Cerrando los ojos hay otro camino

Cerrando los ojos hay otro camino

Sonidos que penetraron
en una fría noche inerte,
los muertos se pasean de lado a lado
buscando las notas de la muerte.
Cerré mis ojos y busque el carruaje
que lleva mi piel
a la tumba del ardor inminente.
Una luz ilumino el vacío
y la oscuridad de mi mente.
He allí la seducción
de un ángel de repente,
he allí el dolor jugando
con un beso cubierto de sangre
que a mi alma estremeció.
Pero los sonidos se cubren
con la manta de la muerte
y lentamente ellos me envuelven
llevándome y dejándome elocuente.
La oscuridad me lleva
en su humilde vuelo de suspiros.
Salvaje, perseguido, intranquilo,
así deja mi corazón sostenido
buscando otro posible camino.
Mi alma se aleja de la luz
buscando estremecerse en sus sonidos.
Mi alma busca los llantos inacabables
entre la vida y la muerte,
busca el silencio
de un vuelo sobre la luna incandescente.
Otro mundo abre sus puertas
y cada día me aleja del palacio
de las almas calientes.
Vagando por las frías calles,
descalzo, desnudo, ensangrentado,
buscando el sonido
que en mi corazón a penetrado.
La agonía busca las heridas
de este viaje infinito,
deja su marca en el silencio
de un ángel envenenado;
envenenado con la soledad
y un camino diferente.
Toda mi esencia huye de la luz
y en las tinieblas se pierde.

Oda a la oscuridad – François Ayel Sampellegrini