Pensamientos Afines V
Amado Nervo
Amado Nervo
" Ha de sobrarme la mitad del lecho,
y ha de faltarme la mitad del alma. "
y ha de faltarme la mitad del alma. "
Nuestro destino es inflexible, sí, y su inflexibilidad es el signo por excelencia de su divinidad. Un destino sesgo, poligonal, que fuese torciéndose a cada paso por efecto de nuestras plegarias, sería indigno de nuestro acatamiento y merecedor de nuestro desprecio. Dios no puede tener piedad, porque ésta supondría una regresión en la voluntad increada, algo como una rectificación, como un arrepentimiento.
Mi lógica concibe todo esto... y, sin embargo, noche a noche, llena el alma de una angustia encrespada, de los huesos, pido a Dios que me restituya a mi Ana.
¿En qué forma puede restituírmela? Ya han pasado más de dos mil años desde que Jesús dijo a Lázaro: «Ven fuera», y exclamó de la hija de Jairo: «No está muerta, es que duerme».
No hay más que dos formas de restitución: o que ella venga a mí espiritualmente, o que yo vaya a ella por el gran camino, por el camino real de la muerte. Con respecto al primer modo, centenares de miles de hombres pretenden conversar con los muertos, penetrar en el plano astral donde viven, verlos y seguirlos en sus evoluciones.
Según ellos, los muertos nos rodean. No están ausentes, sino invisibles, como dijo Hugo... Pero nosotros, a menos de tener desarrollado este sexto sentido de la visión subconsciente, de la evidencia, no podemos verlos... Acaso, como dice Maeterlinck «continúan viviendo alrededor de nosotros; pero no logran, a pesar de sus esfuerzos, hacerse reconocer ni darnos una idea de su presencia, porque no tenemos el órgano necesario para percibirlos...» Sólo los muertos pueden ver a los muertos...
Según William T. Stead, entre los muertos hay tanto escepticismo acerca de la posibilidad de comunicar con los vivos como lo hay entre los vivos acerca de la posibilidad de comunicar con los muertos. Unos y otros comprendemos que entre ambos se extiende un mar de misterio...
Sólo que los cientos de miles de hombres de que hablaba yo antes pretenden haber franqueado ese mar en una nave mágica que se llama clarividencia, visión astral, y con timoneles enigmáticos que se llaman mediums o adeptos. El propio Stead exclama «He visto, y por eso creo. He visto a mi hijo materializarse ante mis ojos...» Y el eminente Lealcater, basado en experimentos personales, nos afirma que la muerte no existe.
Ahora bien, a mí me ha sido hasta hoy negada toda videncia. Lo que cientos de miles de hombres pretenden haber visto yo no lo vi jamás. Y, sin embargo, aunque soy pequeño entre los pequeños, aunque constituyo un tipo de evolución media, difícil ha de ser hallar en el mundo un hombre que con más encarnizamiento haya tocado a la puerta de acero del misterio, que se endereza imponente en la montaña, en medio de la noche. El aldabón resuena en las tinieblas, con sonoridades pavorosas: ¡pero nadie me responde!
Todos los anhelos de mi vida han volado hacia el Arcano. He podido ser vicioso, mediocre, malo...; pero en mi espíritu ha habido siempre un aleteo, un verberar ansioso hacia lo Desconocido. Siempre he creído en Dios, no en el Dios antropomorfo de las religiones, sino en la incomprensible Causa de las causas, y ciertamente por esa fe, que si ha podido padecer eclipses, porque soy hombre no más, han sido eclipses momentáneos, yo merecería quizá que ahora, en que he perdido el único bien que tenía en la vida, la pupila interior que todos tenemos en germen se abriese y ¡por fin! mirase el más allá, el border-land de los ingleses, el plano superfísico en que vive una vida más amplia que la mía mi muerta, mi muerta adorada, que acaso revolotea en torno mío, con la angustia de que no percibo ni sus palabras de consuelo ni sus divinos besos impalpables! (1).
«Extraño espectáculo —dice «Julia» en sus Cartas—. De vuestro lado, almas llenas de angustia por los muertos; del nuestro, almas llenas de tristeza porque no pueden comunicarse con los que aman... ¿Qué podríamos hacer para unir a esas personas tristes, abrumadas de pena?»
En cierta ocasión ella me dijo: «Anoche soñé que estaba muerta y que tú llorabas sin consuelo cerca de mí cadáver. Pero yo continuaba viviendo, yo me hallaba a tu lado y te decía: ¡No llores! aquí estoy. Mírame... Sólo que tú no me mirabas y seguías llorando».
¿Será ésta, Dios mío, la maravillosa realidad presente? ¿Fue verdad su sueño? ¿Se halla a mi lado y yo no la veo, porque inexorablemente se niega a abrirse mi pupila interior?
Muerta mía, muerta mía, ¿no me ha de quedar, pues, más vehículo para comunicarme contigo que el de mi propio cuerpo, que convulsivamente se agita con mis sollozos? ¡Ven, mira con mis ojos la soledad infinitamente hosca de mi vida! Gusta con mi boca la salsedumbre de mis lágrimas. Haz el bien con mis pobres manos que se enclavijan o agitan en las tinieblas. Marcha con mis pies, en pos de todas las desgracias, para socorrerlas; conmuévete con mi corazón de todos los dolores humanos; logra que mi vida sea una continuación de la tuya... No te estorbará mi espíritu para infundir el tuyo en mi cerebro. ¿No eres por ventura más que yo mismo? ¡Realizaremos, pues, así el ensueño de dos almas en un solo cuerpo!
Swedenborg, en su tratado de las Delicias de la Sabiduría Angélica, sobre el amor conyugal, dice: «Y he aquí que en aquel instante apareció un carro que bajaba del cielo supremo o tercer cielo; en ese carro se veía un solo ángel; pero, al aproximarse, se vio que eran dos...»
Mas hablemos del segundo modo de que ella me sea restituida, que es el de ir a buscarla, por el camino real de la muerte.
Cuando yacía en su ataúd negro, rodeada de cirios, cubierta de flores, mostrando esa sonrisa prodigiosa de serenidad con que sonríen algunos muertos, yo experimenté, y lo he experimentado después con gran vehemencia, el deseo de matarme, lo que los portugueses llaman con tanto acierto «a vontade da morrer...»
Remi de Gourmont, en su libro deliciosamente escéptico, Una noche en el Luxemburgo, pone impíamente en boca de Cristo esta defensa del suicidio: «El suicidio es un monstruo que deberíamos acostumbrarnos a mirar con calma. Comparado a ciertos males físicos, a ciertos dolores, a ciertos infortunios, se nos mostraría pronto como un amigo muy feo, pero muy cordial. ¿No merece acaso los nombres más dulces? ¿No es el consolador? ¿No es la manumisión?»
Dentro de mí, alguien defendía también el acto aniquilador en parecidos términos; pero... ¡tuve miedo!, miedo de que, según tantas lecturas pretenden, mi voluntaria destrucción me apartase para siempre del objeto adorado, en cuya busca justamente quería ir.
Varias veces acaricié la «cacha» de mi browning, un verdadero juguete, construido en Bélgica, que automáticamente podía disparar en mi sien seis balas blindadas, como otras tantas llaves para abrir las puertas del au delà... ¡Pero me asustó, no la aprensión vulgar de la muerte, sino el horror de una ausencia todavía más terrible infligida por castigo, y junto a la cual nada significa este relámpago, esta ilusión, esta fantasmagoría de la vida, tras de la que Ana me aguarda, quizá, de par en par abiertos los amorosos brazos invisibles!
«¡Desgraciado —exclamó la Espírita de Téophile Gautier, estrechando contra su corazón de fantasma a Guido, que iba a suicidarse—. ¡No hagas eso! ¡No te mates por unirte a mí! ¡Tu muerte así provocada, nos separaría sin esperanza, y abriría entre nosotros abismos que millones de años no bastarían a franquear! ¡Vuelve en ti! Soporta la vida, que, por larga que sea, no dura más que la caída de un grano de arena... Para soportar el tiempo, piensa en la eternidad, en que podremos amarnos siempre».
Y he aquí cómo inveteradas ideas espiritualistas, que desde mi infancia anclaron en el alma, ahondadas por tantas lecturas, me han impedido la muerte; gracias a ellas... ¡ni puedo vivir ni puedo morir!
La Amada Inmóvil
3 Comentarios:
.... con el nuevo comentario es imposible dejar uno...
te copio lo que puse por si acaso...
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Me ha gustado mucho, imagino que porque el tema me es afín... o al menos me interesa...
A veces pienso en la suerte de tener un sexto sentido que me haga poder estar más allá de la vida normal... traspasar el umbral...
besitos grandotes...
Hola estoy leyendo tus nuevas entradas, vaya este blog no para ..
Saludos
Hola Ayshane! se que está fallando el nuevo formulario de comentarios, en varios blog pasa lo mismo. :S
Es un tema super interesante lo que decis. Creo que a todos nos gustaría esa capacidad o sensibilidad, no se si 6º sentido, pero algo como un desdoblamiento espiritual no?
Sería fantástico traspasar umbrales posibles, pero imaginate para llegar a comprender lo que hay más allá, seremos capaces?
Un abrazo
Hola Camilo!!!:D tendrás que visitarme más seguido chamigo!
Un gran abrazo
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