El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




El síndrome de Ambras (Fragmento)






El síndrome de Ambras (Fragmento)

Lord Ashton

Alexander cazaba día y noche con desenfrenada vitalidad. Se incorporaba en el lecho cuando el dardo de plata de la luna, que penetraba por una saetera, le hería en el rostro. Entonces sus ojos eran amarillos, no como el ámbar y la miel sino como la amarga resina de los pinos del parque, agotados por la vejez y el exceso de humedad. Un hambre bestial ensanchaba los orificios de su hocico. Abandonaba sigilosamente las mantas de piel. No se vestía ni tomaba una luz. No tenía frío. No necesitaba velas. Se hallaba en el momento titánico en que el débil cuerpo de hombre empieza a calentarse, a crecer, a adquirir una nueva flexibilidad y una velocidad inhumana. Salía, bajaba de las escaleras descalzo porque ya las botas no podrían contener aquello en lo que se habían convertido sus pies, ni los guantes calzar las garras aunque todavía predominara en él el hombre.

[…] No se detuvo, salió de la Torrona y bajó al valle, cada vez más fácilmente, cada vez con más pelo sobre el cuerpo gloriosamente desnudo y, como un animal despojado de todo lo que no fuera su voraz apetito, se lanzó a su mundo lunar sin más testigos que las otras bestias.

Un niño pequeño es presa fácil de noche. Las madres jóvenes están charlando ante la chimenea con sus maridos y cortejos. El vino es flojo, pero a ellos les gusta e incluso les achispa. No conocen otro. Grandes risotadas se oyen mezcladas a veces con llantos que proceden de las cunas. Los rorros ya deberían estar dormidos, pero todavía tratan de llamar la atención para que les hagan caso o les den una última mamada. Es fácil para la bestia salir corriendo con una criatura entre las fauces si, como esta noche, hay un ruido de truenos en el valle y jarana en las casas.

El alobado galopa a cuatro patas apretando su presa. La niña cuelga entre los miembros superiores cogida por las ropas, divertida. Ríe, la desgraciada. Se aferra con sus manitas a los pelos de la bestia, que no tardará en abrirle el vientre y teñir con su sangre caliente y olorosa el hocico puntiagudo y el bello rostro canino. Luego todo son prisas por beber. Deja rota y empapada en sangre y babas, a la muñequita a quien acaba de salvar de una vida miserable en el pueblucho devastado día a día por los Pontibrañas y su partida feroz, y se lanza hacia el río por la zona en que el agua se embalsa y, tranquila, permite que calmar la sed sea un placer para el cazador al que la carne, sabrosa pero inmadura como la fruta verde, del cachorro humano quema por dentro.

Mientras el animal va retrayéndose al interior de su caparazón y de su máscara de hombre, Alexander bebe, primero con la lengua, luego con las manos recobradas, y se lava la cara. Es de nuevo el hermoso lord Ashton de ojos de dulce color de oriental zafiro, desnudo, exaltado, melancólico y ahíto.

Pilar Pedraza

fuente

Sopor Aeternus & The Ensemble Of Shadows - Have You Seen This Ghost?


Darkwave/Gothic Folk/Dark Folk/Medieval/Gothic
Alemania
Sopor Aeternus & The Ensemble Of Shadows - Have You Seen This Ghost? (2011)



2ndo capítulo de la trilogía de Sopor Aeternus & The Ensamble of Shadows: A Triptychon of Ghosts.


01. I Don't Believe In Ghosts
02. One Day My Prince Will Come
03. Cornucopia D'Amour (Füllhorn Der Liebe)
04. It Is Safe To Sleep Alone
05. Hello
06. At The Stroke Of Midnight Gently
07. Starlight Seen Through Veils Of Tears
08. Powder
09. Angel Of The Golden Fountain
10. Where The Ancient Laurel Grows
11. I Fell For One (Who Loved Me Not)
12. Holding Out For A Hero
13. The Hours Of Sadness





Sopor Aeternus - It is safe to SLEEP alone
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SOPOR AETERNUS
Anna-Varney Cantodea
The Ensemble Of Shadows




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Leaves' Eyes - Meredead



Metal/Symphonic
Alemania
Leaves' Eyes - Meredead (2011)



01. Spirits' Masquerade
02. Etan
03. Velvet Heart
04. Krakevisa
05. To France
06. Meredead
07. Sigrlinn
08. Mine Tror er ei Grimme
09. Empty Horizon
10. Veritas
11. Nystev
12. Tell-Tale Eyes
13. Sorhleod (Bonus track)






Leaves Eyes - To France
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Leaves Eyes - Meredead
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Leaves Eyes - Krakevisa
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LEAVES'EYES
Liv Kristine Espenæs Krull - voz
Alexander Krull - voz secundaria, arreglos electrónicos
Thorsten Bauer - guitarra
Sander van der Meer - guitarra
Roland Navratil - batería




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Tras las rejas de la espera - François Ayel Sampellegrini



Tras las rejas de la espera

Guadañas de dolor
habían arrasado cual campo
oscuro, murió de llantos.

Dinteles de frio mármol
con ángeles amarrados
de lágrimas con pavor.

Moribundas rejas insensibles
encerraban almas amortizadas,
blindadas de estupor
cual crucificaba mi alma.

Agoniza la luz de las velas
llorando por frías penas,
mas el viento las congela
de agonía sin metas.

El cólera se amarra
sobre apedreadas estatuas.

La ira sofoca la oscura
e insignificante escuadra.

Mas en el interior cae la sangre
despertando una profunda dama,
oscura, perfecta divinidad
de espaciada calma.

Sanguinaria, que con su sonrisa,
destruye las almas.

Gimen los santos esculpidos
con la sangre de los marcados,
arrastrados con su nombre,
crucificados con sus pecados;

Abrazan los pies de la dama
con sus cuerpos exhumados.

Lloran desde su entraña,
que bendita y pura
esta su oscura alma cristalizada.

Mas no hay llanto comparable
ni rotura incierta
de la blindada puerta,
que, comparable con la muerte,
envenene hasta las mañanas.

Pero os puedo decir
que mi alma seguirá encerrada,
hasta que de sus labios muera
y la sangre beba de mis entrañas.


François Ayel Sampellegrini - Oda a la oscuridad

Nosferatu - Wonderland


Rock Gótico
Reino Unido
Nosferatu - Wonderland (2011)



01. Horror Holiday
02. Wonderland
03. Jackal
04. Silver
05. Bombers
06. Entwined
07. Black Hole
08. Somebody Put Something In My Drink (Main Mix)
09. Spectre
10. Monument




Nosferatu - Wonderland
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Nosferatu - Horror Holiday
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NOSFERATU
Louis DeWray - vocals
Damien DeVille - lead guitar
Nevyn - bass guitar
Chrys Columbine - keyboards, piano, vocals
Belle - drums
6 - rhythm guitar



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La joven del abrigo largo - Vicente Huidobro





La joven del abrigo largo
Vicente Huidobro


Cruza todos los días la plaza en el mismo sentido.
Es hermosa. Ni alta ni baja, tal vez un poco gruesa. Grandes ojos, nariz regular, boca madura que azucara el aire y no quiere caer de la rama.
Sin embargo, tiene un gesto amargado y siempre lleva un abrigo largo y suelto. Aunque haga un calor excepcional. Esta prenda no cae jamás de su cuerpo. Invierno y verano, más grueso o más delgado, siempre el sobretodo como escondiendo algo. ¿Es que ella es tímida? ¿Es que tiene vergüenza de tanta calle inútil?
¿Ese abrigo es la fortaleza de un secreto sentimiento de inferioridad? No sería nada raro. Por eso tiene un estilo arquitectónico que no sabría definir, pero que, seguramente, cualquier arquitecto conoce.
Tal vez tiene el talle muy alto o muy bajo, o no tiene cintura. Tal vez quiere ocultar un embarazo, pero es un embarazo demasiado largo, de algunos años. O será para sentirse más sola o para que todas sus células puedan pensar mejor. Saborea un recuerdo dentro de ese claustro lejos del mundo.
Acaso quiere sólo ocultar que su padre cometió un crimen cuando ella tenía quince años.

La Doble Llama - Octavio Paz





La Doble Llama
Octavio Paz


Todos los días oímos esta frase: nuestro siglo es el siglo de la comunicación. Es un lugar común que, como todos, encierra un equívoco. Los medios modernos de transmisión de las noticias son prodigiosos; lo son mucho menos las formas en que usamos esos medios y la índole de las noticias e informaciones que se transmiten en ellos. Los medios muchas veces manipulan la información y, además, nos inundan con trivialidades. Pero aun sin esos defectos toda comunicación, incluso la directa y sin intermediarios, es equívoca.
El diálogo, que es la forma más alta de comunicación que conocemos, siempre es un afrontamiento de alteridades irreductibles. Su carácter contradictorio consiste en que es un intercambio de informaciones concretas y singulares para el que las recibe. Digo verde y aludo a una sensación particular, única e inseparable de un instante, un lugar y un estado psíquico y físico: la luz cayendo sobre la yedra verde esta tarde un poco fría de primavera. Mi interlocutor escucha una serie de sonidos, percibe una situación y vislumbra la idea de verde. ¿Hay posibilidades de comunicación concreta? Sí, aunque el equívoco nunca desaparece del todo. Somos hombres, no ángeles. Los sentidos nos comunican con el mundo y, simultáneamente, nos encierran en nosotros mismos: las sensaciones son subjetivas e indecibles.
El pensamiento y el lenguaje son puentes pero, precisamente por serlo, no suprimen la distancia entre nosotros y la realidad exterior. Con esta salvedad, puede decirse que la poesía, la fiesta y el amor son formas de comunicación concreta, es decir, de comunión. Nueva dificultad: la comunión es indecible y, en cierto modo, excluye la comunicación: no es un intercambio de noticias sino una fusión. En el caso de la poesía, la comunión comienza en una zona de silencio, precisamente cuando termina el poema. Podría definirse al poema como un organismo verbal productor de silencios. En la fiesta -pienso, ante todo, en los ritos y en otras ceremonias religiosas- la fusión se opera en sentido contrario: no el regreso al silencio, refugio de la subjetividad, sino entrada en el gran todo colectivo: el yo se vuelve un nosotros.

En el amor, la contradicción entre comunicación y comunión es aún más patente.
El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia.


XIII. Stoleti - Ritual


Gothic Rock/Hard
República Checa
XIII. Stoleti - Ritual [2CD] (2011)



CD1

01. Fenix (New)
02. Nosferatu Is Dead
03. Vampires
04. Vendetta (Revenge Version)
05. Justina
06. Nevesta Temnot
07. Katakomby
08. Berlin & Vienna
09. Ruze A Kriz
10. Mesic Lovce
11. Upir S Houslemi (Nocturnal Rebirth)
12. Rezident Evil
13. Prokleti Domu Slunecnic
14. Butterfly On A Wheel (New - Cover The Mission)

CD2

01. Gotika
02. Kabarette Voltaire
03. Fatherland
04. London After Midnight (Fullmoon Remix)
05. Posledni Letadlo Do Buenos Aires (Crash Version)
06. Absinth (Baudelaire Emission)
07. Elizabeth (Carpatian Echoes)
08. Smutne Casy (Alchemy Edit)
09. Trinacte Znameni
10. Bela Lugosi's Dead (I Am Dracula)
11. Mystery Ana (Lycanthropy Attack)
12. Jolene (New - Cover Dolly Parton)
13. Iglau (Bonus - Prequel Mix Version)





XIII Stoleti - Justina
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XIII Stoleti - Elizabeth
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XIII STOLETI
Petr Stepan
Jana Havlová
Mirek "Palda" Paleček
Pavel Stepan



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Espartaco, militancia desde el arte.



Grupo Espartaco


“El arte, no puede ni debe esta desligado de la acción política
y de la difusión militante y educadora (...)
El arte revolucionario latinoamericano debe surgir, en síntesis,
como expresión monumental y pública.”





En 1959, el mundo de la cultura - y especialmente, el de la plástica - en la Argentina se conmueve por el lanzamiento del Grupo "Espartaco". Lo integran Ricardo Carpani, Juan Manuel Sánchez, Mario Mollari, Carlos Sessano, Espirilio Butte, Juana Elena Diz y Pascual Di Bianco. Con él, los trabajadores - proscriptos de la escena política y gremial por la contrarrevolución - ingresan al arte, con sus gestos airados, su mirada amenazante, sus puños de hierro.

Figurativos, de tinte expresionista con sentido social y acento americano, son obras que nos revelan los momentos de mayor fuerza y diversidad del arte argentino. A todos los une un mismo fin, el de contribuir a que el sujeto vea a través del arte lo que el sistema le oculta. La búsqueda de nuestras raíces latinoamericanas, da lugar al surgimiento de una iconografía en la que el color es un todo con el dibujo y, a su vez, un todo con la temática que refiere a los obreros industriales, los campesinos, perfiles manufactureros. Una sola y bien definida geografía, sea ciudad o campo, la que nos deja plasmada en los sentidos nuestra Latinoamérica. De manera que con un lenguaje nuevo, estos artistas apuestan a impactar tanto en círculos artísticos como en entornos fabriles. Lo que los llevó a apropiarse del muralismo mexicano, con la convicción de que el arte debía llegar hasta las masas. Los miembros del Grupo plantean la no existencia de un arte nacional “puesto que culturalmente nos hallamos sometidos a un vasallaje colonial. (…) No negamos que haya grandes pintores como Berni o Spilimbergo, pero la mayoría se desenvuelve bajo una órbita de europeización total. A nosotros, en cambio, nos une el arte de toda la América Indígena”.
Si bien el grupo continúa en actividad hasta 1968, Carpani y Di Bianco se separan en 1961 para insertarse en el movimiento obrero. Primero en la CGT, a través de la Unión Obrera Metalúrgica, y más tarde decididamente en la CGT de los Argentinos. Desde la Federación Gráfica Bonaerense, Carpani trabaja junto al líder sindical Raimundo Ongaro en la realización de afiches y carteles, convirtiéndose en un hito cuya producción terminará marcando toda una época del cartel político en el país.








La historia del Grupo Espartaco está indisolublemente ligada a la época que le dio entidad. Sus trabajos nos hablan de un tiempo en el que las fábricas humeaban las 24 horas y los obreros peleaban por mejoras. En ese sentido, su conformación y su disolución marcan el período que le dio la vida. La ebullición política de los jóvenes universitarios y obreros industriales gritaba, en la mayoría de los idiomas, que la utopía era posible.

La exposición del grupo se acompañó con la fundamentación ideológica a través de la cual estos jóvenes pintores planteaban la síntesis entre la vanguardia formal y los contenidos populares y latinoamericanos. El manifiesto fue redactado, en sus partes fundamentales por Ricardo Carpani y sostenía lo siguiente:

MANIFIESTO DEL GRUPO "ESPARTACO"


Es evidente que en nuestro país, a excepción de algunos valores aislados, no ha surgido hasta el momento una expresión plástica trascendente, definitoria de nuestra personalidad como pueblo. Los artistas no podemos permanecer indiferentes ante este hecho, y se nos presenta con carácter imperativo la necesidad de llevar adelante un profundo estudio del origen de esta frustración.

Si analizamos la obra de la mayor parte de los pintores argentinos, especialmente de aquellos que la crítica ha llevado a un primer plano, observaremos como característica común el total divorcio con nuestro medio, el plagio sistematizado, la repetición constante de viejas y nuevas fórmulas, que si en su versión original constituyeron auténticos hallazgos artísticos, al ser copiados sin un sentido creativo se convierten en huecos balbuceos de impotentes.

Las causas determinantes de esta situación están en la base misma de nuestra vida económica y política, de la cual la cultura es su resultado y complemento. Una economía enajenada al capital imperialista extranjero no puede originar otra cosa que el coloniaje cultural y artístico que padecemos. La oligarquía, agente y aliada del imperialismo, controla directa o indirectamente los principales resortes de nuestra cultura, y, a través de ellos, enaltece o sume en el olvido a los artistas seleccionando únicamente a aquellos que la sirven. Constituye, además, por ser la clase más pudiente, el principal mercado comprador de obras artísticas. En virtud de los intereses que representa se caracteriza en el plano cultural por una mentalidad extranjerizante, despreciativa de todo lo genuinamente nacional y por lo tanto popular.

El resultado de todo esto es que el artista no tiene otro camino para triunfar que el de la renuncia a la libertad creadora, acomodando su producción a los gustos y exigencias de aquella clase, lo que implica su divorcio de las mayorías populares que constituyen el elemento fundamental de nuestra realidad nacional. Es así como, al dar la espalda a las necesidades y luchas del hombre latinoamericano, vacía de contenido su obra, castrándola de toda significación, pues ya no tiene nada trascendente que decir. Se limita entonces a un mero juego con los elementos plásticos, virtuosismo inexpresivo, en algunos casos de excelente técnica, pero de ninguna manera arte, ya que éste sólo es posible cuando se produce una total identificación del artista con la realidad de su medio.

No se piense que esta última sea una afirmación arbitraria: constituye un problema que hace a la esencia misma del arte. En efecto, un arte nacional es la única posibilidad que existe de hacer arte. A través de las mejores obras de los más grandes artistas de la historia, percibimos ante todo, el espíritu de la sociedad que las engendró. No puede ser de otra manera, ya que el artista es un hombre y todo hombre se conforma fundamentalmente según los elementos sociales que gravitan sobre él: productor de la sociedad, al expresarse artísticamente, si lo hacen en un sentido profundo y con sinceridad, dará expresión, de un modo inevitable, al medio que lo rodea.

El ritmo del crecimiento histórico es variable para cada sociedad y esa variación es el principal elemento incidente en el origen de las nacionalidades. En consecuencia toda obra artística, por el hecho de ser una expresión social, necesariamente ha de ser también una expresión nacional. Generalizando, podría decirse que el arte surge como el resultado de una necesidad de expresión individual, que al concretarse será una expresión nacional, pues el individuo fundamentalmente es producto de la nación, y culminará finalmente, en expresión universal, ya que los problemas trascendentes del hombre son universales.

El problema del surgimiento de un arte nacional en nuestro país, determina el verdadero alcance que debe tener para nosotros el término "nacional". Unidad geográfica, idiomática y racial; historia común, problemas comunes y una solución de esos problemas que sólo será factible mediante una acción conjunta, hacen de Latinoamérica una unidad nacional perfectamente definida. La gran Nación Latinoamericana ya ha tenido en Orozco, Rivera, Tamayo, Guayasamín, Portinari, etc., fieles intérpretes que partiendo de las raíces mismas de su realidad han engendrado un arte de trascendencia universal. Este fenómeno no se ha dado en nuestro país salvo aisladas excepciones.

El arte latinoamericano, considerando las características sociales y políticas de nuestro continente, ha de estar necesariamente imbuido de un contenido revolucionario, que será dado por el libre juego de los elementos plásticos en sí, prescindiendo de la anécdota desarrollada, si es que la hay. La anécdota podrá tener una importancia capital para el artista cuando aborda una temática que siente profundamente y en la cual encuentra inspiración; pero en última instancia no constituye el elemento que justifica y determina la validez intrínseca de la obra de arte, ni es de ella que emana el contenido de su trabajo. De ahí lo absurdo de cierto tipo de pintura pretendidamente revolucionaria que se limita a describir escenas de un revolucionarismo dudoso, utilizando un realismo caduco y superado. No es de extrañar entonces que por su misma inoperancia esta pintura sea tolerada, y hasta en cierto modo favorecida, por aquellos mismos que combaten toda expresión artística auténticamente nacional y revolucionaria.

Es imprescindible dejar de lado todo tipo de dogmatismo en materia estética; cada cual debe crear utilizando los elementos plásticos en la forma más acorde con su temperamento, aprovechando los últimos descubrimientos y los nuevos caminos que se van abriendo en el panorama artístico mundial y que constituyen el resultado de la evolución de la Humanidad, pero eso sí, utilizando estos nuevos elementos con un sentido creativo personal y en función de un contenido trascendente.

Todo intento de creación de un arte nacional, es consecuentemente combatido por ciertos críticos al servicio de la prensa controlada por el capital imperialista. Se ha apelado a todos los recursos, desde el ataque directo, en nombre de una universalidad abstracta, hasta la rumbosa presentación de algo que, como arte nacional, ni siquiera es arte.

Se trata en verdad de refractar en el campo de la creación artística, el sometimiento económico y político de las mayorías, pero simultánea e indisociablemente, sus luchas por emanciparse. Porque en la medida en que el arte llama y despierta el inconsciente colectivo de la humanidad, pone en movimiento las más confusas aspiraciones y deseos, exalta y sublima todas las represiones a que se ve sometido el hombre moderno, es un poderoso e irresistible instrumento de liberación. El arte es el libertador por excelencia y las multitudes se reconocen en él, y su alma colectiva descarga en él sus más profundas tensiones para recobrar por su intermedio las energías y las esperanzas. De ahí que para nosotros el arte sea un insustituible arma de combate, el instrumento precioso por medio del cual el artista se integra con la sociedad y la refleja, no pasiva sino activamente, no como un espejo sino como un modelador.

De las manos de la nueva generación de artistas latinoamericanos habrá de salir el arte de este continente, que aún no ha realizado su unidad; quizá le esté reservado por este arte revolucionario realizarla antes en la esfera creadora como síntoma de la inevitable unificación política. Pues no sería la primera vez en la historia que el arte se anticipa a los hechos económicos o políticos; y tal vez en ello reside su grandeza. Partiendo de la realidad, la prefigura y la renueva.

Estos objetivos se cumplirán mediante una doble acción: el arte, no puede ni debe estar desligado de la acción política y de la difusión militante y educadora de las obras en realización. El arte revolucionario latinoamericano debe surgir, en síntesis, como expresión monumental y pública. El pueblo que lo nutre deberá verlo en su vida cotidiana. De la pintura de caballete, como lujoso vicio solitario hay que pasar resueltamente al arte de masas, es decir, al arte.

GRUPO "ESPARTACO"
Abril de 1961



Arte y Revolucion en America Latina
Ricardo Carpani








“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores
no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires.
Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores:
la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.
La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños
son los dueños de todas las otras cosas.”

Rodolfo Walsh



Diorama - A Different Life



Darkwave, Synth Pop
Alemania

Diorama - A Different Life (2007)



01. Screenface 05:02
02. Definition Power 04:41
03. Why 06:06
04. Burning Out 05:58
05. Synthesize Me 04:19
06. Protected World 04:37
07. 10,000 Meter Waves 06:38
08. Sands 05:44
09. Exit The Grey 05:19
10. Kein Mord 05:06
11. No Tears 06:09
12. Blessed 05:18
13. Colder





Diorama - Synthesize me
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Diorama - Das Meer live in Bochum 2011
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DIORAMA
Torben Wendt - voz, teclados, letras
Felix Marc - coros, teclados
Zash Violinista - guitarra;
Markus cabestro - batería;
Bernard le Shiga (2002-2006) - voz, bajo.



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Un proceso en el clima del corazón - Dylan Thomas



Un proceso en el clima del corazón

Un proceso en el clima del corazón
vuelve lo húmedo seco; la bala de oro
estalla en la tumba helada.
Un proceso en el barrio de las venas
vuelve la noche día; y al vivo gusano da luz
la sangre en sus soles.

Un proceso en el ojo avisa a tiempo a los
huesos
de la ceguera; y el útero atrae una muerte
hacia adentro
mientras escapa hacia afuera la vida.

Una sombra en el clima del ojo
es la mitad de su luz, el mar sondeado
rompe en tierra no atrapada por anzuelos.
La semilla que del lomo hace un bosque
corta la mitad de su fruto; y una mitad cae
lentamente
en un sueño dormido.

Un clima en la carne y el hueso
es húmedo y seco; delante del ojo
los vivos y los muertos van como fantasmas.

Un proceso en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño en su
madre
está en una doble sombra.
Un proceso impulsa a la luna dentro del sol,
baja las cortinas raídas de la piel;
y el corazón cede sus muertos.

Dylan Thomas


Morella - Edgar Allan Poe






Morella
Edgar Allan Poe (1809-1849)

El mismo, por si mismo únicamente,
eternamente uno, y solo
Platón, Symposium.


Consideraba yo a Morella con un sentimiento de profundo y singular afecto. Habiéndola conocido casualmente hace muchos años, mi alma, desde nuestro primer encuentro, ardió con un fuego que no había conocido; pero no era ese fuego el de Eros, y representó para mi espíritu un tormento la convicción de que no podría definir su insólito carácter ni regular su vaga intensidad. Sin embargo, nos tratamos, y el destino nos unió ante el altar; jamás hablé de pasión, ni pensé en el amor. Ella, aun así, huía de la sociedad, y dedicándose a mí, me hizo feliz. Asombrarse es una felicidad, y una felicidad es soñar.

La erudición de Morella era profunda. Como espero mostrar, sus talentos no eran de orden vulgar, y su potencia mental era gigantesca. Lo percibí, y en muchos temas fui su discípulo. No obstante, pronto comprendí que, quizá a causa de haberse educado en Pressburgo ponía ella ante mí un gran número de esos libros místicos que se consideran generalmente como la simple escoria de la literatura alemana. Esas obras constituían su estudio favorito y constante, y si en el transcurso del tiempo llegó a ser el mío también, hay que atribuirlo a la simple, pero eficaz influencia del hábito y del ejemplo.

Mis convicciones no estaban en modo alguno basadas en el ideal, y no se descubriría, como no me equivoque por completo, ningún tinte del misticismo de mis lecturas, ya fuese en mis actos o ya fuese en mis pensamientos.

Persuadido de esto, me abandoné sin reserva a mi esposa, y me adentré con firme corazón en el laberinto de sus estudios. Y entonces -cuando, sumiéndome en páginas terribles, sentía un espíritu aborrecible encenderse dentro de mí- venía Morella a colocar su mano fría en la mía, y hurgando las cenizas de una filosofía muerta, extraía de ellas algunas graves y singulares palabras que, dado su extraño sentido, ardían por sí mismas sobre mi memoria. Y entonces, hora tras hora, permanecía al lado de ella, sumiéndome en la música de su voz, hasta que se infestaba de terror su melodía, y una sombra caía sobre mi alma, y palidecía yo, y me estremecía interiormente ante aquellos tonos sobrenaturales. Y así, el gozo se desvanecía en el horror, y lo más bello se tornaba horrendo, como Hinnom se convirtió en Gehena.

Resulta innecesario expresar el carácter exacto de estas disquisiciones que, brotando de los volúmenes que he mencionado, constituyeron durante tanto tiempo casi el único tema de conversación entre Morella y yo. Los enterados de lo que se puede llamar moral teológica las concebirán fácilmente, y los ignorantes poco comprenderían. El vehemente panteísmo de Fichte, la palingenesia modificada de los pitagóricos, y por encima de todo, las doctrinas de la Identidad tal como las presenta Schelling, solían ser los puntos de discusión que ofrecían mayor belleza a la imaginativa Morella. Esta identidad llamada personal, la define con precisión mister Locke, creo, diciendo que consiste en la cordura del ser racional. Y como por persona entendemos una esencia inteligente, dotada de razón, y como hay una conciencia que acompaña siempre al pensamiento, es ésta la que nos hace a todos ser eso que llamamos nosotros mismos, diferenciándonos así de otros seres pensantes y dándonos nuestra identidad personal. Pero el principium individuationis -la noción de esa identidad que en la muerte se pierde o no para siempre- fue para mí en todo tiempo una consideración de intenso interés, no sólo por la naturaleza pasmosa y emocionante de sus consecuencias, sino por la manera especial y agitada como la mencionaba Morella.

Pero realmente había llegado ahora un momento en que el misterio del carácter de mi esposa me oprimía como un hechizo. No podía soportar por más tiempo el contacto de sus pálidos dedos, ni el tono profundo de su palabra musical, ni el brillo de sus melancólicos ojos. Y ella sabía todo esto, pero no me reconvenía.

Parecía tener conciencia de mi debilidad o de mi locura, y sonriendo, las llamaba el Destino. Parecía también tener conciencia de la causa, para mí desconocida, de aquel gradual desvío de mi afecto; pero no me daba explicación alguna ni aludía a su naturaleza. Sin embargo, era ella mujer, y se consumía por días. Con el tiempo, se fijó una mancha roja constantemente sobre sus mejillas, y las venas azules de su pálida frente se hicieron prominentes. Llegó un instante en que mi naturaleza se deshacía en compasión; pero al siguiente encontraba yo la mirada de sus ojos pensativos, y entonces sentíase mal mi alma y experimentaba el vértigo de quien tiene la mirada sumida en algún aterrador e insondable abismo.

¿Diré que anhelaba ya con un deseo fervoroso y devorador el momento de la muerte de Morella? Así era; pero el frágil espíritu se aferró en su envoltura de barro durante muchos días, muchas semanas y muchos meses tediosos, hasta que mis nervios torturados lograron triunfar sobre mi mente, y me sentí enfurecido por aquel retraso, y con un corazón demoníaco, maldije los días, las horas, los minutos amargos, que parecían alargarse y alargarse a medida que declinaba aquella delicada vida, como sombras en la agonía de la tarde.

Pero una noche de otoño, cuando permanecía quieto el viento en el cielo, Morella me llamó a su lado. Había una oscura bruma sobre toda la tierra, un calor fosforescente sobre las aguas, y entre el rico follaje de la selva de octubre, hubiérase dicho que caía del firmamento un arco iris.

-Éste es el día de los días -dijo ella, cuando me acerqué-; un día entre todos los días para vivir o morir. Es un día hermoso para los hijos de la tierra y de la vida, ¡ah, y más hermoso para las hijas del cielo y de la muerte!

Besé su frente, y ella prosiguió:

-Voy a morir, y a pesar de todo, viviré.
-¡Morella!
—No han existido nunca días en que hubieses podido amarme; pero a la que aborreciste en vida la adorarás en la muerte.
—¡Morella!
-Repito que voy a morir. Pero hay en mí una prenda de ese afecto, ¡ah, cuan pequeño!, que has sentido por mí, por Morella. Y cuando parta mi espíritu, el hijo vivirá, el hijo tuyo, el de Morella. Pero tus días serán días de dolor, de ese dolor que es la más duradera de las impresiones, como el ciprés es el más duradero de los árboles. Porque han pasado las horas de tu felicidad, y no se coge dos veces la alegría en una vida, como las rosas de Paestum dos veces en un año. Tú no jugarás ya con el tiempo el juego del Teyo; pero, siéndote desconocidos el mirto y el vino, llevarás contigo sobre la tierra tu sudario, como hace el musulmán en la Meca.
-¡Morella! -exclamé- ¡Morella! ¿cómo sabes esto?

Pero ella volvió su rostro sobre la almohada, un leve temblor recorrió sus miembros, y ya no oí más su voz.

Sin embargo, como había predicho ella, su hijo -el que había dado a luz al morir, y que no respiró hasta que cesó de alentar su madre-, su hijo, una niña, vivió. Y creció extrañamente en estatura y en inteligencia, y era de una semejanza perfecta con la que había desaparecido, y la amé con un amor más ferviente del que creí me sería posible sentir por ningún habitante de la Tierra.

Pero, antes de que pasase mucho tiempo, se ensombreció el cielo de aquel puro afecto, y la tristeza, el horror, la aflicción, pasaron veloces como nubes. He dicho que la niña creció extrañamente en estatura y en inteligencia. Extraño, en verdad, fue el rápido crecimiento de su tamaño corporal; pero terribles, ¡oh, terribles!, fueron los tumultuosos pensamientos que se amontonaron sobre mí mientras espiaba el desarrollo de su ser intelectual. ¿Podía ser de otra manera, cuando descubría yo a diario en las concepciones de la niña las potencias adultas y las facultades de la mujer, cuando las lecciones de la experiencia se desprendían de los labios de la infancia y cuando veía a cada hora la sabiduría o las pasiones de la madurez centellear en sus grandes y pensativos ojos? Como digo, cuando apareció evidente todo eso ante mis sentidos aterrados, cuando no le fue ya posible a mi alma ocultárselo más, ni a mis facultades estremecidas rechazar aquella certeza, ¿cómo puede extrañar que unas sospechas de naturaleza espantosa y emocionante se deslizaran en mi espíritu, o que mis pensamientos se volvieran, despavoridos, hacia los cuentos extraños y las impresionantes teorías de la enterrada Morella?

Arranqué a la curiosidad del mundo un ser a quien el Destino me mandaba adorar, y en el severo aislamiento de mi hogar, vigilé con una ansiedad mortal cuanto concernía a la criatura amada.

Y mientras los años transcurrían, y mientras día tras día contemplaba yo su santo, su apacible, su elocuente rostro, mientras examinaba sus formas que maduraban, descubría día tras día nuevos puntos de semejanza en la hija con su madre, la melancólica y la muerta. Y a cada hora aumentaban aquellas sombras de semejanza, más plenas, más definidas, más inquietantes y más atrozmente terribles en su aspecto. Pues que su sonrisa se pareciese a la de su madre podía yo sufrirlo, aunque luego me hiciera estremecer aquella identidad demasiado perfecta; que sus ojos se pareciesen a los de Morella podía soportarlo, aunque, además, penetraran harto a menudo en las profundidades de mi alma con el intenso e impresionante pensamiento de la propia Morella. Y en el contorno de su alta frente, en los bucles de su sedosa cabellera, en sus pálidos dedos que se sepultaban dentro de ella, en el triste tono bajo y musical de su palabra, y por encima de todo (¡oh, por encima de todo!) en las frases y expresiones de la muerta sobre los labios de la amada, de la viva, encontraba yo pasto para un horrendo pensamiento devorador, para un gusano que no quería perecer.

Así pasaron dos lustros de su vida, y hasta ahora mi hija permanecía sin nombre sobre la tierra. Hija mía y amor mío eran las denominaciones dictadas por el afecto paterno, y el severo aislamiento de sus días impedía toda relación. El nombre de Morella había muerto con ella. No hablé nunca de la madre a la hija; érame imposible hacerlo. En realidad, durante el breve período de su existencia, la última no había recibido ninguna impresión del mundo exterior, excepto las que la hubieran proporcionado los estrechos límites de su retiro.

Pero, por último, se ofreció a mi mente la ceremonia del bautismo en aquel estado de desaliento y de excitación, como la presente liberación de los terrores de mi destino. Y en la pila bautismal dudé respecto al nombre. Y se agolparon a mis labios muchos nombres de sabiduría y belleza, de los tiempos antiguos, y de los modernos, de mi país y de los países extranjeros, con otros muchos, muchos delicados de nobleza, de felicidad y de bondad. ¿Qué me impulsó entonces a agitar el recuerdo de la muerta enterrada? ¿Qué demonio me incitó a suspirar aquel sonido cuyo recuerdo real hacía refluir mi sangre a torrentes desde las sienes al corazón? ¿Qué espíritu perverso habló desde las reconditeces de mi alma, cuando, entre aquellos oscuros corredores, y en el silencio de la noche, musité al oído del santo hombre las sílabas Morella? ¿Qué ser más demoníaco retorció los rasgos de mi hija, y los cubrió con los tintes de la muerte cuando estremeciéndose ante aquel nombre apenas audible, volvió sus límpidos ojos desde el suelo hacia el cielo, y cayendo prosternada sobre las losas negras de nuestra cripta ancestral, respondió: ¡Aquí estoy!?

Estas simples y cortas sílabas cayeron claras, fríamente claras, en mis oídos, y desde allí, como plomo fundido, se precipitaron silbando en mi cerebro. Años, años enteros pueden pasar; pero el recuerdo de esa época, ¡jamás! No desconocía yo, por cierto, las flores y la vid; pero el abeto y el ciprés proyectaron su sombra sobre mí noche y día. Y no conservé noción alguna de tiempo o de lugar, y se desvanecieron en el cielo las estrellas de mi destino, y desde entonces se ensombreció la tierra, y sus figuras pasaron junto a mí como sombras fugaces, y entre ellas sólo vi una: Morella. Los vientos del firmamento suspiraban un único sonido en mis oídos, y las olas en el mar murmuraban eternamente: Morella. Pero ella murió, y con mis propias manos la llevé a la tumba; y reí con una risa larga y amarga al no encontrar vestigios de la primera Morella en la cripta donde enterré la segunda.


 
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