"CULITOS”....
Barnabás
Barnabás
“Agregue un toqué de pimienta, sal, romero, una ramita de tomillo y llevé al horno a fuego lento de una hora y media a dos....revise el horno...”... .
Marcelo anotó textualmente esa y muchas otras recetas que la mujer en la tv dio para la “carne” en su programa de cocina.
Ya hacía cierto tiempo que Marcelo coleccionaba recetas de cocina y todas incluían carne.
Marcelo se ha había ido quedando solo desde hace unos diez años, a sus ya cuarenta y cinco había quedado completamente aislado.....mentalmente, él cumplía sus labores como un autómata, saluda porque debía hacerlo, lo mismo las respuestas que daba a las ocasionales preguntas que llegó a recibir, solitario entre los solitarios..., su esposa se fue cuando él contaba con treinta años, tras nueve de matrimonio, dos hijos....,y también varias pasadas por hospitales por “caídas”, “accidentes” que terminaron por hartarla, los golpes y gritos, nunca han mantenido a una esposa en casa...,al menos en estos más “racionales” (que ironía) tiempos modernos.
El intento de suicidio y posterior internación en un psiquiátrico cinco años después que su esposa lo dejara y se llevara a los críos, no ayudo mucho que digamos en sus relaciones sociales, y cinco fueron también los años que paso allí, con la compañía de los electroshocks (que se dice están descontinuados y que fueron reemplazados por la química, pero que continúan friendo cerebros igual o más que antes), de las pastillas anti-psicóticas, tranquilizantes a la vena, que le dejaban un dolor por días y le hacían después caminar como un robot cuando hacían su efecto además de mearse como un bebé encima, y claro que también uso alguna vez la moda de hace años en estos centros, las famosas “camisas de fuerza” y se harto de la “apetitosa” comida a base de diversas papillas, que hasta un bebe despreciaría por lo insípidas......, fueron como dije cinco años de esta rutina, hasta que un psiquiatra calvo y pederasta ( se supo al año de salir de ahí, tanto en la tv como los diarios festinaron de este hombre sorprendido con los pantalones abajo y un paciente arriba, nada menos que por una comisión del gobierno que revisaba las instalaciones)le dio sin más de alta, al encontrarle según el “estable en su psicosis” y le dio el cerro de pastillas con que desde entonces comienza sus días a modo de desayuno y lo hecho nuevamente al mundo de los “cuerdos”.
Pero sigamos aún recordando sus años en el loquero, fue ahí donde conoció a un anciano de ojos muertos, de un azul apagado y frío, de cabellos ralos y blanquísimos, flaco como una lombriz y con aún sus dientes que a Marcelo le parecían siempre que se los veía, grandes y afilados. Este anciano era (o fue) uno de los más “celebres” residentes de aquel psiquiátrico, se hizo conocido por haber matado y comido a unos 50 niños (la verdad nunca se pudo precisar la cifra) antes de meterle ahí.
Se comentaba aún en los pasillos como había sido sorprendido nada menos que comiéndose un estofado que tenía la carne de un par de chicos de cuatro y seis años y que fueron los últimos que pudo cocinar y devorar, ya que las sospechas sobre él hacia algún tiempo ya que eran más que fundadas, y ya eran muchos los niños desaparecidos y él para satisfacer su afán se había vuelto algo descuidado..,tanto como para dejar su cartera en el sitio justo en que había matado de un martillazo en la nuca a sus dos pequeñas “presas”.
Se libero primero Juan del linchamiento de sus indignados vecinos, ya que más de alguno de ellos lloraba la muerte en sus manos de uno de sus hijos, pero Juan ya no recordaba si así era, fueron muchos los que él digirió y cago en esos días.
Y se liberó también del pelotón de fusilamiento, porque para todos los que le vieron, y supieron lo que él hizo y tenía en su casa, era evidente que no estaba en sus cabales. Su casa se encontraba en medio de un residencial y tranquilo barrio, la cuál termino siendo moteada por la prensa como “el museo de los horrores” (nada muy original por lo demás, museos de esos, de casas como la de Juan la verdad sobran en la historia humana), en su casa Juan guardaba como él les llamó en el tribunal muchos “recuerdos” de sus “alimentos” (lo que estremeció en ese caluroso día a más de alguno en el tribunal, recuérdese que esos “alimentos” eran niños de hasta dos años algunos), algunos de estos “recuerdos” eran por ejemplo un juego completo de té, hecho con pequeños cráneos de los niños, ahuecados por Juan, con cucharillas hechas con huesos, muchos frascos de conservas, que en vez de frutas conservaban pequeños “ojos” en alcohol metílico, una bajada de cama enteramente hecha con cabello humano, tocaba una flauta (bastante bien, según las declaraciones de sus ahora horrorizados vecinos al contemplarla) hecha de una “tibia” o hueso de la pierna de una de sus víctimas, solía, dijo en sus declaraciones, también regalar por navidades frascos con “conservas” de carne salada a sus vecinos (logrando que más de alguno de ellos vomitara hasta el alma en el tribunal, al saber que “carne” era la que habían comido él, su señora o sus hijos de manos del “amable vecino” tan considerado siempre con todos por navidad).
Hasta frazadas confeccionadas enteras con piel humana tenía Juan en su cama,
-“Son muy calientitas”
, declaró a los cada vez más espantados jueces y público del tribunal, tan tranquilo como si dijera que eran de plumas de ganso,
-“ Ya tengo setenta años y debo de cuidarme del frío y también en mi alimentación”,
y la verdad parecía hacerlo ya que en esos días no parecía tener más de cincuenta.
-“Es la carne de mis “alimentos” la que me hace mantenerme así como me ven, es carne joven, sin grasas aún – Explicaba Juan a los aterrados jurados y público - ....,muchos antes pensaban que era la “sangre” la que le mantenía a uno, pues no, es la carne ,la “buena” carne la que le mantiene a uno...”.
Cuando Marcelo le conoció, ya de ochenta y tres años, parecía que tuviera más de cien o incluso más.
-“ Es por haber dejado la “buena dieta”- le decía a Marcelo.- “ Ya hace mucho que dejé de tomar mis “alimentos”-y la baba le corría por sus labios al recordar seguramente sus cenas a base de carne de niño- “ Debe de ser de preferencia siempre de “alimentos” de hasta cinco años a seis como máximo, de más edad ya se van poniendo “duros”.
“Muchas noches “- le decía Juan a Marcelo en susurros para que no le sorprendieran los guardias hablando de semejantes temas y que andaban por ahí cerca, Juan les miraba con odio- “Siempre me golpean estos mierdas” -y ah Marcelo la verdad le constaba lo “cariñosos” que los guardias podían ser con uno – “Como te decía –volvía a susurrar- muchas noches me preparé la “mejor parte” de mis “alimentos”, a las brasas, con muchos aliños, el plato sublime” - y Marcelo podía ver la saliva atorándole al hablar, sus ojos semi-cerrados, rememorando el placer que le habían producido estas “viandas”- “La mejor pieza, son siempre “los culitos”, asados, lentamente, esos blancos y blanditos culitos de “alimentos”, con salcita...., orégano, pimienta.. .”.
Recordaba también Juan la indignación que supo había sentido el viejo Juan, cuando le preguntaron si había violado a los niños antes de comérselos.
-“Te imaginas” –le dijo con cara de asco cuando le contó-“ ¿Comerte un culito en que hayas metido tu polla y luego haberte venido ahí?.
Sin embargo, Marcelo siempre pensó que si en su locura el viejo Juan hubiera pensado que su semen le daba mejor “sabor” a sus “culitos”, el viejo Juan se los hubiera cepillado varias veces seguro.
Así fueron muchas las tardes y noches que Marcelo escucho de Juan, como adobar los “culitos”, que aliños eran los mejores para usar, como incluso escabecharlos, como usar en otras preparaciones el resto de las piernas o brazos, como conservar y también usar los órganos internos, como el hígado, los riñones, las tripas, como preparar las conservas, etc, todo el “recetario” del viejo Juan lo escucho muchas veces Marcelo en aquel psiquiátrico.
Pero un año antes de que saliera Marcelo de ahí, al viejo Juan se le detuvo el corazón y se fue al inmundo pedazo de tierra que los “cuerdos” destinan para los locos caníbales, y Juan paso solitario las tardes y las noches ahora, hasta que el psiquiatra ya mencionado le dio su cerro de pastillas, la mayoría rosadas (bueno el tipo ya se dijo que era gay) y lo volvió al mundo de los que vivían fuera de la institución psiquiátrica.
Así Marcelo según el psiquiatra mariposón podía volver a “vivir tranquilo” como le dijo, pero al parecer este “vivir tranquilo” nada tenía que ver o no tomaba en cuenta la necesidad de ganarse el pan, nadie quería darle empleo, el estigma de su separación y de su internación le seguía para donde él fuera como una amante tenaz, suerte que sus pastillas se las daban gratis cada quince días en la misma clínica, pero la renta de su minúsculo departamento, la poca ropa que tenía, el gas, la locomoción etc, todo eso no se lo daban en la clínica, al fin luego de casi agotar sus exiguos ahorros que aún le quedan encontró un puesto en un colegio para niños huérfanos ....., ya que al parecer en esas instituciones quienes están a cargo de los cuidados de esas criaturas sin padres ni familias no son muy exigentes con quienes contratan, y si les pueden pagar menos del mínimo mejor aún, ahí fregaba los pisos, limpiaba la mierda en los sucios baños y hacía lo que le encomendarán en las diez hora diarias que ahí pasaba. Se sentía a gusto ahí, sin embargo a las pocas semanas comenzó para Marcelo un verdadero suplicio...., a veces le tocaba cargar con algún niño llorón, o ayudar a limpiar a los que se habían cagado, y el sentir y ver sus “culitos” le empezó a inquietar grandemente, sentía primero en sus manos una especie de “cosquilleo”, y notó que comenzaba a “acariciar” cada vez por más tiempo los “culitos” de los niños que en suerte le tocaba atender, y con el tiempo notó también que un hilo de saliva le descendía en esos momentos por sus labios.
Un día en que había limpiado más de un culo de niño lleno de mierda en su trabajo, soñó con una asadera con el carbón al rojo, humeante, y vio en su sueño una carne rosada, tierna, casi sin grasas....,pero de un olor particular, dulzón, nunca lo había sentido....,pero igualmente supo en su sueño que esa carne era un culo de niño. Despertó gritando y bañado en transpiración y supo que debía hacer algo pronto sino quería terminar arrojándose a las ruedas de un coche....,aunque después muchos pensaron que precisamente eso es lo que debió de hacer.
Con el sueldo de ese mes Marcelo acondiciono su cocina, instaló un ducto nuevo de aire, con modernos filtros, de esos “no contaminantes”, ya hacía varios días que casi no dormía, apenas cerraba sus ojos y la asadera humeante volvía a aparecer y el dulzón olor lo invadía todo, notaba ahora también mezclado en este olor el de la pimienta, el romero, y otros aliños, todos mencionados por el viejo Juan...., en su trabajo debía cada vez más contenerse de apretujar en demasía los eventuales culitos que pasaban por sus manos, transpiraba helado en aquellos instantes y le quedaba a veces una mancha fresca de saliva en el cuello de sus camisas, lograba contenerse aún, pero sabía que aquello no iba a durar mucho, ya sobrevivía a punta de una doble dosis de sus pastillas y jarras de café negro, casi no comía y adelgazaba a ojos vistas.
Por fin una noche ya no pudo pegar un ojo..., y le siguieron cinco más a esa, Marcelo encarando las cosas, se decidió y forjó un plan, eligió a una niña que recientemente había ingresado a la institución y que apenas era reconocida por los que ahí trabajaban, sabía que debían pasar algunos meses para ello, ahí todos los mocosos era casi iguales, y solo existían en los registros, y fue precisamente ahí dónde primero la hizo desaparecer Marcelo, simplemente con un corrector borró el día de su ingreso y la niña entro en el limbo antes de haber muerto. El día Viernes de aquélla semana al salir ya de su trabajo, le regalo unos dulces y le dijo que detrás del “kiosko” del patio le daría más pero que debía de hacerlo a escondidas porque sino se los quitarían, la niña a sus cuatro años era bastante inteligente y engullendo rápidamente los que les había pasado Marcelo dijo que si con su cabeza, al llegar al lugar Marcelo no tubo mayores problemas de atizarle con un martillo en la cabeza que le asentía hace unos momentos, le pego con un martillo por recordar las hazañas que le narrara el viejo Juan, luego en un bolso deportivo la niña entro perfecta y fácilmente ...,fueron muchos los niños y niñas que Marcelo saco de la institución muertos de esa forma.
Ya en su apartamento, la cortó, primero separó la cabeza del tronco y la dejo en una cazuela para que hirviera y comer luego sus sesos en vinagreta, (una de las tantas recetas de su amigo el viejo Juan), separó luego las piernas y los brazos, sus interiores fueron a parar en un frasco en la heladera, y su hígado sirvió a Marcelo para preparar un excelente “paté al estragón”, su lindo y blanco “culito” alcanzó para sacar cuatro hermosos filetes que Marcelo adobó con muchas especies y cerveza que el dejaba caer en los filetes mientras se iban asando en su recientemente instalada parrilla a carbón y que complementada con el ducto extractor, funcionó a la perfección y nada de humo se filtro en la cocina de Marcelo, y salió hacia fuera sin olor alguno por el filtrado, en una cacerola preparó unas patatas que cubrió con crema agria, una simple ensalada de lechugas con aceitunas y un buen vino tinto chileno , fueron su gran primera cena con “culitos” de niño.
Y esa noche Marcelo pudo al fin dormir a pierna suelta y encima se volvió a hartar de “culitos” de niño en sus sueños con su parrilla .....,y al fin dos años antes de jubilar, casi justo veinte años de comer aquella primera niña, a los sesenta y seis años (representaba solo cincuenta y menos) Marcelo fue detenido y posteriormente ajusticiado por comerse a una cantidad indeterminada de niños huérfanos ,pero que se llegó a estimar en unos doscientos (otros los subían a unos dos mil....,pero para el gobierno de turno esa cantidad era mucho más que “inconveniente”), a él también como a su amigo el viejo Juan, lo perdió un descuido, simplemente borró mal el nombre de un niño en el registró y después se le hecho en falta y se sospechó por aparecer emborronado, comenzaron así las sospechas hasta que en las pesquisas de la policía se encontró una prenda del niño en el bolso de deportes de Marcelo que también por descuido este olvido quemar como siempre hacía con esas cosas en su ya vieja y grasienta parrilla....., lo que la policía encontró en el departamento de Marcelo da para otra historia, por ultimo cabe agregar el titular del diario que más se destacó fue ...,”No he comprado carnes rojas en más de diez años, solo así he logrado ahorrar algo de dinero”, y de más esta decir que su despensa y heladera siempre estuvo...”llena”.
Marcelo anotó textualmente esa y muchas otras recetas que la mujer en la tv dio para la “carne” en su programa de cocina.
Ya hacía cierto tiempo que Marcelo coleccionaba recetas de cocina y todas incluían carne.
Marcelo se ha había ido quedando solo desde hace unos diez años, a sus ya cuarenta y cinco había quedado completamente aislado.....mentalmente, él cumplía sus labores como un autómata, saluda porque debía hacerlo, lo mismo las respuestas que daba a las ocasionales preguntas que llegó a recibir, solitario entre los solitarios..., su esposa se fue cuando él contaba con treinta años, tras nueve de matrimonio, dos hijos....,y también varias pasadas por hospitales por “caídas”, “accidentes” que terminaron por hartarla, los golpes y gritos, nunca han mantenido a una esposa en casa...,al menos en estos más “racionales” (que ironía) tiempos modernos.
El intento de suicidio y posterior internación en un psiquiátrico cinco años después que su esposa lo dejara y se llevara a los críos, no ayudo mucho que digamos en sus relaciones sociales, y cinco fueron también los años que paso allí, con la compañía de los electroshocks (que se dice están descontinuados y que fueron reemplazados por la química, pero que continúan friendo cerebros igual o más que antes), de las pastillas anti-psicóticas, tranquilizantes a la vena, que le dejaban un dolor por días y le hacían después caminar como un robot cuando hacían su efecto además de mearse como un bebé encima, y claro que también uso alguna vez la moda de hace años en estos centros, las famosas “camisas de fuerza” y se harto de la “apetitosa” comida a base de diversas papillas, que hasta un bebe despreciaría por lo insípidas......, fueron como dije cinco años de esta rutina, hasta que un psiquiatra calvo y pederasta ( se supo al año de salir de ahí, tanto en la tv como los diarios festinaron de este hombre sorprendido con los pantalones abajo y un paciente arriba, nada menos que por una comisión del gobierno que revisaba las instalaciones)le dio sin más de alta, al encontrarle según el “estable en su psicosis” y le dio el cerro de pastillas con que desde entonces comienza sus días a modo de desayuno y lo hecho nuevamente al mundo de los “cuerdos”.
Pero sigamos aún recordando sus años en el loquero, fue ahí donde conoció a un anciano de ojos muertos, de un azul apagado y frío, de cabellos ralos y blanquísimos, flaco como una lombriz y con aún sus dientes que a Marcelo le parecían siempre que se los veía, grandes y afilados. Este anciano era (o fue) uno de los más “celebres” residentes de aquel psiquiátrico, se hizo conocido por haber matado y comido a unos 50 niños (la verdad nunca se pudo precisar la cifra) antes de meterle ahí.
Se comentaba aún en los pasillos como había sido sorprendido nada menos que comiéndose un estofado que tenía la carne de un par de chicos de cuatro y seis años y que fueron los últimos que pudo cocinar y devorar, ya que las sospechas sobre él hacia algún tiempo ya que eran más que fundadas, y ya eran muchos los niños desaparecidos y él para satisfacer su afán se había vuelto algo descuidado..,tanto como para dejar su cartera en el sitio justo en que había matado de un martillazo en la nuca a sus dos pequeñas “presas”.
Se libero primero Juan del linchamiento de sus indignados vecinos, ya que más de alguno de ellos lloraba la muerte en sus manos de uno de sus hijos, pero Juan ya no recordaba si así era, fueron muchos los que él digirió y cago en esos días.
Y se liberó también del pelotón de fusilamiento, porque para todos los que le vieron, y supieron lo que él hizo y tenía en su casa, era evidente que no estaba en sus cabales. Su casa se encontraba en medio de un residencial y tranquilo barrio, la cuál termino siendo moteada por la prensa como “el museo de los horrores” (nada muy original por lo demás, museos de esos, de casas como la de Juan la verdad sobran en la historia humana), en su casa Juan guardaba como él les llamó en el tribunal muchos “recuerdos” de sus “alimentos” (lo que estremeció en ese caluroso día a más de alguno en el tribunal, recuérdese que esos “alimentos” eran niños de hasta dos años algunos), algunos de estos “recuerdos” eran por ejemplo un juego completo de té, hecho con pequeños cráneos de los niños, ahuecados por Juan, con cucharillas hechas con huesos, muchos frascos de conservas, que en vez de frutas conservaban pequeños “ojos” en alcohol metílico, una bajada de cama enteramente hecha con cabello humano, tocaba una flauta (bastante bien, según las declaraciones de sus ahora horrorizados vecinos al contemplarla) hecha de una “tibia” o hueso de la pierna de una de sus víctimas, solía, dijo en sus declaraciones, también regalar por navidades frascos con “conservas” de carne salada a sus vecinos (logrando que más de alguno de ellos vomitara hasta el alma en el tribunal, al saber que “carne” era la que habían comido él, su señora o sus hijos de manos del “amable vecino” tan considerado siempre con todos por navidad).
Hasta frazadas confeccionadas enteras con piel humana tenía Juan en su cama,
-“Son muy calientitas”
, declaró a los cada vez más espantados jueces y público del tribunal, tan tranquilo como si dijera que eran de plumas de ganso,
-“ Ya tengo setenta años y debo de cuidarme del frío y también en mi alimentación”,
y la verdad parecía hacerlo ya que en esos días no parecía tener más de cincuenta.
-“Es la carne de mis “alimentos” la que me hace mantenerme así como me ven, es carne joven, sin grasas aún – Explicaba Juan a los aterrados jurados y público - ....,muchos antes pensaban que era la “sangre” la que le mantenía a uno, pues no, es la carne ,la “buena” carne la que le mantiene a uno...”.
Cuando Marcelo le conoció, ya de ochenta y tres años, parecía que tuviera más de cien o incluso más.
-“ Es por haber dejado la “buena dieta”- le decía a Marcelo.- “ Ya hace mucho que dejé de tomar mis “alimentos”-y la baba le corría por sus labios al recordar seguramente sus cenas a base de carne de niño- “ Debe de ser de preferencia siempre de “alimentos” de hasta cinco años a seis como máximo, de más edad ya se van poniendo “duros”.
“Muchas noches “- le decía Juan a Marcelo en susurros para que no le sorprendieran los guardias hablando de semejantes temas y que andaban por ahí cerca, Juan les miraba con odio- “Siempre me golpean estos mierdas” -y ah Marcelo la verdad le constaba lo “cariñosos” que los guardias podían ser con uno – “Como te decía –volvía a susurrar- muchas noches me preparé la “mejor parte” de mis “alimentos”, a las brasas, con muchos aliños, el plato sublime” - y Marcelo podía ver la saliva atorándole al hablar, sus ojos semi-cerrados, rememorando el placer que le habían producido estas “viandas”- “La mejor pieza, son siempre “los culitos”, asados, lentamente, esos blancos y blanditos culitos de “alimentos”, con salcita...., orégano, pimienta.. .”.
Recordaba también Juan la indignación que supo había sentido el viejo Juan, cuando le preguntaron si había violado a los niños antes de comérselos.
-“Te imaginas” –le dijo con cara de asco cuando le contó-“ ¿Comerte un culito en que hayas metido tu polla y luego haberte venido ahí?.
Sin embargo, Marcelo siempre pensó que si en su locura el viejo Juan hubiera pensado que su semen le daba mejor “sabor” a sus “culitos”, el viejo Juan se los hubiera cepillado varias veces seguro.
Así fueron muchas las tardes y noches que Marcelo escucho de Juan, como adobar los “culitos”, que aliños eran los mejores para usar, como incluso escabecharlos, como usar en otras preparaciones el resto de las piernas o brazos, como conservar y también usar los órganos internos, como el hígado, los riñones, las tripas, como preparar las conservas, etc, todo el “recetario” del viejo Juan lo escucho muchas veces Marcelo en aquel psiquiátrico.
Pero un año antes de que saliera Marcelo de ahí, al viejo Juan se le detuvo el corazón y se fue al inmundo pedazo de tierra que los “cuerdos” destinan para los locos caníbales, y Juan paso solitario las tardes y las noches ahora, hasta que el psiquiatra ya mencionado le dio su cerro de pastillas, la mayoría rosadas (bueno el tipo ya se dijo que era gay) y lo volvió al mundo de los que vivían fuera de la institución psiquiátrica.
Así Marcelo según el psiquiatra mariposón podía volver a “vivir tranquilo” como le dijo, pero al parecer este “vivir tranquilo” nada tenía que ver o no tomaba en cuenta la necesidad de ganarse el pan, nadie quería darle empleo, el estigma de su separación y de su internación le seguía para donde él fuera como una amante tenaz, suerte que sus pastillas se las daban gratis cada quince días en la misma clínica, pero la renta de su minúsculo departamento, la poca ropa que tenía, el gas, la locomoción etc, todo eso no se lo daban en la clínica, al fin luego de casi agotar sus exiguos ahorros que aún le quedan encontró un puesto en un colegio para niños huérfanos ....., ya que al parecer en esas instituciones quienes están a cargo de los cuidados de esas criaturas sin padres ni familias no son muy exigentes con quienes contratan, y si les pueden pagar menos del mínimo mejor aún, ahí fregaba los pisos, limpiaba la mierda en los sucios baños y hacía lo que le encomendarán en las diez hora diarias que ahí pasaba. Se sentía a gusto ahí, sin embargo a las pocas semanas comenzó para Marcelo un verdadero suplicio...., a veces le tocaba cargar con algún niño llorón, o ayudar a limpiar a los que se habían cagado, y el sentir y ver sus “culitos” le empezó a inquietar grandemente, sentía primero en sus manos una especie de “cosquilleo”, y notó que comenzaba a “acariciar” cada vez por más tiempo los “culitos” de los niños que en suerte le tocaba atender, y con el tiempo notó también que un hilo de saliva le descendía en esos momentos por sus labios.
Un día en que había limpiado más de un culo de niño lleno de mierda en su trabajo, soñó con una asadera con el carbón al rojo, humeante, y vio en su sueño una carne rosada, tierna, casi sin grasas....,pero de un olor particular, dulzón, nunca lo había sentido....,pero igualmente supo en su sueño que esa carne era un culo de niño. Despertó gritando y bañado en transpiración y supo que debía hacer algo pronto sino quería terminar arrojándose a las ruedas de un coche....,aunque después muchos pensaron que precisamente eso es lo que debió de hacer.
Con el sueldo de ese mes Marcelo acondiciono su cocina, instaló un ducto nuevo de aire, con modernos filtros, de esos “no contaminantes”, ya hacía varios días que casi no dormía, apenas cerraba sus ojos y la asadera humeante volvía a aparecer y el dulzón olor lo invadía todo, notaba ahora también mezclado en este olor el de la pimienta, el romero, y otros aliños, todos mencionados por el viejo Juan...., en su trabajo debía cada vez más contenerse de apretujar en demasía los eventuales culitos que pasaban por sus manos, transpiraba helado en aquellos instantes y le quedaba a veces una mancha fresca de saliva en el cuello de sus camisas, lograba contenerse aún, pero sabía que aquello no iba a durar mucho, ya sobrevivía a punta de una doble dosis de sus pastillas y jarras de café negro, casi no comía y adelgazaba a ojos vistas.
Por fin una noche ya no pudo pegar un ojo..., y le siguieron cinco más a esa, Marcelo encarando las cosas, se decidió y forjó un plan, eligió a una niña que recientemente había ingresado a la institución y que apenas era reconocida por los que ahí trabajaban, sabía que debían pasar algunos meses para ello, ahí todos los mocosos era casi iguales, y solo existían en los registros, y fue precisamente ahí dónde primero la hizo desaparecer Marcelo, simplemente con un corrector borró el día de su ingreso y la niña entro en el limbo antes de haber muerto. El día Viernes de aquélla semana al salir ya de su trabajo, le regalo unos dulces y le dijo que detrás del “kiosko” del patio le daría más pero que debía de hacerlo a escondidas porque sino se los quitarían, la niña a sus cuatro años era bastante inteligente y engullendo rápidamente los que les había pasado Marcelo dijo que si con su cabeza, al llegar al lugar Marcelo no tubo mayores problemas de atizarle con un martillo en la cabeza que le asentía hace unos momentos, le pego con un martillo por recordar las hazañas que le narrara el viejo Juan, luego en un bolso deportivo la niña entro perfecta y fácilmente ...,fueron muchos los niños y niñas que Marcelo saco de la institución muertos de esa forma.
Ya en su apartamento, la cortó, primero separó la cabeza del tronco y la dejo en una cazuela para que hirviera y comer luego sus sesos en vinagreta, (una de las tantas recetas de su amigo el viejo Juan), separó luego las piernas y los brazos, sus interiores fueron a parar en un frasco en la heladera, y su hígado sirvió a Marcelo para preparar un excelente “paté al estragón”, su lindo y blanco “culito” alcanzó para sacar cuatro hermosos filetes que Marcelo adobó con muchas especies y cerveza que el dejaba caer en los filetes mientras se iban asando en su recientemente instalada parrilla a carbón y que complementada con el ducto extractor, funcionó a la perfección y nada de humo se filtro en la cocina de Marcelo, y salió hacia fuera sin olor alguno por el filtrado, en una cacerola preparó unas patatas que cubrió con crema agria, una simple ensalada de lechugas con aceitunas y un buen vino tinto chileno , fueron su gran primera cena con “culitos” de niño.
Y esa noche Marcelo pudo al fin dormir a pierna suelta y encima se volvió a hartar de “culitos” de niño en sus sueños con su parrilla .....,y al fin dos años antes de jubilar, casi justo veinte años de comer aquella primera niña, a los sesenta y seis años (representaba solo cincuenta y menos) Marcelo fue detenido y posteriormente ajusticiado por comerse a una cantidad indeterminada de niños huérfanos ,pero que se llegó a estimar en unos doscientos (otros los subían a unos dos mil....,pero para el gobierno de turno esa cantidad era mucho más que “inconveniente”), a él también como a su amigo el viejo Juan, lo perdió un descuido, simplemente borró mal el nombre de un niño en el registró y después se le hecho en falta y se sospechó por aparecer emborronado, comenzaron así las sospechas hasta que en las pesquisas de la policía se encontró una prenda del niño en el bolso de deportes de Marcelo que también por descuido este olvido quemar como siempre hacía con esas cosas en su ya vieja y grasienta parrilla....., lo que la policía encontró en el departamento de Marcelo da para otra historia, por ultimo cabe agregar el titular del diario que más se destacó fue ...,”No he comprado carnes rojas en más de diez años, solo así he logrado ahorrar algo de dinero”, y de más esta decir que su despensa y heladera siempre estuvo...”llena”.
alfredoayala_r@yahoo.com
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