El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




La casa, la araña y el niño - De la ceniza volverás - Ray Bradbury



De La Ceniza Volverás
Ray Bradbury







La familia Elliot ha vivido durante siglos en una casa de leyenda y misterio, sobreviviendo desde la época de la Esfinge, según dice Gran Abuela, la momia que recuerda. Timothy, el niño expósito que los fantasmas han recogido, registra los acontecimientos. Ahora, los fantasmas vendrán de visita para Halloween, la noche de brujas. A la ansiosa anticipación de la fiesta le sigue un sentimiento de fatalidad. El mundo no cree más en los fantasmas. La casa se transforma en un refugio para muchos de ellos. La muerte, que no les es extraña, los protege con su sombra.






La casa, la araña y el niño

Ray Bradbury

La Casa era un rompecabezas dentro de un enigma dentro de un misterio, ya que acompasaba los silencios, cada uno diferente, y las camas, cada una de diferente tamaño, algunas con tapa. Los techos eran lo suficientemente altos como para permitir escaleras con descansos, donde las sombras podían colgarse cabeza abajo. El comedor contenía trece sillas, cada una con el número trece, así nadie podía sentirse dejado de lado por la distinción que cada número implica.
Las arañas que colgaban del techo tenían forma de lágrimas de almas atormentadas en el mar perdidas hace quinientos años, y el sótano guardaba recipientes con vino de esa misma edad, etiquetado con nombres raros, y cajas vacías para futuros visitantes, a los que les disgustaran las camas o las altas perchas del techo.
La sola y única Araña usaba una red de caminos, yendo de arriba abajo, de modo que la Casa entera era una sonora tela hilada y ejecutada por la ferozmente veloz Arach, que aparecía durante un instante junto a los recipientes de vino, y al siguiente, con una corrida vertical, en el altillo visitado por la tormenta, mientras tejía las redes y reparaba los hilos, veloz y silenciosa.

¿Cuántos cuartos, habitáculos, roperos y recipientes en total? Nadie lo sabía. Decir mil sería exagerado, pero cien estaba muy lejos de la verdad. Ciento cincuenta y nueve parecía una cifra razonable y cada uno se encontraba vacío desde hacía largo tiempo, llamando a los habitantes por el mundo, ansiando desalojar a los moradores de las nubes. La Casa era un escenario fantasma que ansiaba la visita de fantasmas. Y como los climas circunvalaron la Tierra durante cien años, la Casa se hizo conocida, y en todo el mundo los muertos que se habían acostado para dormir largas siestas, se sentaron con fría sorpresa y se propusieron ocupaciones más raras que la muerte, liquidaron sus negocios fantasmales y se prepararon para volar.

Todas las hojas otoñales del mundo convergieron en migraciones susurrantes sobre el centro de Norteamérica y cayeron a vestir el árbol que un momento estaba desnudo, y al siguiente se veía adornado de hojas caídas del otoño del Himalaya, de Islandia y del Cabo, en colores rojizos y en sombríos ramos fúnebres, hasta que el árbol se sacudió para florecer pleno en Octubre y los frutos brotaron como calabazas cortadas el Día de Todos los Santos.

En ese momento...



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