El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




El Mortal Inmortal - Mary Shelley




El Mortal Inmortal
Mary Shelley (1797-1851)




Día 16 de julio de 1833. Un aniversario memorable para mí. ¡Hoy cumplo trescientos veintitrés años! ¿El Judío Errante? No. Dieciocho siglos han pasado sobre su cabeza. En comparación, soy un Inmortal muy joven. ¿Soy, entonces, inmortal? Ésa es un pregunta que me he formulado, día y noche, desde hace trescientos tres años, y aún no conozco la respuesta. He detectado una cana entre mi pelo castaño, hoy precisamente; eso significa deterioro. Pero puede haber permanecido escondida.

Contaré mi historia, y que el lector juzgue. Así pasaré algunas horas de una larga eternidad que se me hace tan tediosa. ¡Eternamente! ¿Es eso posible? ¡Vivir eternamente! He oído de encantamientos en los cuales las víctimas son sumidas en un profundo sueño, para despertar, tras un centenar de años, tan frescas como siempre; he oído hablar de los Siete Durmientes; de modo que ser inmortal no debería ser tan opresivo; pero, ¡ay!, el peso del interminable tiempo, ¡el tedioso pasar de la procesión de las horas! ¡Qué feliz fue el legendario Nourjahad! Mas en cuanto a mí...

Todo el mundo ha oído hablar de Cornelius Agrippa. Su recuerdo es tan inmortal como su arte me ha hecho a mí. Todos han oído hablar de su discípulo, que, descuidadamente, dejó en libertad al espíritu maligno durante la ausencia de su maestro y fue destruido por él. La noticia, verdadera o falsa, de este accidente le ocasionó muchos problemas al renombrado filósofo. Todos sus discípulos le abandonaron, sus sirvientes desaparecieron. Se encontró sin nadie que fuera añadiendo carbón a sus permanentes fuegos mientras él dormía, o vigilara los cambios de color de sus medicinas mientras él estudiaba. Experimento tras experimento fracasaron, porque un par de manos eran insuficientes para completarlos; los espíritus tenebrosos se rieron de él por no ser capaz de retener a un solo mortal a su servicio.

Yo era muy joven entonces -y pobre-, y estaba enamorado. Había sido durante un año pupilo de Cornelius, aunque estaba ausente cuando aquel accidente tuvo lugar. A mi regreso, mis amigos me imploraron que no regresara a la morada del alquimista. Temblé cuando escuché el terrible relato que me hicieron; y no necesité una segunda advertencia. Cuando Cornelius vino y me ofreció oro si me quedaba, sentí como si el propio Satán me estuviera tentando. Mis dientes castañetearon, todo mi pelo se erizó, y eché a correr tan rápido como mis rodillas me lo permitieron.

Mis pies se dirigieron hacia el lugar al que durante dos años se habían sentido atraídos cada atardecer, un arroyo espumeante de cristalina agua, junto al cual paseaba una muchacha de pelo oscuro, sus radiantes ojos estaban fijos en el camino que yo acostumbraba a recorrer cada noche. No puedo recordar un momento en que no haya estado enamorado de Bertha; habíamos sido vecinos y compañeros de juegos desde la infancia. Sus padres, al igual que los míos, eran humildes pero respetables, y nuestra mutua atracción había sido una fuente de placer para ellos.

En una aciaga hora, sin embargo, una fiebre maligna se llevó a su padre y madre, y Bertha quedó huérfana. Hubiera hallado un hogar bajo el techo de mis padres pero, desgraciadamente, la vieja dama del castillo cercano, rica, sin hijos y solitaria, declaró su intención de adoptarla. A partir de entonces Bertha se vio ataviada con sedas y viviendo en un palacio de mármol. No obstante, pese a su nueva situación y relaciones, Bertha permaneció fiel al amigo de sus días humildes. A menudo visitaba la casa de mi padre, y aun cuando tenía prohibido ir más allá, con frecuencia se dirigía paseando hacia el bosquecillo cercano y se encontraba conmigo junto a aquella umbría fuente. Solía decir que no sentía ninguna obligación hacia su nueva protectora que pudiera igualar a la devoción que la unía a nosotros.

Sin embargo, yo era demasiado pobre para casarme, y ella empezó a sentirse incomodada por el tormento que sentía en relación a mí. Tenía un espíritu noble pero impaciente, y cada vez se mostraba más irritada por los obstáculos que impedían nuestra unión. Ahora nos reuníamos tras una ausencia por mi parte, y ella se había sentido sumamente acosada mientras yo estaba lejos. Se quejó amargamente, y casi me reprochó el ser pobre. Yo repliqué rápidamente:

-¡Soy pobre pero honrado! Si no lo fuera, muy pronto podría ser rico.

Esta exclamación acarreó un millar de preguntas. Temí impresionarla demasiado revelándole la verdad, pero ella supo sacármela; y luego, lanzándome una mirada de desdén, dijo:

-¡Pretendes amarme, y temes enfrentarte al demonio por mí!

Protesté que había temido ofenderla, mientras que ella no hacía más que hablar de la magnitud de la recompensa que yo iba a recibir. Así animado -y avergonzado-, empujado por mi amor y por la esperanza y riéndome de mis anteriores miedos, regresé con el corazón ligero a aceptar la oferta del alquimista. Transcurrió un año. Me vi poseedor de una suma de dinero que no era insignificante. El hábito había desvanecido mis temores. Pese a toda mi atenta vigilancia, jamás había detectado la huella de un pie hendido; ni el estudioso silencio ni nuestra morada fueron perturbados jamás por aullidos demoníacos.

Seguí manteniendo encuentros clandestinos con Bertha, y la esperanza nació en mí. La esperanza, pero no la alegría perfecta, porque Bertha creía que amor y seguridad eran enemigos, y se complacía en dividirlos en mi pecho. Aunque de buen corazón, era en cierto modo de costumbres coquetas; y yo me sentía celoso. Me despreciaba de mil maneras, sin querer aceptar nunca que estaba equivocada. Me volvía loco de irritación, y luego me obligaba a pedirle perdón. A veces me reprochaba que yo no era suficientemente sumiso, y luego me contaba alguna historia de un rival, que gozaba de los favores de su protectora. Estaba rodeada constantemente por jóvenes vestidos de seda, ricos y alegres. ¿Qué posibilidades tenía el pobremente vestido ayudante de Cornelius comparado con ellos?

En una ocasión, el filósofo exigió tanto de mi tiempo que no pude verla. Estaba dedicado a algún trabajo importante, y me vi obligado a quedarme, día y noche, alimentando sus hornos y vigilando sus preparaciones químicas. Mi amada me aguardó en vano junto a la fuente. Su espíritu altivo llameó ante este abandono; y cuando finalmente pude salir, robándole unos pocos minutos al tiempo que se me había concedido para dormir, y confié en ser consolado por ella, me recibió con desdén, me despidió despectivamente y afirmó que ningún hombre que no pudiera estar por ella en dos lugares a la vez poseería jamás su mano. ¡Se desquitaría de aquello! Y realmente lo hizo.

En mi sucio retiro oí que había estado cazando, escoltada por Albert Hoffer. Albert Hoffer era uno de los favoritos de su protectora, y los tres pasaron cabalgando junto a mi ventana. Creo que mencionaron mi nombre; seguido por una carcajada, mientras los oscuros ojos de ella miraban desdeñosos hacia mi morada. Los celos, con todo su veneno y toda su miseria, penetraron en mi pecho. Derramé lágrimas, pensando que nunca podría tenerla; y luego maldecí su inconstancia. Pero mientras tanto, seguí avivando los fuegos del alquimista, seguí vigilando los cambios de sus incomprensibles medicinas.

Cornelius había estado vigilando también durante tres días y tres noches, sin cerrar los ojos. Los progresos de sus alambiques eran más lentos de lo que esperaba; pese a su ansiedad, el sueño pesaba sobre sus ojos. Una y otra vez arrojaba la somnolencia lejos de sí, con una energía más que humana; una y otra vez obligaba a sus sentidos a permanecer alertas. Contemplaba sus crisoles anhelosamente.

-Aún no están a punto -murmuraba-. ¿Deberá pasar otra noche antes de que el trabajo esté realizado? Winzy, tú sabes estar atento, eres constante. Además, la noche pasada dormiste. Observa esa redoma de cristal. El líquido que contiene es de un color rosa suave; en el momento en que empiece a cambiar de aspecto, despiértame. Hasta entonces podré cerrar un momento los ojos. Primero debe volverse blanco, y luego emitir destellos dorados; pero no aguardes hasta entonces; cuando el color rosa empiece a palidecer, despiértame.

Apenas oí las últimas palabras, murmuradas casi en medio del sueño. Sin embargo, dijo aún:

-Y Winzy, muchacho, no toques la redoma. No te la lleves a los labios; es un filtro, un hechizo para curar el amor. No querrás dejar de amar a tu Bertha. ¡Cuidado, no bebas!

Y se durmió. Su venerable cabeza se hundió en su pecho, y apenas oí su respiración. Durante unos minutos observé las redomas; la apariencia rosada del líquido permanecía inamovible. Luego mis pensamientos empezaron a divagar. Visitaron la fuente, y se recrearon en agradables escenas que ya nunca volverían. ¡Nunca! Serpientes anidaron en mi cabeza mientras la palabra ¡Nunca! se formaba en mis labios. ¡Mujer falsa! ¡Falsa y cruel! Nunca me sonreiría a mí como aquella tarde le había sonreído a Albert. ¡Mujer despreciable y ruin! No me quedaría sin venganza. Haría que viera a Albert expirar a sus pies; ella no era digna de morir a mis manos. Había sonreído desdeñosa y triunfante. Conocía mi miseria y su poder. Pero ¿qué poder tenía? El poder de excitar mi odio, mi desprecio, mi... ¡Todo menos mi indiferencia! Si pudiera lograr eso, si pudiera mirarla con ojos indiferentes, transferir mi rechazado amor a otro más real y merecido ¡Eso sería una auténtica victoria!

Un resplandor llameó ante mis ojos. Había olvidado la medicina. La contemplé: destellos de admirable belleza, más brillantes que los que emite el diamante cuando los rayos del sol penetran en él, resplandecían en la superficie del líquido; un olor de entre los más fragantes y agradables inundó mis sentidos. La redoma parecía un globo viviente, precioso, invitando a ser probado. El primer pensamiento, inspirado instintivamente por mis más bajos sentidos, fue: -lo haré, debo beber-. Alcé la redoma hacia mis labios. Eso me curará del amor, ¡de la tortura! Llevaba bebida ya la mitad del más delicioso licor que jamás hubiera probado, paladar de hombre alguno cuando el filósofo se agitó. Me sobresalté y dejé caer la redoma. El fluido se extendió por el suelo, mientras sentía que Cornelius aferraba mi garganta y chillaba:

-¡Infeliz! ¡Has destruido la labor de mi vida!

Cornelius no se había dado cuenta de que yo había bebido una parte de su droga. Tenía la impresión, y yo me apresuré a confirmarla, de que yo había alzado la redoma por curiosidad y que, asustado por su brillo y el llamear de su intensa luz, la había dejado caer. Nunca le dejé entrever lo contrario. El fuego de la medicina se apagó, la fragancia murió y él se calmó, como debe hacer un filósofo ante las más duras pruebas, y me envió a descansar. No intentaré describir los sueños de gloria y felicidad que bañaron mi alma durante las restantes horas de aquella memorable noche. Las palabras serían pálidas y triviales para describir mi alegría, o la exaltación que me poseía cuando me desperté. Flotaba en el aire, mis pensamientos estaban en los cielos. La tierra parecía ser el cielo, y mi herencia era una completa felicidad. -Eso representa el sentirme curado del amor -pensé-. Veré a Bertha hoy, y ella descubrirá a su amante frío y despreocupado; demasiado feliz para mostrarse desdeñoso, ¡pero cuan absolutamente indiferente hacia ella!

Pasaron las horas. El filósofo, seguro de que lo conseguiría de nuevo, empezó a preparar la misma medicina. Se encerró con sus libros y yo tuve el día libre. Me vestí; me miré en un escudo viejo pero pulido, que me sirvió de espejo; me pareció que mi aspecto había mejorado. Me precipité más allá de los límites de la ciudad, la alegría en el alma, las bellezas del cielo y de la tierra rodeándome. Dirigí mis pasos hacia el castillo. Podía mirar sus torres con el corazón ligero, porque estaba curado del amor. Mi Bertha me vio desde lejos, mientras subía por la avenida. No sé qué súbito impulso animó su pecho, pero al verme saltó como un corzo bajando las escalinatas de mármol y echó a correr hacia mí. Pero yo había sido visto también por otra persona. La bruja de alta cuna, que se llamaba a sí misma su protectora y que en realidad era su tirana, también me había divisado. Renqueó, jadeante, hacia la terraza. Un paje, tan feo como ella, echó a correr tras su ama, abanicándola mientras la arpía se apresuraba y detenía a mi hermosa muchacha con un:

-¿Dónde va mi imprudente señorita? ¿Dónde tan aprisa? ¡Vuelve a tu jaula, delante hay halcones!

Bertha se apretó las manos, los ojos clavados aún en mi figura que se aproximaba. Vi su lucha consigo misma. Cómo odié a la vieja bruja que refrenaba los impulsos del corazón de mi Bertha. Hasta entonces, el respeto a su rango había hecho que evitara a la dama del castillo; ahora desdeñé una tan trivial consideración. Estaba curado del amor, y elevado más allá de todos los temores humanos; me apresuré, pronto alcancé la terraza. ¡Qué encantadora estaba Bertha! Sus ojos llameaban; sus mejillas resplandecían con impaciencia y rabia; estaba un millar de veces más graciosa y atractiva que nunca. Ya no la amaba, ¡oh, no! La adoraba, la reverenciaba, ¡la idolatraba!

Aquella mañana había sido perseguida, con más vehemencia de lo habitual, para que consintiera en un matrimonio inmediato con mi rival. Se le reprocharon las esperanzas que había dado, se la amenazó con ser arrojada en desgracia. Su orgulloso espíritu se alzó en armas ante la amenaza; pero cuando recordó el desprecio que había exhibido ante mí, y cómo, quizás, había perdido con ello al que consideraba como a su único amigo, lloró de remordimiento y rabia. Y en aquel momento aparecí.

-¡Oh, Winzy! -exclamó-. Llévame a casa de tu madre; hazme abandonar rápidamente los detestables lujos y la ruindad de esta noble morada; devuélveme a la pobreza y a la felicidad.

La abracé, transportado. La vieja dama estaba sin habla por la furia, y sólo prorrumpió en gritos cuando ya nos hallábamos lejos, camino de mi casa. Mi madre recibió a la hermosa fugitiva, escapada de una jaula dorada a la naturaleza y a la libertad, con ternura y alegría; mi padre, que la amaba, la recibió de todo corazón. Fue un día de regocijo, que no necesitó de la adición de la poción celestial del alquimista para llenarme de dicha. Poco después de aquel día me convertí en su esposo. Dejé de ser el ayudante de Cornelius, pero continué siendo su amigo. Siempre me sentí agradecido hacia él por haberme procurado, inconscientemente, aquel delicioso trago de un elixir divino que, en vez de curarme del amor (¡triste cura!, solitario remedio carente de alegría para maldiciones que parecen bendiciones al recuerdo), me había inspirado valor y resolución, trayéndome el premio de un tesoro inestimable en la persona de mi Bertha.

A menudo he recordado con maravilla ese período de trance parecido a la embriaguez. La pócima de Cornelius no había cumplido con la tarea para la cual afirmaba él que había sido preparada, pero sus efectos habían sido más poderosos y felices de lo que las palabras pueden expresar. Se fueron desvaneciendo gradualmente, pero permanecieron largo tiempo y colorearon mi vida con matices de esplendor. A menudo Bertha se maravillaba de mi corazón y de mi constante alegría porque, antes, yo había sido de carácter más bien serio, incluso triste. Me amaba aún más por mi temperamento jovial, y nuestros días estaban teñidos de alegría. Cinco años más tarde fui llamado inesperadamente a la cabecera del agonizante Cornelius. Había enviado a por mí, conjurándome a que acudiera al instante. Lo encontré tendido, mortalmente débil. Toda la vida que le quedaba animaba sus penetrantes ojos, que estaban fijos en una redoma de cristal, llena de un líquido rosado.

-¡He aquí la vanidad de los anhelos humanos! -dijo, con una voz rota que parecía surgir de sus entrañas-. Mis esperanzas estaban a punto de verse coronadas por segunda vez, y por segunda vez se ven destruidas. Mira esa pócima. Recuerda que hace cinco años la preparé también, con idéntico éxito. Entonces, como ahora, mis sedientos labios esperaban saborear el elixir inmortal. ¡Tú me lo arrebataste! Y ahora ya es demasiado tarde.

Hablaba con dificultad, y se dejó caer sobre la almohada. No pude evitar el decir:

-¿Cómo, reverenciado maestro, puede una cura para el amor restaurar vuestra vida?

Una débil sonrisa revoloteó en su rostro, mientras yo escuchaba intensamente su apenas inteligible respuesta.

-Una cura para el amor y para todas las cosas. El elixir de la inmortalidad. ¡Ah! ¡Si ahora pudiera beberlo, viviría eternamente!

Mientras hablaba, un relampagueo dorado brotó del fluido y una fragancia que yo recordaba muy bien se extendió por los aires. Cornelius se alzó, débil como estaba; las fuerzas parecieron volver a él. Tendió su mano hacia delante. Entonces, una fuerte explosión me sobresaltó, un rayo de fuego brotó del elixir ¡y la redoma de cristal que lo contenía quedó reducida a átomos! Volví mis ojos hacia el filósofo. Se había derrumbado hacia atrás. Sus ojos eran vidriosos, sus rasgos estaban rígidos. ¡Había muerto!

¡Pero yo vivía, e iba a vivir eternamente! Así había dicho el infortunado alquimista, y durante unos días creí en sus palabras. Recordé la gloriosa intoxicación. Reflexioné sobre el cambio que había sentido en mi cuerpo, en mi alma. La ligera elasticidad del primero, el luminoso vigor de la segunda. Me observé en un espejo, y no pude percibir ningún cambio en mis rasgos tras los cinco años transcurridos. Recordé el radiante color y el agradable aroma de aquel delicioso brebaje, el valioso don que era capaz de conferir. Entonces, ¡era inmortal!

Pocos días más tarde me reía de mi credulidad. El viejo proverbio de que nadie es profeta en su tierra era cierto con respecto a mí y a mi difunto maestro. Lo apreciaba como hombre, lo respetaba como sabio, pero me burlaba de la idea de que pudiera mandar sobre los poderes de las tinieblas, y me reía de los supersticiosos temores con los que era mirado por el vulgo. Era un filósofo juicioso, pero no tenía tratos con ningún espíritu excepto aquellos revestidos de carne y huesos. Su ciencia era simplemente humana; y la ciencia humana, me persuadí muy pronto, nunca podrá conquistar las leyes de la naturaleza hasta tal punto que logre aprisionar eternamente el alma dentro de un habitáculo carnal. Cornelius había obtenido una bebida que refrescaba y aligeraba el alma; algo más embriagador que el vino, mucho más dulce y fragante que cualquier fruta. Probablemente poseía fuertes poderes medicinales, impartiendo ligereza al corazón y vigor a los miembros; pero sus efectos terminaban desapareciendo; ya no debían de existir siquiera en mi organismo. Era un hombre afortunado que había bebido un sorbo de salud y de alegría, y quizá también de larga vida, de manos de mi maestro; pero mi buena suerte terminaba ahí: la longevidad era algo muy distinto de la inmortalidad.

Continué con esta creencia durante años. A veces un pensamiento cruzaba furtivamente por mi cabeza. ¿Estaba realmente equivocado el alquimista? Sin embargo, mi creencia habitual era que seguiría la suerte de todos los hijos de Adán a su debido tiempo. Un poco más tarde quizá, pero siempre a una edad natural. No obstante, era innegable que mantenía un sorprendente aspecto juvenil. Me reía de mi propia vanidad consultando muy a menudo el espejo. Pero lo consultaba en vano; mi frente estaba libre de arrugas, mis mejillas, mis ojos, toda mi persona continuaba tan lozana como en mi vigésimo cumpleaños. Me sentía turbado. Miraba la marchita belleza de Bertha. Yo parecía su hijo. Poco a poco, nuestros vecinos comenzaron a hacer similares observaciones, y al final descubrí que empezaban a llamarme el discípulo embrujado. La propia Berta empezó a mostrarse inquieta. Se volvió celosa e irritable, y al poco tiempo empezó a hacerme preguntas. No teníamos hijos; éramos totalmente el uno para el otro. Y pese a que, al ir haciéndose más vieja, su espíritu vivaz se volvió un poco propenso al mal genio y su belleza disminuyó un tanto, yo la seguía amando con todo mi corazón como a la muchachita a la que había idolatrado, la esposa que siempre había anhelado y que había conseguido con un tan perfecto amor.

Finalmente, nuestra situación se hizo intolerable: Bertha tenía cincuenta años, yo veinte. Yo había adoptado en cierta medida, y no sin algo de vergüenza, las costumbres de una edad más avanzada. Ya no me mezclaba en el baile entre los jóvenes, pero mi corazón saltaba con ellos mientras contenía mis pies. Y empecé a tener mala fama entre los viejos. Las cosas fueron deteriorándose. Éramos evitados por todos. Se dijo de nosotros -de mí al menos- que habíamos hecho un trato inicuo con alguno de los supuestos amigos de mi anterior maestro. La pobre Bertha era objeto de piedad, pero evitada. Yo era mirado con horror y aborrecimiento.

¿Qué podíamos hacer? Permanecer sentados junto al fuego. La pobreza se había instalado con nosotros, ya que nadie quería los productos de mi granja; y a menudo me veía obligado a viajar veinte millas, hasta algún lugar donde no fuera conocido, para vender mis cosechas. Sí, es cierto, habíamos ahorrado algo para los malos días, y esos días habían llegado. Permanecíamos sentados solos junto al fuego, el joven de viejo corazón y su envejecida esposa. De nuevo Bertha insistió en conocer la verdad; recapituló todo lo que había oído, y añadió sus propias observaciones. Me conjuró a que le revelara el hechizo; describió cómo me quedarían mejor unas sienes plateadas que el color castaño de mi pelo; disertó acerca de la reverencia y el respeto que proporcionaba la edad y lo preferible que eran a las distraídas miradas que se les dirigía a los niños. ¿Acaso imaginaba que los despreciables dones de la juventud y buena apariencia superaban la desgracia, el odio y el desprecio? No, al final sería quemado como traficante en artes negras, mientras que ella, a quien ni siquiera me había dignado comunicarle la menor porción de mi buena fortuna, sería lapidada como mi cómplice. Finalmente, insinuó que debía compartir mi secreto con ella y concederle los beneficios de los que yo gozaba, o se vería obligada a denunciarme, y entonces estalló en llanto.

Así acorralado, me pareció que lo mejor era decirle la verdad. Se la revelé tan tiernamente como pude, y hablé tan sólo de una muy larga vida, no de inmortalidad, concepto que, de hecho, coincidía mejor con mis propias ideas. Cuando terminé, me levanté y dije:

-Y ahora, mi querida Bertha, ¿denunciarás al amante de tu juventud? No lo harás, lo sé. Pero es demasiado duro, mi pobre esposa, que tengas que sufrir a causa de mi aciaga suerte y de las detestables artes de Cornelius. Me marcharé. Tienes buena salud, y amigos con los que ir en mi ausencia. Sí, me iré: joven como parezco, y fuerte como soy, puedo trabajar y ganarme el pan entre desconocidos, sin que nadie sepa ni sospeche nada de mí. Te amé en tu juventud. Dios es testigo de que no te abandonaré en tu vejez, pero tu seguridad y tu felicidad requieren que ahora haga esto.

Tomé mi gorra y me dirigí hacia la puerta; en un momento los brazos de Bertha rodeaban mi cuello, y sus labios se apretaban contra los míos.

-No, esposo mío -dijo-. No te irás solo. Llévame contigo; nos marcharemos y, como dices, entre desconocidos estaremos seguros. No soy tan vieja todavía como para avergonzarte, mi Winzy; y me atrevería a decir que el encantamiento desaparecerá pronto y, con la bendición de Dios, empezarás a parecer más viejo, como corresponde. No debes abandonarme.

Le devolví de todo corazón su generoso abrazo.

-No lo haré, Bertha mía; pero por tu bien no debería pensar así. Seré tu fiel y dedicado esposo mientras estés conmigo, y cumpliré con mi deber contigo hasta el final.

Al día siguiente nos preparamos para nuestra emigración. Nos vimos obligados a hacer grandes sacrificios pecuniarios. De todos modos, conseguimos reunir una suma suficiente como para mantenernos mientras Bertha viviera. Y sin decirle adiós a nadie, abandonamos nuestra región natal para buscar refugio en un remoto lugar del oeste de Francia.

Resultó cruel arrancar a la pobre Bertha de su pueblo, de los amigos, para llevarla a un nuevo país, un nuevo lenguaje, nuevas costumbres. El extraño secreto de mi destino hizo que yo ni siquiera me diera cuenta de ese cambio; pero la compadecí profundamente, y me alegró darme cuenta de que ella hallaba alguna compensación a su infortunio en una serie de pequeñas y ridículas circunstancias. Lejos de toda murmuración, buscó disminuir disparidad de nuestras edades a través de un millar de artes femeninas: rojo de labios, trajes juveniles y la adopción de una serie de actitudes desacordes con su edad. No podía irritarme por eso. ¿No llevaba yo mismo una máscara? ¿Para qué pelearme con ella, sólo porque tenía menos éxito que yo? Me apené profundamente cuando recordé que esa remilgada y celosa vieja de sonrisa tonta era mi Bertha, aquella muchachita de pelo y ojos oscuros, con una sonrisa de encantadora picardía y un andar de corzo, a la que tan tiernamente había amado y a la que había conseguido con un tal arrebato. Hubiera debido reverenciar sus grises cabellos y sus arrugadas mejillas. Hubiera debido hacerlo; pero no lo hice, y ahora deploro esa debilidad humana.

Sus celos estaban siempre presentes. Su principal ocupación era intentar descubrir que, pese a las apariencias externas, yo también estaba envejeciendo. Creo verdaderamente que aquella pobre alma me amaba de corazón, pero nunca hubo mujer tan atormentada. Hubiera querido discernir arrugas en mi rostro y decrepitud en mi andar, mientras que yo desplegaba un vigor cada vez mayor, con una juventud por debajo de los veinte años. Nunca me atreví a dirigirme a otra mujer. En una ocasión, creyendo que la belleza del pueblo me miraba con buenos ojos, me compró una peluca gris. Su constante conversación entre sus amistades era que yo, aunque parecía joven, estaba hecho una ruina; y afirmaba que el peor síntoma era mi aparente salud. Mi juventud era una enfermedad, decía, y yo debía estar preparado en cualquier momento, si no para una repentina y horrible muerte, sí al menos para despertarme cualquier mañana con la cabeza completamente blanca y encorvado, con todas las señales de la senectud. Yo la dejaba hablar y a menudo me unía a ella en sus conjeturas. Sus advertencias hacían coro con mis interminables especulaciones relativas a mi estado, y me tomaba un enorme y doloroso interés en escuchar todo aquello que su rápido ingenio y excitada imaginación podían decir al respecto.

¿Para qué extenderse en todos estos detalles? Vivimos así durante largos años. Bertha quedó postrada, paralítica; la cuidé como una madre cuidaría a un hijo. Se volvió cada vez más irritable, y aún seguía insistiendo en lo mismo, en cuánto tiempo la sobreviviría. Seguí cumpliendo con mis deberes hacia ella, lo cual fue una fuente de consuelo para mí. Había sido mía en su juventud, era mía en su vejez; y al final, cuando arrojé la primera paletada de tierra sobre su cadáver, me eché a llorar, sintiendo que había perdido todo lo que realmente me ataba a la humanidad.

Desde entonces, ¡cuántas han sido mis preocupaciones y pesares, cuan pocas y vacías mis alegrías! Detengo aquí mi historia, no la proseguiré más. Un marinero sin timón ni compás, lanzado a un mar tormentoso, un viajero perdido en un páramo interminable, sin indicador ni mojón que lo guíe a ninguna parte, eso he sido; más perdido, más desesperanzado que nadie. Una nave acercándose, un destello de un faro lejano, podrían salvarme; pero no tengo más guía que la esperanza de la muerte. ¡La muerte! ¡Misteriosa, hosca amiga de la frágil humanidad!

¿Por qué, único entre todos los mortales, me has arrojado fuera de tu manto? ¡Oh, la paz de la tumba! ¡El profundo silencio del sepulcro revestido de hierro! ¡Los pensamientos dejarían por fin de martillear en mi cerebro, y mi corazón ya no latiría más con emociones que sólo saben adoptar nuevas formas de tristeza!

¿Soy inmortal? Vuelvo a mi pregunta. En primer lugar, ¿no es más probable que el brebaje del alquimista estuviera cargado con longevidad más que con vida eterna? Tal es mi esperanza. Y además, debo recordar que sólo bebí la mitad de la poción preparada. ¿Acaso no era necesaria la totalidad? Haber bebido la mitad del licor de la inmortalidad es convertirse en semiinmortal; mi eternidad está pues truncada. Pero, de nuevo, ¿cuál es el número de años de media eternidad? A menudo intento imaginar si lo que rige el infinito puede ser dividido. A veces creo descubrir la vejez avanzando. He descubierto una cana. ¡Estúpido! ¿Debo lamentarme? Sí, el miedo a la vejez y a la muerte repta a menudo fríamente hasta mi corazón, y cuanto más vivo más temo a la muerte, aunque aborrezca la vida. Ése es el enigma del hombre, nacido para perecer, cuando lucha, como hago yo, contra las leyes establecidas de su naturaleza.

Pero seguramente moriré a causa de esta anomalía de los sentimientos; la medicina del alquimista no debe de proteger contra el fuego, la espada y las asfixiantes aguas. He contemplado las azules profundidades de muchos lagos apacibles, y el tumultuoso discurrir de numerosos ríos caudalosos, y me he dicho: la paz habita en estas aguas. Sin embargo, he guiado mis pasos lejos de ellos, para vivir otro día más. Me he preguntado a mí mismo si el suicidio es un crimen en alguien para quien constituye la única posibilidad de abrir la puerta al otro mundo. Lo he hecho todo, excepto presentarme voluntario como soldado o duelista, pues no deseo destruir a mis semejantes. Pero no, ellos no son mis semejantes. El inextinguible poder de la vida en mi cuerpo y su efímera existencia nos alejan tanto como lo están los dos polos de la Tierra. No podría alzar una mano contra el más débil ni el más poderoso de entre ellos.

Así he seguido viviendo año tras año. Solo, y cansado de mí mismo. Deseoso de morir, pero no muriendo nunca. Un mortal inmortal. Ni la ambición ni la avaricia pueden entrar en mi mente, y el ardiente amor que roe mi corazón jamás me será devuelto; nunca encontraré a un igual con quien compartirlo. La vida sólo está aquí para atormentarme.

Hoy he concebido una forma por la que quizá todo pueda terminar sin matarme a mí mismo, sin convertir a otro hombre en un Caín. Una expedición en la que ningún ser mortal pueda nunca sobrevivir, aun revestido con la juventud y la fortaleza que anidan en mí. Así podré poner mi inmortalidad a prueba y descansar para siempre, o regresar, como la maravilla y el benefactor de la especie humana. Antes de marchar, una miserable vanidad ha hecho que escriba estas páginas. No quiero morir sin dejar un nombre detrás. Han pasado tres siglos desde que bebí el brebaje; no transcurrirá otro año antes de que, enfrentándome a gigantescos peligros, luchando con los poderes del hielo en su propio campo, acosado por el hambre, la fatiga y las tormentas, rinda este cuerpo, una prisión demasiado tenaz para un alma que suspira por la libertad, a los elementos destructivos del aire y el agua. O, si sobrevivo, mi nombre será recordado como uno de los más famosos entre los hijos de los hombres. Y una vez terminada mi tarea, deberé adoptar medios más drásticos. Esparciendo y aniquilando los átomos que componen mi ser, dejaré en libertad la vida que hay aprisionada en él, tan cruelmente impedida de remontarse por encima de esta sombría tierra, a una esfera más compatible con su esencia inmortal.




Maria Escarlata - El Misterio



Gothic Metal
Mexico
Maria Escarlata - El Misterio (2008)



Maria Escarlata es el projecto en solitario de la vocalista de Anabantha, Duan Marie.

1. El Misterio 04:59
2. La Llama de nuestro amor 05:32
3. Hechizo de amor 05:14
4. Sirena 04:38
5. Tu Nombre 03:57
6. La Soledad 03:52
7. Cuéntame 04:13
8. Mar Escarlata 02:02
9. El Veredicto 04:21

+ Canción inédita Frente a Frente




Maria Escarlata - tu nombre
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Maria Escarlata - hechizo de luna (hechizo de amor)
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MARIA ESCARLATA
Duan Marie (guitarra y voz)
Ulises Mac (guitarra)
Patrick (bajo)
Manuel (teclado)
Sorkin (batería)


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Colaboración: Myeptemozo (Vampyr Noc)

La izquierda, la ignorancia y el pueblo





La izquierda, la ignorancia y el pueblo

Pedro L. Angosto



Los acontecimientos de mayo del sesenta y ocho marcaron un punto de inflexión en el caminar de la izquierda europea de consecuencias nada positivas para su futuro. Tras aquél relámpago que llenó de luz las calles de las principales ciudades del viejo continente, que movió los cimientos de una sociedad acomodaticia y complaciente, las aguas volvieron a su cauce y aunque no se pueda decir que aquellos días no dejaran huella –la dejaron en la integración de la mujer en el modo de producción capitalista, en ciertos cambios en los hábitos sexuales y en la ruptura de unos cuantos tabúes-, lo cierto y verdad es que la izquierda al apostar por el orden establecido y desentenderse de lo que pedía la calle, dejó buena parte de su equipaje ideológico tirado en los andenes de una estación por la que nunca más volvió a corren tren alguno, todo lo más algún mercancías nocturno con las luces mortecinas. A mayo del sesenta y ocho, sucedió la crisis del petróleo iniciada en 1973, la recesión, el miedo en el cuerpo y la aceptación, con matices y diferencias, de la política económica neocon como única posible. No quiere decir esto que esa política se aplicase lo mismo en España que en Chile, no, ni mucho menos. En España durante la década de los ochenta se construyó lo que tenemos de Estado del bienestar, en Chile se acabó con la esperanza a cañonazos, cortándole las manos a Víctor Jara, asesinando a Allende y a miles de chilenos, instaurando la tortura y el sometimiento como modo de ser del Estado.

Sin embargo, hay una cuestión que afecta por igual a casi todos los países de la aldea global, y es la globalización de la ignorancia. La ignorancia es el mejor aliado del fascismo, del totalitarismo, porque al ignorante le importa muy poco gritar vivan las caenas si con eso el jefe le da unas palmaditas en la espalda, unas migajas de pan, más abundantes en la Unión Europea hasta ahora, menos en el resto del mundo, o le permite seguir trabajando aunque sea sin seguros sociales y sesenta y cinco horas a la semana. Pero la ignorancia actual no se ha generado por sí sola, no se reproduce por esporas, ni por arte de magia, es el fruto –unas veces intencionado, otras no- del abandono por parte de los gobiernos de la principal de sus misiones: La Educación, entendiendo el término en el sentido más amplio, profundo e integral del mismo. Cuando los Estados dejaron de lado la enseñanza y comenzaron a traficar con ella entregándosela a sociedades mercantiles muchas veces dependientes de las iglesias, cometieron un crimen, un crimen para el que no existe pena posible, pues es el más execrable de cuantos se pueden cometer: Dejar la formación de ciudadanos a quienes no creen en la ciudadanía, confiar la transmisión de los valores verdaderamente democráticos a quienes no creen en la democracia, delegar la socialización del amor a la libertad y a la justicia social, en quienes son injustos por esencia y liberticidas por nacimiento.

De tal manera es esto así, que el espíritu neoconservador, no es sólo el causante del desastre económico actual, de la perpetuación e intensificación de la explotación y la injusticia, sino que gracias al dominio que tiene sobre los grandes medios de comunicación de masas, a la claudicación de una parte de la izquierda y al selenitismo de la otra, hemos llegado a una situación en la que nada importa que una persona tenga tres carreras y domine cuatro idiomas para que siga siendo un perfecto ignorante o, lo que es peor, un soberbio con aspiraciones despóticas y nula capacidad para la solidaridad. ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Por qué se ha dado este tremendo paso atrás? Porque la ineducación lleva instalada entre nosotros más de cuarenta años –en España desde el final de la guerra civil- y se ha dejado de lado la formación humana y humanística de las personas, relegándolas al desván de los objetos inservibles, inútiles,molestos, esos que son pasto de la basura periódicamente, cuando se hace limpieza general y se elimina todo aquello que no vale. Hace años, muchos nos reíamos de aquellos universitarios norteamericanos que respondían en concursos televisivos que España estaba al sur de México. Hoy podemos oír contestaciones similares en cualquier punto del Estado español y de la magnífica Unión Mercantil europea. Con todo, no es eso lo más grave, la dejación de las funciones educativas consustanciales al Estado moderno, ha producido, gracias sobre todo a la televisión y sus millones de mensajes directos y subliminares, un tipo de ciudadano que no merece ese nombre, grosero, autista, egoísta, déspota, insolidario, un tipo que cree que él y los suyos son sujetos de todo tipo de derechos y de obligación ninguna, un tipo que mide sus triunfos en relación a los fracasos ajenos, un ser que cuya forma de vida primaria ha llegado a modificar el urbanismo demuchas ciudades, ciudades que se han llenado de reservas para la buena gente en forma de urbanizaciones cerradas, de jardines privados robados al espacio público, de colonias periféricas ultravigiladas dónde sólo ellos, los nuevos notables, tienen cabida.

Este tipo de sujeto, que habita por toda la faz de la tierra pero que es mucho más detestable en aquellos países que tienen un alto grado de desarrollo económico, ha sido fabricado a conciencia para que pierda la conciencia, la conciencia de clase, la conciencia crítica, la conciencia solidaria, en definitiva, la conciencia de ser humano, todo ello con la anuencia de la izquierda posibilista y de la izquierda que se considera pura y anda perdida en cientos de debates que muy poca gente escucha. ¿Qué interesa a ese sujeto? ¿Le interesa un sistema impositivo auténticamente proporcional y progresivo? ¿Le interesa la condena del genocidio franquista y la reparación debida a las víctimas? ¿Le interesa que los corruptos sean condenados y pasen unos años en la cárcel? ¿Le interesa dejar de ser un consumidor compulsivo? ¿Le interesa la ampliación de la ley del aborto, los matrimonios homosexuales, la sanidad pública, el crecimiento sostenible, acabar con la exclusión social…? Siento decirles que, en mi modesta opinión, a esos sujetos, que hoy son mayoría en España y en la Unión Europea, todo eso les importa un bledo, un carajo, una mierda, sencillamente porque han perdido buena parte de su condición humana.

No estamos viviendo en el peor de los mundos posibles, ni mucho menos en el mejor. Estamos inmersos en un periodo de reacción posibilitado por ese ciudadano que con gusto ha dejado de serlo. Sigo creyendo en lo mismo que decían los viejos republicanos, los viejos líderes obreros, la educación y la cultura son las llaves de la emancipación social, de la libertad de los pueblos y de los individuos. Desde estas hojas, me gustaría hacer una proposición que seguro a muchos parecerá tímida y conformista, pero que para mí es premisa imprescindible para acometer los cambios radicales que necesita una sociedad injusta, depredadora y sanguinaria: No demos más vueltas al molino, no perdamos el tiempo en proclamas que nadie atiende, trabajemos por objetivos concretos, nada podremos lograr quienes estamos disconformes con el sistema actual si no nos ponemos todos de acuerdo de que la primera Bastilla que hay que tomar es la de la Educación. Hacia esalucha deben dirigirse todos los esfuerzos de los ciudadanos que sigan creyendo en que otro mundo es posible, porque si logramos un sistema educativo que sea capaz de conformar ciudadanos conscientes, críticos, libres y solidarios, todo lo demás caerá por su peso.


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Nachtmahr - Kunst Ist Krieg


Techno Industrial/EBM
Austria

Nachtmahr - Kunst Ist Krieg (2007)



01. Feuer Frei!
02. BoomBoomBomm
03. Deus Ex Machina
04. Ein Spiel
05. EinHundertAcht
06. NullDrei
07. Ein Spiel (Xpq-21 remix)
08. Ein Spiel (Fabrikc remix)
09. Deus Ex Machina (Xotox remix)
10. Ein Spiel (Endif remix)
11. Schwarzflug (Feat. Dj Hohenstaufen vs Dj Ane Justine)





Nachtmahr - Deus Ex Machina
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NACHTMAHR
Thomas Rainer (L’Ame Immortelle)



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A la caza de los pobres





A la caza de los pobres
La reacción de los reaccionarios

Daniel Cadabón




La pobreza es una de las instituciones más estables dentro del régimen capitalista y en la actualidad todos quieren sentarse a comer en la “caza de los pobres”.
Desde Bergoglio a Moyano, desde el mismísimo Kirchner hasta Yasky, el tema de la pobreza acumula palabras en cantidades abundantes, transformado el tema en un recurso electoral más, cuya función es suplantar el debate sobre la crisis económica y sus responsables por un cosmético cambio del "modelo".
La pobreza se ha vuelto una moda en la discusión de los poderosos, pero no para resolverla, sino para frenar la incidencia que provocaría una intervención violenta de las masas pobres en un panorama político caótico e irrespirable para un clima de buenos negocios.
La pobreza, pese a su insalubridad para quienes la padecen, siempre ha sido un gran negocio para la burguesía en el poder. Dota de mano de obra barata a los capitalistas industriales, de mano de obra esclava a los terratenientes y oligarcas del campo, de clientes a los partidos políticos del régimen, mientras vacía a las escuelas y llena de feligreses a las iglesias; por eso, todo régimen de explotación bendice a la pobreza y lanza grandes llamamientos saludando “a los que menos tienen”.

Que el capitalismo denuncie la pobreza, haciéndola un objetivo electoral o golpista tampoco es nuevo.
El crecimiento “escandaloso” de la pobreza (palabras del papa) tiene consecuencias directas en el pensamiento de los sectores medios con una conciencia refractaria a la ascensión de razonamientos sociales humanistas por fuera de lo que marca su libro “Diario” de entradas y salidas.
No hay nada mejor que azuzar el tema de la pobreza, y la violencia inherente a los sectores marginados del sistema, para que el profesional, el almacenero, el trabajador cuentapropista, el progre “nac & pop” y el artista cool & chic luchen fervientemente por permanecer dentro sistema.
El temor a volverse pobre interviene “derechamente en los ciudadanos” que se disponen voluntariamente a ser carne de cañón de los intereses derechistas, mientras mitigan sus angustias con ansiolíticos de venta cada vez más libre.
Permanecer “dentro del sistema” tiene un altísimo costo, que se paga tanto en efectivo como psicológicamente y culturalmente.
El pastillaje auto-disciplinario, que bate récords de consumo en nuestro país, no sólo beneficia a los laboratorios multinacionales:
actúa como un dique a la libre creación, adormece la esperanza, anula el esfuerzo y angustia la rebelión; el temor a la pobreza hace el resto.
La pobreza disciplina a los sectores medios, que no están dispuestos a luchar en contra de los verdaderos responsables de este flagelo centrados en su preocupación por la custodia de sus bienes. Parece mentira, que apenas tres décadas atrás todo un sector de la clase media haya dado su vida para luchar, armas en mano, contra la angustiante pobreza social; mientras que ahora, se haya decidido a cambiar sus armas (sean ideológicas o de fuego) para mitigar su subjetividad vulnerada, por el rivotril.
El empobrecimiento constante, provocado por un sistema en crisis terminal, vuelve prudente al “progresismo” de los sectores medios, que han dispuesto la retirada de cualquier escenario de lucha, en defensa de la democracia burguesa.

No sólo son pobres los “pobres”
Entre los explotados la batalla es otra. El “contrato laboral libre” oculta la ficción de la competencia por el puesto de trabajo asalariado libremente elegido.
La burguesía estimula la demanda entre los desposeídos: la decreciente oferta de puestos de trabajo hace que la masa de salarios baje en una forma proporcional al crecimiento de la tasa de ganancias..
La lucha por el puesto de trabajo es la verdadera lucha de “pobres contra pobres”. Bajo el capitalismo la pobreza no es una opción, es una política de acumulación de capital.
La burguesía se jacta sobre la existencia de una verdadera batalla de pobres contra pobres, intentando demostrar la estupidez que rodea los actos sociales populares, como si ella perteneciera a una tribuna neutral, como si fuera una simple espectadora que se dedica a predicar moralmente sobre los efectos de la barbarie social que ella misma provoca. Sin embargo, lo que se ve, es que la verdadera batalla se da entre los millonarios dueños del poder. Cristina Kirchner llamó a hacer un padrón de ricos; el imaginario popular no tardó en ubicarla encabezado la lista.
La burguesía ha hecho de la pobreza un acto policial. La pobreza, se discute en términos de seguridad, ya que ésta, “conduce a la violencia” -el progresismo en este sentido sirve de estructura ideológica para estos argumentos- pero, la barbarie social, no está formada por los actos de violencia individual de algunos pobres sino por la renuncia al ejercicio de la “violencia colectiva” en contra de la pobreza.

San Cayetano, la CTA y Bergoglio
La Iglesia argentina, a partir de la bajada de línea papal, intenta transformarse en una institución que esté por encima de los intereses “particulares” de la oposición y del oficialismo. En una situación de crisis económica como la actual (que en nuestro país ha tomado un marcado carácter político) cualquier puja llevada a fondo entre los partidos del régimen provocaría graves fracturas en el campo de los sectores dominantes, que podrían ser utilizados por los trabajadores y el pueblo pobre para intervenir con fuerza sobre la arena política. La iglesia, buscando la forma de representar esa unidad que controle que los intereses desbocados de unos y otros, se ha lanzado a una campaña desenvuelta para frenar los reclamos sociales y encorsetar la protesta social.
No se diferencia en esto de la propia burocracia sindical y, vaya la paradoja, San Cayetano logró unificar los libretos de unos y otros.
El viernes 7 de agosto se realizaron en la capital dos concentraciones por demás significativas, exigiendo “justicia social y distribución de la riqueza”. Una fue encabezada por la Central de Trabajadores Argentinos, donde Hugo Yasky, en franca competencia con el papa Benedicto, denunció el hambre en Argentina y pidió un subsidio universal por hijo. La otra la encabezó el cura Bergoglio, defensor de los genocidas del ´70, que se refirió casi con idénticos términos al “escándalo del hambre”.
Las diferencias entre unos y el otros, es que mientras el cura estaba auspiciando la colecta anual de la iglesia, en la que es socio con el grupo Noble y el diario La Nación, de paso vendía ideología de derecha; mientras que Yasky, a fuerza de puro discurso y sin un plan de lucha a la vista, hacía como que luchaba detrás de la perorata progresista.
Las marchas de la CTA tienen como objetivo: la personería jurídica de la central y el posicionamiento demagógico frente a sus representados para facilitarle las cosas al kirchnerismo. Las concentraciones religiosas, buscan el posicionamiento de la iglesia en la etapa política que se abre, marcada por la ofensiva derechista que baja desde Centroamérica (golpe de Honduras). Pero, en última instancia, expresan las convicciones comunes de ambas burocracias: la clerical y la sindical.

Sindicalistas y curas ricos, trabajadores pobres
Según datos del propio Indec, a junio de 2009, el salario debería ubicarse en 1703,4 pesos, mientras que Moyano y Yasky firmaron en el Consejo del salario, por un sueldo mínimo que no supera los 1500 (los trabajadores precarizados cobran un salario por debajo de los 800 pesos, es decir que trabajan para ganar por debajo de la línea de la indigencia).
Esta realidad no es nueva, ya que desde hace décadas el salario se fue convirtiendo en la principal variable del ajuste.
La burocracia gremial ha convertido la cuestión salarial en un campo de negociaciones políticas y económicas, y de beneficio personal con la patronal, y para eso tuvo que recurrir a mil maniobras destinadas a deformar la composición del salario y hacerlo algo indefinido.
Los aumentos salariales del último periodo, que la burocracia firmó con complacencia en paritarias, no sólo no han logrado romper está inercia sino que la han profundizado. Los trabajadores son cada vez más pobres.
Las paritarias en lugar de haber sido una instrumento de negociación salarial para beneficio de los trabajadores, se han transformado en manos de la burocracia, en una herramienta de negociación personal de dinero y poder político para beneficio propio.
Esto es así porque los mecanismos de funcionamiento sindical burocrático dejan fuera el interés legítimo de los trabajadores.

La pobreza se expresa en las calles
La lucha contra la pobreza no pasa por la perversa muestra de pobres que viven en las calles, en las pantallas de un noticiero.
La lucha contra la pobreza se expresa en las luchas.
Ahí están los petroleros de Santa Cruz, los piqueteros del Chaco, los estatales de la provincia de Buenos Aires y una multitud de luchas más que recorren a lo largo y lo ancho nuestro país.
Luchar en contra del gatillo fácil como los vecinos de villa 31 y del conurbano, es luchar contra la pobreza.
Defender las fuentes de trabajo, como en Terrabusi, Malher, etc es luchar contra la pobreza.
Defender la expropiación de los obreros de Zanón en contra de la patronal negrera y vaciadora, es una victoria en contra de la pobreza.
Por supuesto que en todas estas luchas no hay curas ni burócratas que denuncien el “escándalo del modelo”. No hay problemas, no lo necesitamos.

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imágen:Manuel Millares Sall - Despojo abisal


Características de los vampiros



Características de los vampiros



"La fuerza y el poder de los vampiros, reside en que nadie o casi nadie cree en ellos".

Aunque la descripción de estas criaturas varía un poco entre autores, tienen varias características en común:

* Fueron humanos mortales, pero ahora están en un estado no exactamente vivo pero tampoco muerto, de ahí que se les llame no-muertos.
* Suelen ser de aspecto delgado y lánguido, con largas uñas y piel mortecina.
* Según algunos autores, los vampiros sí se reflejan en los espejos, pues son corpóreos.
* Necesitan sangre fresca para vivir.
* Los verdaderos Nosferatus pueden soportar la luz del sol, aunque la odian, los demás vampiros no soportan la luz del sol, que puede destruirlos o herirlos gravemente.
* Pueden infectar a otros al morderlos, y convertirlos a su vez en vampiros. Detalles varían.
* Algunos, como Drácula de Stoker, necesitan dormir en tierra de suelo natal.
* Poseen una fuerza sobrenatural.
* Pueden convertirse en criaturas como lobos, ratas o murciélagos cuando se siente en peligro.
* La mayoría sólo puede ser destruido, ya sea por la luz del sol, o decapitado nuevamente, los verdaderos Nosferatu sólo pueden morir si se introduce plata bendita en su cuerpo y no hay sangre cerca de ellos en ese momento, de lo contrario simplemente su cuerpo se destruirá sólo para reconstruirse nuevamente.
* Si se le clava una estaca en el corazón, el vampiro no muere.
* Si se decapita muere , en caso de que sea un vampiro de baja categoría (mordido por un vampiro no original).
* Si le da la luz del sol, puede morir pero si llega a tiempo a la sombra, se puede curar sus quemaduras pues puede regenerarse.
* Se pueden alejar con ajo pues lo odian por su olor muy fuerte.
* Para que un vampiro no original, o de baja categoría se vuelva un verdadero nosferatu debe de beber voluntariamente la sangre de aquel que lo mordió (que en este caso debe ser un nosferatu)

El vampiro es un ser físicamente poderoso, tan fuerte como veinte hombres, de una virilidad extraordinaria. Proyecta sombra aunque se mueven a placer y no en la acción que hace, pero no se refleja en los espejos.debido a su consumo de sangre permanece eternamente joven, y es el señor de los murciélagos, las polillas, el lobo, la rata, el zorro y el búho. Es capaz de transformarse en una nube de polvo o vapor, trepa por las paredes con la facilidad de un insecto y, al menos de un modo limitado, es capaz de controlar la furia de los elementos. En Drácula se afirma también que sólo puede entrar en un edificio si se le invita previamente -un innegable simbolismo sexual- y que tiene que dormir en un ataúd que contenga algo de su tierra natal. Le repugna la flor del ajo (una minúscula flor violeta que despide ese característico olor, no su bulbo, que no despide ningún olor hasta que se corta) y la luz del día le molesta, pero no le daña significativamente. La suposición de que la luz del sol hiere o mata a los vampiros es un mito aparecido en los últimos sesenta años.

Suele considerarse que las armas (balas, dagas, espadas, proyectiles) fabricadas en plata pura le pueden herir, pero no las más comunes de plomo, acero (o uranio empobrecido). Existen, por el contrario, opiniones contradictorias sobre la utilidad del fuego para destruir a un vampiro, incluso cuando el fuego procede de armas modernas de alta energía. En cuanto al crucifijo y el agua bendita, es algo que Stoker se sintió obligado a incluir en su novela dado el carácter fanáticamente religioso de la sociedad de su tiempo, pero no parece que tengan más fuerza que la de su propio simbolismo. Esto significa que si el vampiro era cristiano cuando estaba vivo, puede sentirse espantado ante tales símbolos, pero si no lo era, no servirán de gran cosa. Con los vampiros más viejos, que nacieron muchos milenios antes de la aparición del cristianismo, la cruz y el agua bendita no serían más que curiosidades históricas carentes de todo poder.

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Artrosis - Fetish


Gothic Metal
Polonia

Artrosis - Fetish (English Version 2000)



01. Fetish
02. The Second Face
03. Under Constraint
04. Black Truth
05. Samuel
06. The Poisoned
07. Homini Noctis
08. Cosmos
09. Ostatni Raz
10. A Wall (Pornografia cover) (Bonus track)
11. Suita (Bonus track)
12. 0100101110 (Bonus track)





Artrosis - Homini Noctis
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Artrosis - The Poisoned
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ARTROSIS
Medeah (Magdalena Stupkiewicz (Dobosz)) – vocals
MacKozer (Krystian Kozerawski) – guitar
Remo (Remigiusz Mielczarek) – bass
Migdal (Lukasz Migdalski) – keyboards
Swicol (Pawel Swica) – drums


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Entrad a mi Reino - Lord des Morte





Entrad a mi Reino

Al infierno no solo asisten los pecadores
E infames almas despojadas de gracia
Entrad libre y voluntariamente a mi palacio de torturas
Renuncia a tu vida terrenal
Conviértete en verdugo de almas.
Que el fuego de tu látigo destroce sus esperanzas
Que tu inmaculado corazón vació
No se conmueva ante el sufrimiento ajeno.
Sus lágrimas forjaran tu tenebrosidad,
Que tu crueldad brinde agonía eterna.
Invócame oscuro mortal, soy tu padre
Corta tus venas, deja tu sangre fluir
Fin del inútil existir de tu vida miserable
Honra mi nombre y tu alma será salvada
Se parte de mi reinado de ajusticiamiento.
Maldiciones para el pecador,
Venganza para el humillado.
Clava la daga en medio de tu corazón.
Clama mi nombre en medio de tu dolor


Lord des Morte "Voces de la Oscuridad"


El testamento Maya - Alten Steve


El testamento Maya
Alten Steve






Historia, arqueología y esoterismo.
En diciembre de 2012 termina el calendario maya y, según los apuntes del arqueólogo Julius Gabriel, en esa fecha está en juego el destino de la humanidad.
Una joven estudiante que ha encontrado las notas de Julius y un paciente de un psiquiátrico conocido por sus amenazas apocalípticas emprenden un largo viaje, desde Stonehenge hasta las pirámides de Egipto, descifrando en cada monumento una parte de ese gran misterio que se extiende como una amenaza sobre la humanidad.


Garden of Delight - Last Concert



Gothic Rock
Alemania

Garden of Delight - Last Concert (2009)



CD1
01. Intro
02. Darkest Hour
03. Illuminate
04. Levitation
05. Venus Rising
06. The Abyss
07. Astral Traveller
08. Transmission
09. Runechild
10. Play Dead
11. Break Horizon
12. High Empress

CD2
01. Northern Skies
02. Necromanteion
03. Reign
04. Spirit Invocation
05. Shared Creation
06. The Seal
07. Ancient God
08. Godsend
09. In Memoriam
10. Outro (Light)




Garden Of Delight - Illuminate
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Garden Of Delight - Northern Skies (live in Berlin)
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GARDEN OF DELIGHT
Artaud Seth - cantante, compositor
e instrumentista
Niels Herbig - guitarra
Jawa Seth - bajo
Mike York





Alan Woods - Reformismo o Revolución



Prólogo al libro de Alan Woods-Reformismo o Revolución



La lucha de clases no se detiene en las puertas de los cuarteles, de las iglesias... ni de las burocracias



Fernando Buen Abad Domínguez

Un libro como herramienta de lucha Tenemos mucho para aprender con esta obra. He aquí un trabajo científico necesario para el combate de las ideas que, apoyado en un método riguroso, ensaya su puntería crítica, claridad teórica, ánimo transformador y advertencias sistemáticas, contra todo reformismo. Trabajos como éste no son fáciles de conseguir. Se requiere experiencia rica en la lucha política y se requiere disciplina conceptual. He aquí, también en este libro, una contribución magnifica al arte de debatir, desde luego, pero mucho más que eso... he aquí un trabajo profundo que desmonta, denuncia y corrige toda falacia ideada por el capitalismo para sepultar al marxismo bajo las lápidas saliváceas de algunos intelectuales burgueses barnizados con "prestigios". Aquí la crítica es motor de la conciencia... y el debate también.

En contra de aquellos que admiran y cultivan el debate sólo como una suerte de torneo de "silogismos" para halagar a ciertos séquitos, en contra también de todo goce lenguaraz que se agota en el gusto por las formas oratorias, en contra del regodeo academicista que se auto-complace con la invocación de santorales burocráticos en el mercado de los halagos... en contra de todo eso y a favor de mostrar el debate como herramienta de lucha revolucionaria, Alan Woods despliega pacientemente, meticulosamente, con ánimo envidiable y humor finísimo, el método correcto para desmontar falacias. ¿Es esto un homenaje, nada indirecto, a Ted Grant? Yo no lo dudo.

He aquí un libro que entiende el uso razonado del debate con un lenguaje transparente capaz de sincerar el origen y el objetivo de sus argumentos. Combate de ideas y acción cuya integridad y rigor, incluso cuando cita a su interlocutor, expresa su responsabilidad revolucionaria. Se trata de una lucha científica con análisis plenos de propuestas clarificadoras al enjuiciar, sin cansancio, al reformismo y al capitalismo. Veamos por qué.

El Socialismo científico, por el que luchan genuinamente muchos pueblos a estas horas, no es un almacén amorfo donde podemos amontonar o revolver "armónicamente"- reconciliatoriamente- aquellas ilusiones burguesas donde todos somos hermanitos de la amnesia, capaces de "amarnos como iguales" olvidando la justicia social. El socialismo no es coartada "humanista" para la desmemoria, la lentitud, la indiferencia y la negación de la lucha de clases. El Socialismo científico, que se puede entender incluso como una forma nueva del mejor amor humano en plena construcción, es el resultado histórico motorizado por la lucha de clases de los trabajadores hacia su emancipación, es un proceso permanente de la liberación humana que, con el ritmo de los pueblos, se enfrenta contra todas las cadenas que nos esclavizan y explotan para alcanzar la liberación dialéctica de todas las capacidades, esta vez potenciadas con todas sus fuerzas propias y mejores. Triunfo de la humanidad conciente y libre, al fin, del capitalismo.

Este debate que Alan Woods esgrime es, entre otras muchas cosas, una contribución armada con ideas dispuesta a estudiar línea por línea cualquier afirmación que tienda a confundir a los trabajadores en la lucha por su emancipación. Tal es una de sus razones de ser: contribuir a frenar –y eso es parte de una lucha mundial- el acecho de los reformistas y los socialdemócratas esmerados en desmoralizar, retardar, adormecer y derrotar a la Revolución Socialista y las ideas de Carlos Marx. Aunque se disfracen de "progres"

Este trabajo, bien se ve, ha exigido de su autor mucha más paciencia y resistencia de la que él mismo confiesa. Uno de sus valores principales radica en demostrar, sin cansancio, hasta qué punto la demagogia reformista es capaz de manosear cualquier cosa para inyectar confusión y parálisis a las masas incluso al costo de inventar todas las mentiras y tergiversaciones históricas que a su antojo se presenten como útiles a sus tareas contrarrevolucionarias. Línea por línea Alan Woods ha desmenuzado, en este libro, las "tesis novedosas" que el reformismo oferta a diestra y siniestra para, ahora, disfrazado de redentor, descarrilar al "Socialismo del Siglo XXI" metiéndole confusiones de todo tipo. Pretenden los reformistas y sus cómplices burócratas suplantar la fuerza revolucionaria de los trabajadores, confundirla y llevarla al redil de la mansedumbre más criminal. Así lo han hecho siempre. Abundan los ejemplos.

El rechazo a las burocracias y al reformismo es un clamor popular

Hay países en los que un debate como este es imposible. Los reformistas se cubren las espaldas, se ayudan entre sí y crean camarillas burocratizadas en los gobiernos, las universidades, los sindicatos... los reformistas se blindan con baños mutuos de prestigio lustrado con títulos universitarios y con nombramientos plenipotenciarios. Los reformistas van por el mundo ufanos de impunidad, se dicen genios unos a otros, cada cual inventa un "hilo negro" para bordar su nombre en la historia como grandes redentores de la humanidad, mientras consiguen sueldos, becas, ayudas y premios. Ritual odioso del individualismo. Su misión principal es frenar el desarrollo de la Revolución Socialista –no sólo en el siglo XXI- y para eso ponen al servicio del capitalismo todo su talento de cachorros perversos. El amo les da palmaditas de dinero y de fama. Por eso es tan importante oponer, a los reformistas y sus burócratas, debate y combate.

El debate en las manos de un revolucionario debe servir, entre otras tareas, como un organizador de ideas y un movilizador de acciones concretas. De nada sirve el lucimiento personal, el desplante de sabihondos. De nada sirve la palabrería altisonante ni la payasada de trampear al interlocutor con canalladas aparentemente lógicas o efectistas. Lo que vale es el triunfo de la razón, de la verdad y del interés revolucionario de los trabajadores para terminar con el poder explotador de los banqueros, los mass media golpistas, las iglesias domesticadoras de rebeldías, las fuerzas represivas armadas con odio a sus pueblos, los terratenientes, los especuladores, el burocratismo, el sectarismo... el capitalismo todo.

Hace falta impulsar la Batalla de las Ideas dándole un lugar preponderante a la herramienta del debate científico que sea capaz de elevar el nivel de la conciencia de los revolucionarios haciendo visibles las trampas que el capitalismo nos tiende para hacerse invisible tras la palabrería de ciertos intelectuales y ciertos líderes movilizados por su desconfianza y odio hacia la revolución socialista. Hasta hoy, salvo excepciones magníficas, no se han publicado debates suficientes con respuestas estructuradas, hombro con hombro, al servicio de la lucha revolucionaria y socialista. Y este trabajo de Alan Woods se ofrece como una contribución, no la única.

Derrotar al reformismo no es un problema irresoluble pero es preciso identificar a qué intereses sirve. No es un problema de filosofía política abstracta, no es un problema terminológico o teórico, es un problema político de lo más importante y concreto. El reformismo adiestrado para subordinarse al control del capitalismo y a favor del saqueo y la explotación, debe ser derrotado contundentemente incluidos sus burócratas desde las oficinas, los talleres, las fábricas, las iglesias, las escuelas, los cerebros, las ideas y los sueños… porque muchas de las ideas del reformismo se han inoculado a los pueblos durante mucho tiempo para consolidar una mentalidad contrarrevolucionaria letal que funge como verdad suprema de los oligarcas.

Este debate impulsado por Alan Woods y la Corriente Marxista Internacional, la Campaña Manos Fuera de Venezuela y la Fundación Federico Engels tiene por interés mayor desmadejar la maraña de falacias en cada una de las "ideas" pretendidamente "novedosas" con que algunos intelectuales "listos" se creen capaces de "disolver" entre "pases mágicos" la lucha de clases y sus desafíos inmediatos. Este debate es una herramienta de lucha para la organización y la transformación socialista sin intermediarios ni interpretes asalariados por la burguesía. Este debate se propone contribuir con lo mejor de la lucha obrera mundial, a reconocer las amenazas y los estragos que el reformismo ha causado desde hace mucho tiempo. Contribuye a demostrar que se trata de una lucha añeja ya iniciada por los clásicos del marxismo y el movimiento obrero mundial que han denunciado al reformismo y lo han combatido sin tregua. Además este libro ofrece con toda claridad propuestas concretas para actualizar el combate. Nada menos.

Este debate no es un "pleito" "personal"

Debate no implica pleito entre personas, aquí el pleito verdadero es contra el capitalismo y todos sus disfraces. Otro valor de este libro es que supera con creces cualquier alusión "personal". Más temprano que tarde uno se da cuenta de que poco –o relativamente- importa que un reformista se llame Heinz o se llame Isaías. Que en este trabajo se aluda a una persona es, a poco andar, sólo una estrategia para una lucha de envergadura mayor. Detrás, arriba, adentro... de esa persona adalid del reformismo que escribe, habla y propaga sus tesis a destajo, hay un movimiento contrarrevolucionario empeñado en ganar adeptos gracias a mil circunstancias incluso la de la ignorancia... incluso la de abuso de la buena voluntad de los trabajadores. No importa cómo se llamen los individuos o las organizaciones reformistas, su peligro es inminente y la necesidad de denunciarlos y combatirlos es ineludible.

Este debate emprendido por Alan Woods se esfuerza en contribuir a que la clase trabajadora disponga de una herramienta más para no se dejarse engañar por ninguna forma del reformismo burgués, se empeña en advertir que mientras el capitalismo quede intacto, detrás de cualquier dádiva, los obreros están bajo amenaza y tienden a perder fuerza. De lo que realmente se trata es que el movimiento obrero se desembarace, con sus fuerzas propias, de cualquier estratagema que se invente para engañarlo.

Debe quedar claro a lo largo de esta lectura que el propósito de cada línea es contribuir a consolidar la lucha socialista de los trabajadores ayudados con ideas claras y denuncias profundas, no sólo para contemplar las calamidades del reformismo sino para organizarse eficazmente en su combate contra el capitalismo, transformar al mundo. Una forma, y no la única, es desarrollar la discusión sobre las consecuencias perversas del reformismo no sólo para conocer su historia maligna o esas ideas pretendidamente "novedosas" de sus cachorros, sino para impedir su permanencia. Los problemas políticos, científicos o de dirección revolucionaria no se dirimen y resuelven con adjetivos dirigidos a las personas. Lo útil verdaderamente es conocer las argucias del enemigo para combatir y transformar con precisión todo aquello que distorsione la lucha del movimiento obrero. Conocer con precisión toda amenaza, todo espejismo, todo engaño y aplicar métodos revolucionarios.

Atacar el mal desde la raíz

¿Es este libro muy "radical"? Algunos dirán –especialmente algunos reformistas- que este libro es muy "radical", y efectivamente lo es porque se propone combatir, desde sus raíces burguesas y capitalistas más hondas, las acechanzas y calamidades del reformismo y la burocracia. Eso le duele mucho a las oligarquías porque la naturaleza y especialidad del reformismo es hacer "la vista gorda" a la hora de tocar el fondo de los problemas para resolverlos definitivamente y entonces ellos hacen uso de los adjetivos más extravagantes y tramposos que incluyen las injurias personales, las calumnias y el asesinato. Habrá que hacer un día la lista de los luchadores sociales criminalizados y victimados, agredidos por los reformismos más diversos en aras de "defender" a la burguesía de esos "radicales" que proponen cambios "extremistas". Para las oligarquías, y sus defensores, todo es "extremismo" y todo es "excesivo" cuando lo que quieren es el quietismo, la mansedumbre, los cambios lentos, lentos y largos, largos... cuando a lo que se dedican es a inventar cualquier cosa –incluso intelectuales- para liberar al capitalismo de toda inquietud. Y muchos cobran caro por eso.

El hambre en el mundo y la especulación con los alimentos, la explotación desalmada de los obreros y los campesinos, la represión contra los trabajadores, la falta de viviendas dignas, el saqueo de los recursos y riquezas naturales y la degradación de los ecosistemas... obra del capitalismo deben ser resueltos desde la raíz cualquier solución de superficie, reformista, es insuficiente. Suena a engaño. Millones de personas en el mundo viven a estas horas los estragos de la barbarie. ¿Podemos pedirles que esperen?

El Reformismo es Camaleónico

El reformismo es camaleónico y se escurre por todas partes. Anda por el mundo sembrando confusiones y anda por el mundo poniendo en las mesas de su vaso vacío. Los reformismos, entre otras cosas, se hacen pasar por revolucionarios o se hacen pasar por "progresistas", su papel consiste en frenar todo avance y adueñárselo para negociar con él a favor de sus sectas. El reformismo siempre se interpone como "interprete" o "traductor" del "sentir" de los pueblos, se dedica a bloquear toda organización y movilizaciones que no logra controlar para sus fines de secta. Eso es parte de la expresión de uno de los enemigos más perversos de la clase trabajadora.

El reformismo, de no pocas elites, cuenta con empleados del gobierno, desarrolla ya tareas administrativas y organizacionales. Administran violencia a favor de los intereses y la acumulación de la propiedad privada. Se hacen pasar por "demócratas" pero se trata de elites de control para perpetuarse en el poder, de un partido, de una asamblea, de una organización social cualquiera… si ésta les reporta beneficios de algún tipo, claro. Esas élites reformistas son una de sus expresiones más odiosas del capitalismo, se reagrupan, como fuerza contrarrevolucionaria, entre las capas dirigentes para gozar de todos los bienes posibles, mientras los pueblos viven en la miseria y ven postergados sus urgencias. Si no son los trabajadores quienes asuman el control del Estado con un programa revolucionario y hacia la desaparición de las elites burocráticas, no sólo no se producirán los cambios necesarios sino que el reformismo se encargara de postergarlos hasta derrotarlos.

Desconfían de los pueblos, los creen incapaces de tomar las riendas de su vida, dicen que son atrasados y que aun, en los trabajadores, no hay "madurez" para la revolución. Ellos se abrogan el derecho de dictaminar cuándo llegará tal madurez y mientras inventan paliativos. Esconderán con saliva de genios los triunfos de los pueblos que, incluso contra esos intelectuales, han sabido dar pasos revolucionarios excepcionales. Para los reformistas nada es mejor que hacernos creer que la revolución son ellos y sus ideas "brillantes" del "cambio" ilusorio para que nada cambie en lo concreto, acompañados y bendecidos por la misma vieja burocracia, la corrupción inmaculada, los capitalistas intocables, los terratenientes haciendo de las suyas con los campesinos y el sabotaje de alimentos... la misma policía, los mismos jueces, los mismos lideres traidores.

La diferencia entre el reformismo burgués y la lucha por ciertas reformas coyunturales, impulsadas por los trabajadores, radica en que la clase trabajadora no sueña con dejar intocable al capitalismo. Quienes creen que el mundo se transforma sólo con reformas superficiales, de maquillaje, deben ser combatidos o corregidos de la manera más seria, ellos los reformistas, los que pregonan un "cambio" sin cambios de fondo, expresan la manera en que la burguesía engaña a los obreros, a los campesinos, a todos los trabajadores que no dejarán de ser esclavos asalariados por más "reformas" o "mejoras" que se inventen mientras subsista el dominio del capital.

Alan Woods desnuda tal pánico agazapado en la palabrería del reformismo, realiza una labor penetrante sin perder una sola oportunidad de denunciar. Toda "reforma" burguesa, además de efímera, es tarde o temprano una manera de engañar a los trabajadores. Borra con el codo lo que escribe con la mano. Terminan en la nada y suelen servir para contentar a los obreros sólo por un rato, para dividirlos, pelearlos entre sí y de esa manera garantizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Incluso en sus casos más sinceros el reformismo es un instrumento de la burguesía para corromper para sembrar impotencia, para hacer invisible a los trabajadores su fuerza verdadera para transformar al mundo desde sus raíces. La experiencia de todos los países demuestra que todo reformismo es tarde o temprano una burla a los pueblos. El ascenso de los obreros produce pánico en sus explotadores.

Este libro contiene, también, muchas referencias detalladas sobre la realidad actual de Venezuela y eso es de un valor inobjetable aunque hay que decir que mucho de lo que aquí se refiere al proceso revolucionario hacia el socialismo en Venezuela, y que esta amenazado permanentemente con intoxicaciones contrarrevolucionarias de todo tipo, vale también para muchos otros procesos que en estos momentos despiertan con energía -no sin amenazas- hacia una verdadera democracia socialista. Amenazados incluso desde adentro. Este libro de Alan Woods tiene la cualidad de aludir a un caso específico que refleja una totalidad ante la que es preciso elevar el nivel de la conciencia y elevar el nivel del debate.

El presidente Hugo Chávez declaró una guerra contra la burocracia que debe entenderse incluso contra el reformismo. Definió al burocratismo como "contra- revolución burocrática" capaz de derrotar a la revolución venezolana. Él sabe que el reformismo es una especie de colesterol de las instituciones. Que las instituciones gubernamentales deberían ser dirigidas por la clase obrera. El presidente ha dicho cosas como: "Burocracia y corrupción son la fórmula venenosa que se tiene por dentro"… "es la cuarta república y hay que dar una batalla a muerte porque eso puede acabar con lo mejor de los sueños revolucionarios". Pide el presidente al mundo entero, romper con la mentalidad burocrática, con una cultura de la dilación, el manoseo y la especulación con las necesidades de los pueblos. Pide erradicar una cultura del "sindicalerismo", los grupos que enquistados en el gobierno se han acostumbrado a vivir con privilegios; pide enfrentar el desvío de los recursos y el descorazonamiento de la sociedad victimada por burócratas indolentes, ineficientes y "cancerígenos". ¿Esta claro?

Es de importancia suprema solidarizar activamente con acciones directas tras declaratoria y convocatoria de guerra a la burocracia lanzada por el presidente Hugo Chávez. Se trata de una convocatoria que propone avanzar hasta la médula misma de una fórmula criminal que ha sido cáncer en las entrañas mismas de toda revolución. Se trata de una convocatoria cuya especificidad, relativa al gobierno venezolano, cobra resonancias extraordinarias si se mira la importancia de semejante guerra en el contexto latinoamericano y en el seno mismo de la cultura, hábitos y costumbres cotidianos de los pueblos. Ahora es necesario establecer los mecanismos, tácticas y estrategias concretas para semejante guerra cuya primera virtud es su separación de toda "moraleja", de todo moralismo, para inscribirse de inmediato como proceso socialista contra todo lo que empantana y traiciona la voluntad social sus necesidades, recursos y luchas.

Aquel que se infiltra en el gobierno para cuidar sus intereses personales o de secta, para frena el avance de la revolución que es la toma del poder en manos de los trabajadores, debe ser expulsado de inmediato. Eso es un clamor popular que se extiende cada día más. Si alguien pretende convertirse o se ha convertido en punta de una pirámide privilegiada y dominante, incapaz resolver las demandas de los pueblos, incapaz de generar trabajo productivo, que de dedica sólo dar ordenes selectivamente, a dar órdenes caprichosas e individualistas, que se dedica a favorecer a sus amigos o cómplices y se dedica a castigar a quienes no le son funcionales… gozando para su bienestar de los impuestos que el pueblo paga… si alguien ya se propuso dominar a las masas trabajadoras para que guarden silencio u obediencia a favor del poderío de una secta… si alguien ya se dedica a derrochar en gastos para sí y su familia, sus amigos y cómplices mientras se olvida y margina las urgencias de los obreros, campesinos, indígenas… si alguien –llámese como de llame- se hace cómplice del uso de las fuerzas represivas para salvaguardar las propiedades de las clases privilegiadas… si ese alguien se apropia de manera enmascarada del producto del trabajo ajeno… es preciso denunciarlo y combatirlo desde abajo, dirigir una guerra social contra todos él y todos ellos, contra esa clase burocrática, reformista, socialdemócrata... de disfrace de lo que se disfrace. Incluso si se disfraza de roja... rojita, en cualquier parte del mundo.

Con este libro Alan Woods se ha dado a la tarea científica de explicar detalladamente qué es, qué hace, cómo se infiltra el reformismo en las mejores luchas socialistas y cómo se le combate. Se trata de un libro necesario y urgente que ayudará, sin duda, a perfeccionar nuestras ideas para poner a salvo nuestras mejores luchas hacia el socialismo. Ayudará sin dudas a liberarnos de un parásito pertinaz y muy resistente que insiste en deformar nuestros mejores avances. No aceptemos las fórmulas mágicas de los gerentes del capitalismo porque no hay otra manera de que la revolución se torne irreversible más que expropiando a los terratenientes, banqueros y capitalistas, organizando las bases y métodos de la economía socialista planificada bajo control y administración democrática de la clase obrera.

Con este trabajo podemos, de verdad, aprender mucho. Abrazamos este libro con una bienvenida feliz gracias a su oportunidad, compromiso y valor como herramienta de lucha en plena Batalla de las Ideas y hacia el triunfo del socialismo. Se trata de una contribución rica en principios generales, rica en historia, rica en matices, rica en ideas... con humor y sencillez para nuestra labor de hoy que, entre otras cosas, exige una muy clara y decidida lucha para a derrotar al reformismo camaleónico. Combatirlo, palmo a palmo, incluso en todas sus, como dicen ellos, muy "novedosas" modalidades. Manos a la obra.

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