El Oráculo de Delfos
En su época fue consultado por todos los célebres personajes de Grecia. Cuando Roma se apoderó de los territorios griegos también llegaban a él los grandes emperadores romanos a consultar su destino. Sus consejos, muy bien orientados a solucionar los problemas entre las ciudades, contribuyó a establecer un punto de unión entre todos los griegos, independientemente de sus leyes o costumbres.
Se dice que en Delfos se construyó el primer templo con cera de abejas y pluma; el segundo, con tallos de helecho entrelazados; el tercero, con ramas de laurel; que Hefesto construyó el cuarto de bronce con aves canoras posadas en el techo, pero que un día la tierra lo tragó; y que el quinto, construido con piedras labradas, fue destruido por el fuego en el año de la quincuagésimaoctava Olimpíada [489 a. de C.] y fue reemplazado por el santuario actual
Según la leyenda, en Delfos era donde había ido a parar por voluntad de Zeus la piedra que se tragó su padre Crono (el ónfalo, "ombligo"). Hasta allí, a los pies del monte Parnaso, llegó Apolo y fundó uno de sus principal santuario, después de vencer a la serpiente Pitó que moraba en el lugar. Estableció su oráculo, haciendo que una sacerdotisa, llamada Pitia o Pitonisa, en memoria de la serpiente Pitó, transmitiera las respuestas. La Pitia se sentaba en un asiento de tres patas forrado de la piel de la serpiente (trípode). En una primer etapa del Oráculo, la Pitonisa practicaba la "cleromancia" (que era agitar en un recipiente piedras blancas y negras y sacaba a suerte la respuesta).
Pero en época de la Grecia clásica, La Pitonisa entraba a lo más profundo del templo, donde en trance por quemar hojas de laurel o por otros procedimientos pronunciaba palabras extrañas y sin aparente sentido. Al otro lado de la sala, separados de ella por una cortina, los sacerdotes del templo interpretaban en forma lógica sus palabras y las transcribían para los consultantes.
Las consultas al Oráculo se realizaba el séptimo día de cada mes, conmemorando el nacimiento de Apolo que, según la tradición, tuvo lugar en la isla de Delos el día siete del mes séptimo. Acudían a Delfos peregrinos del mundo entero con la esperanza de que su consulta pudiera ser atendida. Llegado el día la Pitia, después de tomar el baño purificador en las aguas de la fuente Castalia, y de beber agua de la fuente Casotis, se dirigía al templo acompañada por los sacerdotes. Cada consultante debía entregar, como pago por la consulta, una tarta de miel (pelanos) o su equivalente en dinero.
Después se dirigían al templo por la Vía Sacra, camino poblado de bellísimas estatuas. En la ceremonia debía sacrificarse un animal, preferentemente un cabrito, pero antes había que consultar si el dios estaba dispuesto a revelarles ese día sus oráculos; para ello se rociaba con agua fría al animal y, si temblaba al recibir el agua la ceremonia continuaba, en caso contrario se suspendía hasta el mes siguiente. Sacrificado el animal, los consultantes entraban en el templo, atravesaban la primera sala donde estaban inscritas las famosas máximas: " Conócete a ti mismo" y " Nada en demasía", y pasaban a la gran sala del templo, donde esperaban su turno.
Cuando le llegaba su hora, el consultante descendía por una escalera hasta llegar ante la Pitia, de quien le separaba una cortina. Ésta actuaba en un foso sentada sobre un trípode, tocando un ónfalo y teniendo en una de sus manos una rama de laurel. Una vez que entraba en trance, daba las respuestas a las preguntas formuladas. Las preguntas se hacían oralmente; sólo los grandes temas de Estado se hacían por escrito. La Pitia daba sus respuestas hablando siempre en primera persona, como si fuera el dios el que hablaba; los sacerdotes las anotaban, las interpretaban, y las entregaban al interesado escritas en verso, con un texto generalmente confuso, con lo que siempre quedaba a salvo la veracidad del oráculo.
Sócrates
¿Y qué tiene que ver Sócrates con el oráculo de Delfos? Pues mucho, porque el filósofo partió de una inscripción que podía leerse en este oráculo (la popular conócete a ti mismo) para desarrollar toda su teoría filosófica.
La verdad es que todo lo que sabemos de esta importante figura del pensamiento occidental es a través de los escritos de otros, porque él no dejó ni una sóla línea escrita. Se cuenta que uno de sus amigos, Querofonte, consultó al oráculo de Delfos si había en el mundo alguien más sabio que Sócrates y el oráculo le contestó que no. Al filósofo le extrañó muchísimo porque él pensaba que no sabía nada (recordad que una de sus máximas más famosas es sólo sé que no sé nada). El maestro, entonces, se dedicó a hablar con personas de la ciudad de Atenas que se suponía que sabían mucho, como políticos y poetas.
Después de dialogar con ellos, se convenció de que no sabían lo que creían saber, es decir, que ignoraban su propia ignorancia, mientras que él ya sabía que no sabía, y al ser consciente de su tremenda ignorancia era más sabio que ellos.
Sócrates creía que era todo un reformador moral. Sólo le preocupaba una cosa: averiguar cómo debía comportarse el ser humano. Pensaba que conocer el bien era lo mismo que hacerlo, porque nadie hace el mal a sabiendas. Insiste: si alguien hace mal es porque no sabe que hace algo malo, por lo que no debe ser castigado. Obrar de mala manera es sólo el fruto de la ignorancia. A modo de ejemplo: un buen zapatero nunca haría un par de zapatos malos. Lo mismo los humanos: si conocemos el bien, lo hacemos. Él decía que “el saber es virtud”.
Lo que hacía Sócrates era interrogar a las personas para enseñarles. Lo conseguía utilizando el arte de la mayéutica, que no es más que un hábil interrogatorio para que cada uno descubra la verdad.
1 Comentario:
Me quedé pensando en que precisamente por medio de la mayéutica mis dudas sobre cualquier cosa aumentan, y sin embargo me siento más sabio: "al conocer la ignorancia en sí mismo Sócrates era más sabio que el resto". Interesante manera de verlo.
Nos vemos en el ocaso...
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