El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




Los Sonetos Medicinales - Almafuerte. (fragm)


Los Sonetos Medicinales (fragm)
Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)




Uno
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!


Dos
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!




Tres
Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;
Los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes!
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡nunca sigas impulsos compasivos!
¡ten los garfios del Odio siempre activos
los ojos del juez siempre despiertos!
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!


Cuatro
El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:
No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamas te hayan querido
por mas besos de amor que te hayan dado.
Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe...
¡Trema como el infierno, pero rie!
¡Vive la vida plena, pero muerto!


Sobre el autor





"Todo lo alcanzarás, solemne loco...
siempre que lo permita tu estatura ! "


Almafuerte (1854-1917)
El 28 de febrero de 1917 murió Pedro Bonifacio Palacios, más conocido como "Almafuerte", el seudónimo que usó para firmar los poemas con que, vaya paradoja, alentó a los jóvenes a no entregarse jamás, ni ante la muerte.
Maestro sin título, en Trenque Lauquen le prohibieron enseñar, según el decreto de cesantía, "por falta de formación, ser un autodidacta y un improvisado". Esto lo empujó a buscar nuevos rumbos en la ciudad de Buenos Aires, luego en La Plata, donde ejerció el periodismo.
Nació en San Justo el 13 de mayo de 1854 y el dolor lo sacudió desde muy niño: a los cinco años, la muerte de su madre; enseguida, el abandono de su padre. En su juventud, su amada se casó con otro y, luego, el Senado le negó una beca a París para perfeccionarse como pintor.
Pobre y sin recursos, comenzó a trabajar en la misma escuela donde hizo la primaria: fue preceptor, maestro de dibujo y profesor de declamación.
Cuando cumplió los 20 años, el diario Tribuna le publicó el primero: "Olvídate de mí" y, en 1893, La Nación le publicó otros.
Almafuerte volcaba en sus poesías su ideología libertaria e inflexible.
Durante la Revolución del Parque, se identificó con los ideales de Leandro Alem, pero pronto se desengañó; lo suyo era otro tipo de política, basada en las reservas morales.
La había ejercido en la educación: enseñó en escuelas rurales donde empezaba el año con no más de quince alumnos y los terminaba con más de cien, porque se agregaban los padres.
Pero educar libertariamente a los peones fue considerado subversivo y el gobierno de la provincia de Buenos Aires encontró la excusa para silenciarlo -su falta de título habilitante-, lo que le hizo decir a Sarmiento: "¿Que le han prohibido enseñar? Pues les notifico que Almafuerte fue quien nos enseñó a enseñar...".
Sobrevivió sus últimos años en la miseria, en una humilde casa de la calle 66 número 530 de La Plata, donde murió de una esclerosis renal, envuelto en una raída bandera argentina de lanilla, que le servía de abrigo. El Congreso Nacional le había otorgado una pensión vitalicia, que no alcanzó a cobrar.
Cincuenta y siete años después, el gobierno bonaerense lo declaró Maestro Honoris Causa, le otorgó el título que nunca tuvo y derogó el decreto con que lo habían cesanteado.
Publicó en vida sólo dos libros, pero sus poesías, en su mayoría póstumas, le ganaron la admiración de Jorge Luis Borges y de Rubén Darío, entre otros.
Entre sus obras se cuentan: "Lamentaciones" (1906), "Evangélicas" (1915), "Poesías" (1917), "Nuevas Poesías", "Milongas clásicas", "Sonetos Medicinales" y "Dios te Salve" (1918) y "Discursos" (1919).
Almafuerte fue el primer poeta social de la Argentina y acaso uno de los más pasionales. Sus "Siete Sonetos Medicinales" son un himno a la voluntad y a la lucha contra la desesperanza.


1 Comentario:

Federico Fernández Reigosa ...

Me encanta Almafuerte: me sé de memoria el primero de los sonetos pues me parece bárbaro: simple y profundo:o)

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