A Puerta Cerrada - Jean Paul Sartre
El infierno según Sartre: A puerta cerrada
El cielo y el infierno; la luz y la oscuridad. Generalmente se piensa en el infierno como un lugar terrible repleto de suplicios. Un lugar donde los condenados son sometidos a los peores vejámenes físicos. Una eterna y gigantesca sala de torturas.
En A puerta cerrada, Jean-Paul Sartre nos ofrece una idea diferente: el infierno como una habitación donde tres desconocidos son condenados a vivir eternamente, sin poder dormir, sin siquiera poder papadear. No hay torturas ni verdugos, sólo tres personas obligadas a permanecer allí para siempre.
En 1944, Jean Paul Sartre escribe la obra teatral de un solo acto. Tres personas condenadas al infierno por la eternidad encuentran como castigo las relaciones que se establecen entre ellos, básicamente el deseo por la mirada de aceptación del otro. Tres personas egoístas y manipuladoras comparten la muerte por la eternidad, los vicios, deseos y remordimientos congelados para siempre, sin posibilidad de mejoría o redención.
" Como la muerte se convierte en la ausencia de un proyecto de ser, de la imposibilidad del cambio, del decidir y por lo tanto, de la incapacidad de responsabilizarse de los actos (concepto medular sobre la libertad en el existencialismo sartreano); tenemos que los muertos devuelven a los vivos su propia calidad de muertos:
Aquellos tres difuntos quieren señalar a los vivos que son más muertos que los muertos, encerrados entre otros millares de seres como ellos que, juzgándose recíprocamente y espiándose, se impiden mutuamente la verdadera vida. El infierno de los difuntos no tiene nada que envidiar al infierno de los vivos. "
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