Tras las rejas de la espera
Guadañas de dolor
habían arrasado cual campo
oscuro, murió de llantos.
Dinteles de frio mármol
con ángeles amarrados
de lágrimas con pavor.
Moribundas rejas insensibles
encerraban almas amortizadas,
blindadas de estupor
cual crucificaba mi alma.
Agoniza la luz de las velas
llorando por frías penas,
mas el viento las congela
de agonía sin metas.
El cólera se amarra
sobre apedreadas estatuas.
La ira sofoca la oscura
e insignificante escuadra.
Mas en el interior cae la sangre
despertando una profunda dama,
oscura, perfecta divinidad
de espaciada calma.
Sanguinaria, que con su sonrisa,
destruye las almas.
Gimen los santos esculpidos
con la sangre de los marcados,
arrastrados con su nombre,
crucificados con sus pecados;
Abrazan los pies de la dama
con sus cuerpos exhumados.
Lloran desde su entraña,
que bendita y pura
esta su oscura alma cristalizada.
Mas no hay llanto comparable
ni rotura incierta
de la blindada puerta,
que, comparable con la muerte,
envenene hasta las mañanas.
Pero os puedo decir
que mi alma seguirá encerrada,
hasta que de sus labios muera
y la sangre beba de mis entrañas.
François Ayel Sampellegrini - Oda a la oscuridad
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