Camilo Torres: El Sacerdote guerrillero
"No depondré las armas mientras el poder no esté totalmente en las manos del pueblo".
Se graduó como bachiller en el Liceo Cervantes en 1946. Luego de estudiar un semestre de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, ingresó al Seminario Conciliar de Bogotá, donde permaneció siete años, tiempo durante el cual Camilo se comenzó a interesar por la realidad social, creando un círculo estudios sociales, junto con su compañero Gustavo Pérez. Como cristiano, se sintió atraído por el tema de la pobreza y la justicia social.
Camilo se ordenó como sacerdote en 1954, y luego viajó a Bélgica a estudiar sociología en la Universidad de Lovaina. Durante su estadía en Europa, hizo contacto con la Democracia Cristiana , el movimiento sindical cristiano, y con los grupos de resistencia argelina en París, factores que lo llevaron a acercarse a la causa de los oprimidos. Fundó con un grupo de estudiantes colombianos de la universidad el ECISE (Equipo colombiano de investigación socioeconómica)
En 1958 se graduó como sociólogo con el trabajo “Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogotá” (publicado en 1987 como “La proletarización de Bogotá”), que fue uno de los pioneros en sociología urbana del país. En 1959 regresó a Bogotá y fue nombrado capellán de la Universidad Nacional. Allí, junto con Orlando Fals Borda, fundó la Facultad de Sociología en 1960, a la que estuvo vinculado como profesor.
Colaboró con la investigación dirigida por Germán Guzmán, publicada como “La violencia en Colombia” (1962, segundo tomo 1964). En 1963 presentó el ensayo “La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas”, en el primer Congreso Nacional de Sociología. Hizo parte del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP).
Presionado por el alto clero, en 1965 renunció al sacerdocio.
Ese año, planteó una plataforma para un movimiento de unidad popular, gestando así a la fuerza política “Frente Unido del pueblo”.
Desarrolló numerosas manifestaciones y actos públicos, y publicó el semanario “Frente Unido”. Igualmente hizo contacto con el Ejército de Liberación Nacional, conformado en 1964, con el que acordó la continuación de la agitación política en las ciudades, y su posterior ingreso a la organización cuando se considerase necesario.
Pensamiento político
Camilo formó parte de una iglesia contestataria internacional que se desarrolla en la década de 1960, convirtiéndose en una de sus figuras principales. El cristo suponía, para Camilo, la creación de una sociedad justa e igualitaria. Esto lo tradujo como la obligación de hacer una profunda revolución, que despojara del poder a los ricos y explotadores (la oligarquía), para darle paso a una sociedad socialista.
Los principales planteamientos de Camilo Torres pueden sintetizarse en las siguientes ideas en torno a la situación nacional:
para transformar el país y lograr el bienestar de la clase popular es necesario liberar al país del imperialismo norteamericano y de la oligarquía que sirve a sus intereses; es necesaria la fusión, la movilización y la vinculación de los sectores pobres de la población a la lucha por la construcción de un nuevo Estado. Por esto, debe generarse la unidad del movimiento revolucionario y opositor, aglutinando a las masas oprimidas del país; debe tenerse la convicción de llevar la lucha hasta el final afrontando todas las consecuencias; y por último, los cristianos no solamente tienen la posibilidad de participar en la revolución, sino que tienen la obligación de hacerlo (“el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”).
Otro elemento fundamental en el pensamiento de Camilo lo constituyó su esfuerzo por conciliar el cristianismo con el marxismo, impulsando un nuevo tipo de sociedad de carácter socialista y cristiano, basado en la justa distribución de la riqueza. “Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado”.
La incapacidad de lograr cambios auténticos y profundos por medios pacíficos y legales, llevó a Camilo a plantearse la necesidad de la lucha armada como medio para el establecimiento de un nuevo estado y una nueva sociedad, de carácter socialista. Por ello se vinculó al ELN, donde esperaba alcanzar la realización de la revolución en Colombia, hasta que cayó muerto en su primer combate.
Su ejemplo inspiró a movimientos de sectores cristianos como el grupo “Golconda”, o el caso chileno de “Sacerdotes para el socialismo”, impulsor del ascenso de Salvador Allende, y a personalidades como el padre Ernesto Cardenal, participante de la rebelión sandinista en Nicaragua, y en general, a las comunidades eclesiales de base, que conformaron una nueva iglesia latinoamericana comprometida con el cambio revolucionario, originándose la corriente conocida como la “teología de la liberación”.
Igualmente, el ejemplo de Camilo fue retomado por sacerdotes comprometidos que se vincularon a la lucha armada, como los casos de los españoles Domingo Laín y Manuel Pérez, que morirían combatiendo con el ELN. (Pérez llegó a ser comandante político de la organización, hasta que murió por una enfermedad en 1998).
Hoy en día, su ejemplo se mantiene en la lucha revolucionaria que mantiene el Ejército de Liberación Nacional desde hace 42 años, y su pensamiento perdura en estudiantes, obreros y campesinos de toda Colombia y América Latina.
Las circunstancias de su muerte.
El 15 de Febrero se cumplen 44 años de la caída en combate de nuestro Comandante en Jefe Camilo Torres Restrepo.
Igualmente, el 14 de Febrero recordamos con inmenso dolor y fuerza, la desaparición física, doce años atrás, del sacerdote camilista y entrañable Comandante en Jefe del ELN de Colombia, Manuel Pérez Martínez. Es inevitable que en estas históricas fechas nos atropellen los recuerdos y la memoria nos evoque con más fuerza que nunca las emblemáticas figuras de Camilo y Manuel, entrañables combatientes y dirigentes irremplazables de la revolución colombiana y latinoamericana.
La coherencia de sus vidas se iluminan y sostienen mutuamente. Camilo como símbolo y líder que abrió el camino teológico y revolucionario para una nueva generación de luchadores latinoamericanos, a pesar de su prematura muerte, y Manuel como jefe indiscutible de un período político, a consideración propia, el más rico y profundo en toda la historia del ELN. Camilo y Manuel fueron testigos de su tiempo, dirigentes nacionales y universales, de esos que superan los impactos del coyunturalismo y se erigen en visionarios de la historia y del futuro.
El camilismo es un pensamiento que no solo se refiere a la práctica sino que es elaborado por alguien inserto en ella. Los mensajes camilistas iluminan una práctica política que sabe penetrar la conciencia social de los sectores a los que va dirigidos.
En estos tiempos de revolución bien vale la pena releerlos para entender su enorme vigencia y la combinación dialéctica de la historia con la realidad concreta del momento político de aquellos años 65. Aún hoy hay muchas interpretaciones y discusiones sobre lo que representa el pensamiento camilista, esto mismo revela su significado histórico y su importancia política. Lo que nada ni nadie pueden negar es su clara postura humanista, unitaria, visionaria, su profunda fe, devoción por los pobres, su condena al imperialismo, su dimensión teológica que se hace cercana y constante como ejemplo en la construcción de la Iglesia de los pobres, desafiando y cuestionando las altas jerarquías, a fin de contribuir desde el evangelio liberador con el testimonio revolucionario. Las primeras vertientes liberadoras desde la teología de la liberación fueron sembradas en Colombia y en nuestra América por Camilo Torres Restrepo, y con ellas ya jamás la Iglesia y el evangelio de Jesús podrán ser reducidas a la arrogancia, al poder y al desprecio de las jerarquías eclesiales. Camilo se adelantó a su época y con sus proféticas demandas de justicia social sembró para siempre un mensaje bíblico que se hace vivo hoy en la presencia de las comunidades eclesiales en apoyo y defensa de la Revolución Bolivariana en Venezuela, con la participación masiva de la Iglesia Brasilera a través de la pastoral social y la pastoral de tierras en apoyo al MST y a algunas medidas de carácter popular emprendidas por el gobierno de Lula. El evangelio de Jesús Liberador está activo en la resistencia indígena en Chiapas (México), en el levantamiento soberano del pueblo Boliviano, en las prédicas sociales de un sector de la Iglesia colombiana que se expresa con mayor fuerza en las diócesis de Barranca y Quibdo.
Camilo expresa la necesidad y la posibilidad histórica del 'diálogo y la colaboración entre marxistas y cristianos', pensamiento que en su desarrollo práctico crearía situaciones nuevas en el terreno de la Iglesia y el cristianismo en los ámbitos nacional y mundial.
Su compromiso político realza una obligada síntesis entre el investigador, el científico, el sacerdote, el revolucionario, no como una dicotomía, sino como el resultado de una visión múltiple y plural de la sociedad colombiana y de su dimensión profundamente humana y social.
Podríamos afirmar que después de Camilo, el mensaje liberador ha sido imposible domesticarlo a pesar de los esfuerzos y las mentiras de los poderosos burócratas de la Iglesia.
Su vinculación al ELN
Estaba decidido. Asumió el compromiso revolucionario guerrillerismo foquista. Para no pocos, Camilo se vinculó a la lucha armada por hechos casuísticos como las caídas de cartas y caletas que lo comprometían ante los militares de manera directa con el ELN.
Para nosotros, las viejas y nuevas generaciones elenas, esta polémica es clara y cerrada con contundencia por la historia:
Camilo se hizo guerrillero como sociólogo, porque como científico comprendió que no bastaba diagnosticar sobre los males que aquejan a las sociedades capitalistas en sus siempre presentes síntomas de insalubridad, hambre, miserias, injusticias, exclusión; sino que era necesario soluciones radicales y violentas que extirparan de raíz y para siempre todas estas ausencias juntas. Camilo concluyó que sin un cambio profundo de estructuras de Estado, resultaría imposible la verdadera justicia social.
Como sacerdote y cristiano, Camilo se hizo guerrillero por serle fiel a sus convicciones y creencias en cuanto a que 'el deber de todo cristiano es hacer la revolución'. Se comprometió hasta las últimas consecuencias, renunciando a las posibilidades sociales y económicas que su extracción de clase le permitía. Fue seguidor de Cristo y precursor de cientos de hombres y mujeres que al igual que él y en unión del evangelio se alzaron en armas contra los tiranos en la patria americana.
"Donde cayó Camilo nació una cruz,
pero no de madera sino de luz.
Lo mataron cuando iba por su fusil,
Camilo Torres muere para vivir"
Como colombiano porque en su dimensión humana, de pueblo, de patria, y por sus conocimientos de la historia nacional, ve atónito cómo la alternancia en el poder de las nuevas y viejas momias oligárquicas, se suceden en cadena como en los tronos imperiales o en las llamadas monarquías constitucionales, y todo en nombre de la democracia, de la libertad, de la justicia, de la constitución y de la ley. ¡¿Cómo violentar este ciclo monótono, infame e injusto?!
y se unió a aquellas masas llenas de desamparo y de hambre física e intelectual. Luchó de cara al país, como suele decirse hoy, contra las oligarquías, los altos mandos militares, las jerarquías eclesiales, los partidos petrificados que ya sabemos, y esa izquierda caótica y criticista que encerrada en sus propios altares, hacía apología a sus propias desdichas. Cerrados J todos los caminos para la acción de masas, ¿cuál era el camino para un hombre como Camilo?, ¿El exilio?, Descartado para alguien de su temple. ¿La renuncia? No, porque éste es el camino de los cobardes, de los timoratos, de los amigos de las corbatas y las buenas chequeras; jamás será considerada siquiera como una opción para la gente digna, y dignidad le sobraba a Camilo.
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