaron del suelo con una cuerda atada a sus muñecas, un sistema conocido como la estrapada. Empezó a gritar, diciendo que confesaría, y pidió que la bajaran. Una vez en el suelo, todo lo que ella dijo fue «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». La volvieron a aplicar la tortura pero sólo consiguieron dejarla inconsciente. La trasladaron a la prisión y la volvieron a torturar el 7 de noviembre, levantándola tres veces mediante la estrapada, con pesos cada vez mayores atados a su cuerpo. Tras el tercer levantamiento gritó que no podía aguantarlo. La bajaron y confesó que había gozado del «amor de un demonio». Los examinadores no quedaron satisfechos; deseaban saber más cosas. La elevaron de nuevo con los pesos más pesados, exhortándola a confesar la verdad. Cuando la dejaron en el suelo, Else insistió en que «sus confesiones eran mentiras para evitar el sufrimientos y que la verdad es que era inocente». Entretanto los examinadores habían detenido a la hija de Else, Agathe. Condujeron a Agathe a una celda y la golpearon hasta que confesó que ella y su madre eran brujas y que habían provocado la pérdida de las cosechas para elevar el precio del pan.
Cuando Else y Agathe estuvieron juntas, la hija se retractó de la acusación que involucraba a su madre. Pero tan pronto como Agathe se quedó sola con los examinadores volvió a confirmar la confesión y pidió que no la llevaran de nuevo ante su madre.

Condujeron a Else a otra prisión y la interrogaron con empulgueras. En cada pausa volvía a confirmar su inocencia. Finalmente admitió de nuevo que tenía un amante demoníaco, pero nada más. El tormento se reanudó el 11 de diciembre después de haber negado una vez más toda culpabilidad. En esta ocasión se desmayó. Le arrojaron agua fría a la cara; ella gritaba y pedía que la dejaran en libertad. «Pero tan pronto como se interrumpía la tortura, se retractaba de su confesión». Finalmente confesó que su amante la había conducido en dos vuelos hasta el aquelarre. Los examinadores pidieron saber a quién había visto en estos aquelarres. Else dio el nombre de dos personas: Frau Spiess y Frau Weyss. Prometió revelar después más nombres. Pero el 13 de diciembre se retractó de su confesión, pese a los esfuerzos de un sacerdote que la confrontó con la declaración adicional obtenida de Agathe. El 15 de diciembre, los examinado-res le dijeron que iban a «continuar la tortura sin piedad o compasión hasta que dijera la verdad». Se desmayó, pero afirmó su inocencia. Repitió su confesión anterior, pero insistió en que se había equivocado al haber visto a Frau Spiess y Frau Weyss en el aquelarre: «había tal muchedumbre y confusión que era difícil la identificación, especialmente por cuanto todos los presentes cubrían sus caras lo más que podían». Pese a la amenaza de nuevas torturas, rehusó sellar su confesión con un juramento final. Else Gwinner murió quemada el 21 de diciembre de 1601.

Además de la estrapada, el potro y la empulguera, los cazadores de brujas utilizaban sillas con puntas afiladas calentadas desde abajo, zapatos con objetos punzantes, cintas con agujas, yerros candentes, tenazas al rojo vivo, hambre e insomnio. Un crítico contemporáneo de la caza de brujas, Johann Mattháus Meyfarth, escribió que daría una fortuna si pudiera desterrar el recuerdo de lo que había visto en las cámaras de tortura:

He visto miembros despedazados, ojos sacados de la cabeza, pies arrancados de las piernas, tendones retorcidos en las articulaciones, omoplatos desencajados, venas profundas inflamadas, venas superficiales perforadas; he visto las víctimas levantadas en lo alto, luego bajadas, luego dando vueltas, la cabeza abajo y los pies arriba. He visto cómo el verdugo azotaba con el látigo y golpeaba con varas, apretaba con empulgueras, cargaba pesos, pinchaba con agujas, ataba con cuerdas, quemaba con azufre, rociaba con aceite y chamuscaba con antorchas. En resumen, puedo atestiguar, puedo describir, puedo deplorar cómo se violaba el cuerpo humano.

Durante toda la locura de la brujería, toda confesión arrancada bajo tortura tenía que ser confirmada antes de que se dictara sentencia. Así, los documentos de los casos de brujería siempre contienen la fórmula. «Y así ha confirmado por su propia voluntad la confesión arrancada bajo tortura». Pero como indica Meyfarth, estas confesiones carecían de valor al objeto de poder separar las verdaderas brujas de las falsas. ¿Qué significa, se pregunta, el que encontremos fórmulas como: «Margaretha ha confirmado ante el tribunal de justicia por propia voluntad la confesión arrancada bajo tortura»?

Significa que, cuando confesaba después de un tormento insoportable, el verdugo le decía: «Sí pretendes negar lo que has confesado, dímelo ahora y lo haré aún mejor. Sí niegas delante del tribunal, volverás a mis manos y descubrirás que hasta ahora sólo he jugado contigo, porque te voy a tratar de un modo que arrancaría lágrimas de una piedra». Cuando Margaretha es conducida ante el tribunal, está encadenada y sus manos tan fuertemente atadas que «manan sangre». A su lado se hallan carcelero y verdugo, y a sus espaldas guardianes armados. Tras la lectura de la confesión, el verdugo le pregunta si la confirma o no.

El historiador Hugh Trevor-Roper insiste en que se realizaron muchas confesiones a las autoridades públicas sin ninguna evidencia de tortura. Pero incluso estas confesiones «espontáneas» y «realizadas libremente» deben evaluarse en función de las formas de terror más sutiles de las que disponían examinadores y jueces. Era una práctica establecida entre los examinadores de brujería, amenazar primero con la tortura, después describir los instrumentos que se utilizarían, y finalmente mostrarlos. Las confesiones se podían obtener en cualquier momento del proceso. Los efectos de estas amenazas probablemente lograron «confesiones» durante la instrucción del proceso que hoy en día nos parecen «espontáneas». No niego la existencia de confesiones verdaderas o de brujas «verdaderas», pero me parece sumamente perverso que los especialistas modernos aborden el empleo de la tortura como si fuera un aspecto secundario en las investigaciones sobre brujería. Los examinadores nunca quedaban satisfechos hasta que las brujas confesas daban nombres de nuevos sospechosos, que posteriormente eran acusados y torturados de una manera rutinaria.

Meyfarth menciona un caso en el que una anciana torturada durante tres días reconoció al hombre a quien había delatado: «nunca te había visto en el aquelarre, pero para acabar con la tortura tuve que acusar a alguien. Me acordé de ti porque cuando era conducida a la prisión, te cruzaste conmigo y me dijiste que nunca hubieras creído esto de mí. Te pido perdón, pero si fuera de nuevo torturada te volvería a acusar». La mujer fue enviada al potro y confirmó su historia original. Sin tortura no puedo comprender cómo la locura de la brujería pudo cobrarse tantas víctimas, no importa cuántas personas creyeran realmente que volaban hasta el aquelarre.

Prácticamente todas las sociedades del mundo tienen algún concepto sobre la brujería. Pero la locura de la brujería europea fue más feroz, duró más tiempo y causó más víctimas que cualquier otro brote similar. Cuando se sospecha de brujería en las sociedades primitivas, tal vez se empleen ordalías dolorosas como parte del intento de determinar la culpabilidad o la inocencia. Pero en ninguno de los casos que conozco se tortura a las brujas hasta confesar la identidad de otras brujas.

Incluso en Europa, sólo después del año 1480, se empleó la tortura para estos fines. Antes del año 1000 d.C. nadie era ejecutado si un vecino alegaba haberle visto con el diablo. Las gentes se acusaban entre sí de ser hechiceros o brujas y de tener poderes sobrenaturales para hacer el mal. Y había mucha especulación sobre ciertas mujeres capaces de viajar por el aire y recorrer grandes distancias a enormes velocidades. Pero las autoridades tenían poco interés en cazar sistemáticamente a las brujas y obligarlas a confesar sus crímenes. De hecho, la existencia la Iglesia Católica insistía en un principio en que no había cosas tales como brujas que volaban por el aire. En el año 1000 d. C. se prohibió la creencia de que estos vuelos ocurrían en la realidad; después de 1480, se prohibió la creencia de que no ocurrían. En el año 1000 d. C. la Iglesia sostenía oficialmente que el viaje era una ilusión provocada por el diablo. Quinientos años más tarde, la Iglesia sostenía oficialmente que quienes afirmaban que el viaje era simplemente una ilusión estaban asociados con el diablo.

Continua...

Marvin Harris; "Vacas, cerdos,guerras y brujas, Los Enigmas de la Cultura"



3 Comentarios:

Anónimo ...

Muuuuuuuuuy interesante, pero debo decirte q una vez mas me haz sacado la idea de poner esto... jaja
Yo siempre digo que yo o vivi un vida anterior alla por el 1400, o la pifie de nacer en esta epoca. Como me hubiese gustado haber vivido esa epoca tan mistica y peligrosa... (si, no soy muy normal por pensar asi ajaja)

Emerald ...

jaja Bastian!!que me has echo reir! y lo de vivir en una época mística y peligrosa, espera a leer las otras partes de los artículos que voy a postear, y luego decime si realmente te gustaría vivir en esos tiempos!!
Un abrazo

Anónimo ...

me parecio xvre tu historia pero a lo k el xiko djo creo k ni te imaginas kmo esas personas vivian en ese tiempo creo o bueno para mi todaz las personas k vivian en ese tiempo vivian atemorisadas ...

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