El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




Sangre y letras




Sangre y letras
Guillermo A. Hang

Se levanta por la mañana bien temprano para aprovechar todas las horas del día.
No hay sonrisa en su cara. Se prepara el mismo té amargo y come los bizcochos ya duros de tres días atrás. Él es feliz, pero no lo demuestra. Se lo guarda bien para sí mismo pues no ha logrado adaptarse al mundo actual, y a las personas que hay en él.
Termina el desayuno, lava las pocas vajillas usadas y se encierra en su habitación, preparado para hacer lo que hace todas las mañanas y lo que más disfruta. Se sienta en un sillón no muy cómodo y comienza...
Vanesa creía disfrutar su adolescencia como nadie. Tenía apenas dieciséis años, pero como ya no era virgen creía haberlo vivido todo. Su semana transcurría de la manera normal como para cualquier persona de su edad. No hay nada relevante para contar con respecto a cursar la secundaria. Vanesa no estaba interesada. Estudiaba sólo para las materias fáciles, pero lograba sólo eximirse en gimnasia.
Figura moldeada y bastante desarrollada. Ropas apretadas hasta el punto justo, ese que hace suspirar a los especímenes masculinos que la ven pasar. Vivía riéndose, pero sin saber muy bien por qué. De lo que sí estaba pendiente es de qué pasa con los personajes de sus reality shows favoritos. Era difícil discutir sobre ese tema con ella, dado que estaba bastante al tanto de lo que pasa en la “casa más famosa”.
Llegado el fin de semana, venía la desesperación. Debía pensar un par de horas para saber que vestimentas usar a la noche. Quizás Mariano la miraría esa noche, o Nicolás bailaría con ella, o llegaría finalmente a algo con Germán, o concretaría las cosas con Víctor. Sea como sea su mente era una confusión debido a esto y una situación no muy diferente transcurre en la mente de sus amigas.
Anocheció, y luego de cenar, se reunió con sus compañeras. Primero se pasó por la fase de precalentamiento, en la cual se critica a la chica que aún no haya llegado. Pero una vez que todas están presentes, comienza la rutina ya conocida. Se come algo en primer lugar. Luego, charlaron sobre hombres que posiblemente encuentren esa noche.
Acto seguido, practicaron bailando las canciones de última moda de la radio más escuchada. Se siguió hablando de más hombres, dado que cada una fantasea con varios.
Y finalmente, luego de maquillarse, salieron para el boliche una hora y media después, vestida cada una con la ropa de alguna amiga.
Vanesa reía y reía, pero sin saber por qué. Se sentía muy feliz a la vez que entraba a la fiesta. Una vez dentro, dieron vueltas y más vueltas, pero sin marearse, pues es una vuelta larga la que se da alrededor de la pista. Luego de unos tragos, se dispusieron a bailar en parejas, de mujeres. Vanesa reía y reía mientras bailaba desenfrenada con una de sus mejores compañeras.
De pronto, alguien se acercó y la invitó a bailar con él. Vanesa se negó, pues tenía muchas razones para no estar con él. No era alguno de los tantos chicos que le atraían y que estaba esperando ver. No era atractivo y ella creía merecer algo mejor. Prefería alguien con cara de tonto. De todas maneras, no fue eso lo que explicó a ese hombre, sino que prefirió dar una razón “más creíble”.
- Discúlpame, pero prefiero bailar con mis amigas.
El flaco se despidió sin pedir más explicación y Vanesa se rió un buen rato. Fue muy divertido ver la cara de que puso ese desconocido. Un perdedor.
Horas después, Vanesa ya no reía, pues ninguno de los varones que esperaba encontrar apareció. Igual era feliz, pues se divirtió bastante bailando en parejas. Pero ya era hora de irse a casa.
No le gustó pagar el taxi hasta su casa. Hubiera sido mejor ser traída en auto por alguien y quizás llegar a algo con ese alguien enfrente de su propia casa. Sacó la llave de su pequeña cartera, pero repentinamente alguien la derribó de un golpe. Vanesa, sin reír, cayó al piso a la vez que era pateada en las costillas por ese hombre al que rechazó para bailar.
La cara de éste era poco expresiva, pero sus ojos estaban vidriosos, rebosantes de lágrimas. Se agachó sobre ella y extrajo un cuchillo de su abrigo. Lo acercó al cuello de Vanesa y preguntó:
- ¿Cuál fue el último libro que leíste?
Probablemente algún libro del colegio. No hace falta explicar por qué Vanesa dejó de existir.
...a leer. Ese placer como no hay dos. Las páginas vuelan delante de sus ojos. Se convierte en un personaje más de la historia que lee y vive. De vez en cuando es interrumpido por algún integrante de su familia. Molesto atiende el llamado, pero luego vuelve a sentarse. Y sigue así hasta el mediodía Duele dejar el libro en sus partes más intrigantes, pero no hay opción. Almuerza y se cambia, pues debe ir a trabajar a la tarde...
- ¿A cuánto llega en quinta? – preguntó el mecánico.
- Casi a doscientos, pero no me pude ponerlo al mango en la ruta– respondió Jorge.
Autos era el tema de la charla. Jorge era un contador de gran prestigio en la ciudad.
Su calidad en el trabajo lo elevó a una posición que le permitía vivir con comodidad.
Pero en ese momento, el tema de discusión era el Rover que acababa de comprar Jorge hace dos semanas. Este lo llevó al mecánico para ponerlo bien a punto.
Aficionado al automovilismo, Jorge se olvidaba de los números los fines de semana.
El sábado pasaba tres horas y media durante la tarde dedicándose al auto. Lavarlo es un proceso muy delicado, y requería de suma atención. Luego, el domingo, lo que normalmente hacía es salir con su familia a alguna ciudad o pueblo cercano, de paseo.
En realidad, la verdadera razón para el paseo era que el auto lo precisaba. Y era un gran conductor. Rápido pero seguro.
El resto, era fácil de imaginar con sólo verlo. Jorge era una de esas personas que uno sabe que será escuchado por todos siempre que habla, como si su palabra fuera bendita.
Eso le daba, consecuentemente, gran seguridad sobre sí mismo y fue la causa principal que permitió que se encuentre donde estaba socialmente.
Viernes. Cansado de toda la semana, Jorge volvía a su casa. Aunque agotado física y mentalmente, eso no le impidió manejar a gran velocidad por las calles de la ciudad como era costumbre. Llegó a una esquina, y efectuó un rebaje, doblando aceleradamente sin poner el guiño pues nadie venía atrás. Mala opción, pues una persona estaba cruzando la calle. No exactamente en la esquina pero con prioridad de paso. Debido a esto, Jorge se vio obligado a ejercer una maniobra terrible para esquivar a ese flaco. Frenó luego, para abrir la ventanilla y gritarle:
- ¡Estúpido! ¿Por qué no miras por donde caminas?
Al llegar a su casa, y aún nervioso, bajó del auto, cerró y puso la alarma, pues si algo le pasara al auto, hubiera sido como morir. De todas maneras su vida acabaría, pues el peatón al que maldijo, apareció de la nada. No pudo entender cómo logró seguirlo, ni pudo pensar mucho más, pues una patada en sus testículos los dejaron de rodillas. El desconocido extrajo de su abrigo un cuchillo, que por un instante muy breve reflejó la luz del porche de la casa de Jorge. Miró a los ojos de su atacante, y los vio brillosos, quizá de lágrimas. Lo que sí entendió fue la pregunta que este le efectuó:
- ¿Cuál fue el último libro que leíste?
¿Un libro contable? ¿O de literatura? Lo pensó demasiado. No hace falta explicar por qué Jorge dejó de existir.
...al mismo lugar de siempre. Es un trabajo rutinario pero que le agrada. Su labor transcurre en una empresa de publicidad. Dado su carácter tímido, este trabajo es bueno para él, pues logra relacionarse socialmente con otras personas. Cuando se encuentra solo en la oficina, y no tiene tareas muy importantes por hacer, saca de su maletín un libro, una edición de bolsillo, y sigue devorando letras. Nueve horas luego, vuelve a su hogar y se prepara para esta la noche. Sus planes son simples...
Gol del equipo visitante. La tribuna del equipo local estalló en gritos y comenzaron a arrojar todo lo que sea posible al juez de línea por no haber cobrado el fuera de juego.
Hugo se encontraba en el tumulto y era uno de los miembros más bravos del grupo.
Empujó a los que no saltan y gritó obscenidades contra los policías. Es un acto que se prolongó hasta momentos después, cuando el partido culmina. Un empate fue el resultado final, pero dado que el tanto de los visitantes fue convertido sobre la hora, la pelea venidera fue inevitable.
Jugadores incluidos, puñetazos por aquí y por allá fueron los actos del nuevo espectáculo. Hugo no se quedó atrás, y siendo poseedor de un cuerpo descomunal, sus golpes eran terribles, dejando sangre luego de lanzar su puño. Avanzó a zancadas hasta la platea del equipo visitante, y se abalanzó contra un flaco que se encontraba poniéndose el abrigo, dispuesto a marcharse de la batalla. Él fue a ver un partido de fútbol, no boxeo. Pero Hugo lo tomó por los hombros y lo derribó de un rodillazo en su estómago. Peor hubiera sido la suerte del pobre individuo sino fuera porque finalmente la policía entró en acción. Gases y chorros de agua fría calmaron las fieras. Varios detenidos, incluido el pobre infeliz golpeado por Hugo. Pero éste último corrió y logró escapar.
Enojado con el resultado, Hugo volvió a su hogar, en donde los esperaban su esposa y sus hijos junto con todos sus parientes para cenar. Entró riendo, y todos corrieron a su encuentro. Un tipo fenomenal, mientras no se intentaba discutir de fútbol con él. En una oportunidad llegó a golpear a su propio hermano. Luego de eso, nunca más se habló de ese deporte en cuestión en las reuniones familiares, y Hugo iba a ver los partidos solo.
Charlaron mucho esa noche. Una cerveza tras otra acompañaron temas tales como el ascenso de Hugo, su auto nuevo, y sobre todo la enseñanza en la escuela. Hugo no fue para nada un estudiante destacado, pero sus hijos recibían bofetadas si no aprobaban alguna materia, pues nunca llegarían a ser un abogado modelo como su padre.
Fin de la reunión, y tras abrazos, los parientes volvieron a sus respectivos hogares.
Los chicos se fueron a la cama y Raquel, la esposa de Hugo, pidió a éste que sacara la basura.
Salió Hugo a la calle con la bolsa de desperdicios, pues a la mañana pasaban los hombres de la basura, y luego de tantas cervezas dudaba poder levantarse temprano. En realidad estaba un poco ebrio. Quizá eso fue lo que no le permitió ver la sombra que se acercó por detrás de él, y lo pateó en la sien justo cuando se agachaba a dejar la bolsa.
Cayó pesadamente, y cuando logró reaccionar, el flaco que había golpeado en la cancha esa tarde estaba sobre él sin dejarlo mover. Lágrimas caían por sus mejillas. De su abrigo sacó un cuchillo en apariencia bastante afilado, formulando a continuación una pregunta que Hugo, alcohol de por medio, no pudo escuchar del todo.
- ¿Cuál fue el último libro que leíste?
De nada hubiera servido que entendiera la pregunta pues no hubiera podido responderla. No hace falta explicar por qué Hugo dejó de existir.
...y no necesita de valor especial para llevarlos a cabo. Sus libros, sus mejores amigos, son la principal fuerza que precisa. Ya las lágrimas cubren sus ojos. Si bien no tiene miedo, no le gusta matar. Pero es necesario. Debe acabar con cada una de las personas que pueblan el mundo, según su opinión, aparentando una felicidad que no es tal. Solo él sabe que la felicidad está en los libros. Su vida es grata gracias a las historias que lee día a día, sean o no ficticias. Pero a veces, ciertas personas buscan herir tu corazón, porque no está permitido que seas más feliz que ellos. Esa gente basa su vida en cosas artificiales. Pero él sabe que los libros no son algo artificial. Emana vida de ellos, y piensa terminar con cada una de las personas que intentan demostrar lo contrario. Coge su cuchillo y sus guantes. Esta noche, su víctima es aquél anciano que se burló de él en la biblioteca por pasar horas dedicado a la lectura. Le demostrará que leer tiene sentido. Le demostrará que aunque sepa jugar muy bien a las cartas, hay algo más importante. Le demostrará que si no pudo sacar nada en limpio del último libro que leyó, si es que lo ha hecho, su vida no merece continuar. Y así actuará con varias personas más. Derramar la sangre de quien no sabe apreciar las letras...
Está loco.
Está loco.
¿Está loco?



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