La llama de una vela
Gaston Bachelard
Gaston Bachelard
En este pequeño libro de simple sueño, sin la sobrecarga de ningún saber,
querríamos expresar hasta qué punto se renueva el sueño de un soñador en la contemplación de una llama solitaria. La llama es, entre los objetos del mundo que convocan el sueño, uno de los más grandes productores de imágenes. La llama nos obliga a imaginar. Ante una llama, en tanto se sueña, lo que uno percibe al mirar no es nada en relación con lo que se imagina. La llama lleva a los más diversos dominios de la meditación su carga de metáforas e imágenes.
Gracias a la llama, tomada como objeto de sueño, las más desvaídas metáforas llegan a ser realmente imágenes. En tanto las metáforas son, a menudo, más que traslación de pensamientos, en un afán de expresarse mejor, de decir de otra manera, la imagen, la verdadera imagen, cuando es vivida primero en la imaginación, cambia el mundo imaginado, imaginario. Por la imagen imaginada conocemos ese absoluto del sueño que es el sueño poético. Un soñador dichoso de soñar, activo en su sueño, contiene una verdad del alma, un porvenir del ser humano.
Entre todas las imágenes, las de la llama-tanto las ingenuas como las más alambicadas, las recatadas como las traviesas-llevan una señal de poesía. Todo soñador de llama es un poeta en potencia. Todo sueño ante la llama es un sueño de asombro.
Tenemos para la llama una natural admiración, diríamos: una admiración innata. La llama produce una acentuación del placer de ver más allá de lo siempre visto. Nos obliga a mirar
La contemplación de la llama perpetúa un sueño originario. Ella nos aleja del mundo y amplía el mundo del soñador. La llama es por sí misma una presencia importante, pero cerca de ella vamos a soñar con lo distante, con lo muy lejano: "Nos perdemos en los sueños". La llama está allá, menuda y enclenque, luchando por conservar su ser, y el soñador se va a soñar a otra parte, perdiendo su propia alma, soñando con lo grande, demasiado grande, soñando con el mundo.
La llama es un mundo para el solitario.
fuente: Hexen, El Libro Negro
1 Comentario:
Cuando leo este texto, sólo se me manifiesta una palabra: eudaimonia. Concepto aristotélico (deteriorado por los humanos posteriores) que yo aquí asimilo a un objetivo.
La llama es el objetivo que un soñador cualquiera persigue y la esperanza jalando completamente de uno. Es así como se sigue luchando por obtener lo deseado (renovación del sueño), nos volvemos a proyectar (estimulante de la imaginación), contemplamos el fin y el principio precursor de nuestro sueño (perpetuación del sueño originario); también, nos produce un Eu o buen sentir (acentuación del placer) y hace que el sueño pueda corresponderse con la realidad en la concreción (de la metáfora a la imagen).
Pero más allá de eso, es muestra de vida: todo condensado allí, como la imagen de múltiples deseos. Por lo que sin duda alguna es una “señal de poesía”.
Nota poco aclaratoria: “de la metáfora a la imagen” quiere decir: “tránsito de la representación a la correspondencia absoluta del principio de identidad, más conocido como ES”.
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