El Aniquilamiento de la Raza Negra en Argentina
Lucas Fernandez, precursor del socialismo en el Rio de La Plata
(Fecha publicación:22/08/2002)
El primer genocidio en la Argentina y porque desapareció la nación de color.
En el siglo XIX, entre 1850 y 1870, hubo una cultura de la negritud.
El socialismo llegó al Río de la Plata mucho antes que la corriente inmigratoria de origen europeo. Fue la comunidad negra de Buenos Aires, la de los ex esclavos liberados recién con la Constitución Nacional de 1853 (en la Asamblea del Año XIII sólo se les concedió la liberación a los por nacer) quienes trajeron las primeras ideas y doctrinas del socialismo utópico, en 1858, seis años antes de la fundación en Europa de la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional) que Marx, Engels y el anarquista Miguel Bakunin impulsaron en 1864.
Un intelectual negro, Lucas Fernández, creó y dirigió el semanario El Proletario, que vio la luz el 18 de abril de 1858, el cual expresó servir los "intereses de clase", los de la "clase de color". El movimiento se llamó Democracia Negra y se frustró porque se produjo el exterminio de la comunidad negra durante los aciagos días de la epidemia de fiebre amarilla.
La izquierda argentina está en deuda con esos pioneros negros, borrados de la historia y de la memoria. Salvo un trabajo del escritor Dardo Cúneo (El Primer Periodismo Obrero y Socialista en la Argentina, Editorial La Vanguardia, Buenos Aires, 1945) no se ha tenido en cuenta aquel movimiento precursor, mucho más vigoroso y expresión de las clases oprimidas de la época, que las referencias saintsimonianas de Esteban Echeverría y Sarmiento, estudiadas por José Ingenieros en la Evolución de las ideas argentinas.
Esa experiencia y su interrupción abrupta está ligada a uno de los hechos trágicos de la historia argentina: el aniquilamiento de la raza negra, el primero de los genocidios producidos en la Argentina.
El segundo fue el de los indios, en la ya famosa Conquista del Desierto, que fue una conquista porque en realidad no era un desierto. A los aborígenes, especialmente los del Sur, se les aplicó la guerra bacteriológica mediante el envío de comerciantes a las tolderías que les entregaban mantas que habían estado en contacto con enfermos de viruela. Así fueron diezmados y luego asesinados -hombres, mujeres, niños y ancianos- por el ejército de línea.
De todas maneras no fuimos los creadores de esa anticipación vernácula del nazismo.
Los norteamericanos utilizaron ese método para la conquista del Oeste y el exterminio indígena.
Por mucho tiempo se creyó que había sido el célebre general Custer su inventor, pero nuevas investigaciones realizadas por historiadores de los Estados Unidos, según estudió David Viñas, han comprobado que ese método ya se empleaba desde fines del siglo XVIII.
El tercer genocidio fue el de los obreros -en la Patagonia de 1921- donde el Ejército reprimió las huelgas obreras y fueron fusilados cerca de mil quinientos trabajadores.
El cuarto genocidio o masacre -que apuntó especialmente a la juventud- lo hemos vivido en los años del llamado Proceso militar.
Pero el menos conocido sigue siendo el de los hombres y mujeres de color y con ellos aquella experiencia liberadora, destruida de cuajo, del primer socialismo en Buenos Aires.
El esclavismo en el Río de la Plata
La cuestión negra, es decir la del sistema de la esclavitud, estaba ligada a los comerciantes porteños, particularmente desde mediados del siglo XVIII hasta la Revolución de Mayo.
El partido esclavista era muy fuerte durante el sistema colonial español, y tuvo todavía, en los primeros años de la Independencia, una presencia política importante. Los apellidos de los esclavistas permiten advertir su continuidad con el sistema oligárquico. Algunos de esos apellidos fueron Pedro Duval, Tomás Antonio Romero, José de María, Martínez de Hoz, Narciso Irauzaga, Manuel Aguirre, Rafael Guardia, Agustín García, Martín de Alzaga, Andrés Lista, José de la Oyuela, Casimiro Necochea, Francisco del Llano, Cornet, Molino Torres, Manuel Pacheco, Ventura Marcó del Pont, Francisco Antonio Beláustegui, Jaime Llavallol, Francisco Ignacio Ugarte, Diego de Agüero, González Cazón, Juan E. Terrada, Martín de Sarratea, Tomás O'Gorman, Mateo Magariños, Antonio Soler, Domingo Belgrano Pérez, Nicolás del Acha, Miguel de Riglos, Pedro de Warnes, Domingo de Acassuso, Lezica y Torrezuri, Manuel José de Borda.
Teniendo en cuenta que en 1816, el general José de San Martín tuvo en su poder un censo de esclavos negros posibles de reclutar militarmente, y que ascendía a 400.000, la pregunta es qué pasó con esos seres humanos en estas tierras.
La esclavitud no fue totalmente abolida hasta la consagración de la Constitución Nacional de 1853, es decir, cuarenta y tres años después de haberse iniciado el proceso emancipador. Esta demora se produjo por dos razones, una, porque los negros esclavos fueron utilizados, en esa calidad, como fuerza de los ejércitos criollos; en segundo lugar, porque el partido esclavista era muy poderoso entre los comerciantes porteños.
De todas maneras, la esclavitud era incompatible con la ideología del liberalismo burgués (aunque no en la práctica de ese liberalismo).
El liberalismo revolucionario nutría a las corrientes más progresistas de la Revolución de Mayo de 1810. Por eso, en la Asamblea Constituyente de 1813 se otorgó la "libertad de vientres", es decir que quedaron libres los niños negros por nacer, pero los otros, toda la masa humana en poder de los amos, continuaron bajo el régimen de la esclavitud o en distintas formas de servidumbre.
Fueron esos negros los que nutrieron con su sangre y sacrificio a los ejércitos libertadores y San Martín reconocerá el valor de sus tropas negras y también el ambiente racista de la época ya que no logró unir los batallones negros con los de los mulatos y blancos. Los negros esclavos morirían en la lucha por la Independencia, "por separado", es decir, en riguroso "apartheid".
Sarmiento, en su obra de la vejez, Conflicto y armonía de las razas en América, recordará la epopeya negra en nuestra tierra. Esos valerosos negros murieron luchando durante el Cruce de los Andes, en la campaña sanmartiniana, en los famosos batallones (regimientos) 7º y 8º, en las batallas de Chacabuco, Maipú, Cancha Rayada, en la Campaña del Alto Perú.
El genocidio negro
El comercio de esclavos estaba relacionado principalmente con los comerciantes porteños, es decir, con el partido unitario.
El partido saladeril bonaerense, el de Rosas, Anchorena, Roxas y Patrón, Ezcurra, Terrero, carecía de ideas abolicionistas.
Los negros también poblaban la campaña bonaerense. Eran utilizados en el trabajo como siervos, especialmente por hacendados y representantes eclesiásticos. Pero los saladeriles no estaban vinculados específicamente con el tráfico de esclavos aunque los utilizaban como mano de obra servil.
Cuando Juan Manuel de Rosas asumió el poder -tampoco dio la libertad a los esclavos-, mantuvo, sin embargo, un mejor trato con los hombres y mujeres de color. Rosas mantenía estrecha relación con las capas populares y en relación con los negros, solía participar con miembros de su familia, de las fiestas en el barrio del Tambor, en Monserrat, en San Telmo y en la Recoleta (el viejo Buenos Aires). Eran los famosos candombes y marimbas.
Cuando volvieron los antirrosistas al gobierno, después de 1851, no olvidaron a esos negros que habían motivado sus fantasías de terror. La venganza llegaría años después, durante la tragedia de la fiebre amarilla y la Guerra del Paraguay, a fines de los años sesenta.
"El Proletario"
Desde luego que no se puede hablar de obreros o de proletarios en el Buenos Aires de mitad del siglo pasado.
La Primera Revolución Industrial todavía no había llegado a la producción. Pero en aquella Argentina decimonónica había capas o clases oprimidas. Junto a los criollos, el gauchaje y los indios, estaban los negros que realizaban las tareas más humildes de la ciudad o tenían los oficios más duros en el campo.
Un intelectual negro, que avizoró claramente las contradicciones políticas de su época y previó, tal vez no en la magnitud que alcanzó finalmente, la animadversión y odio de los blancos hacia sus connacionales de color, trató de impulsar una corriente de opinión ampliamente democratizadora para su época. Y lo hizo enarbolando las concepciones más progresivas de su tiempo, el utopismo social, el humanitarismo liberal, el socialismo.
Tales doctrinas, adaptadas a nuestro medio, fueron expuestas a través del periódico El Proletario que apareció el 18 de abril de 1858 para concluir su vida dos meses después, en el mes de junio.
Esa corta vida permite, sin embargo, conocer qué pensaba un núcleo de negros, cuáles eran sus ideas, sus reclamos, su visión de los acontecimientos y de la cultura general.
La publicación tenía como subtítulo "Periódico Semanal, Político, Literario y de Variedades". Estaba dirigido por Lucas Fernández y su lema era el de Por una sociedad de la clase de color.
En su primer editorial, titulado La clase de color, sostenía:
"Esta importante y preciosa porción de la sociedad porteña a que nos honramos de pertenecer, no tiene un órgano que alivie las necesidades inherentes a toda clase desvalida y pobre de un país cualquier, y que vigile por sus intereses tan importantes y valiosos como los de las clases más acomodadas y felices; y si lo tuvo, él no pudo llenar sus fines y objetivos primordiales; pero aún cuando así lo hubiera hecho no existe ya.
"En la situación actual de nuestra clase, en la precocidad de inteligencia que se nota en la generación que se levanta, ávida de ideas y saber, y sobre todo, en el estado de progreso moral en que se halla el Estado de Buenos Aires, se hace indispensable ese órgano que la estimule y fomente, ya con el ejemplo, ya propendiendo a que se la ensanche por el camino de la educación y de la ciencia, un poco estrecho hasta aquí, y no como debe ser; ayudándola a vencer los obstáculos que le oponen las rancias preocupaciones de unos, y la malevolencia de otros; preocupaciones poderosas por lo mismo que son generales y sancionadas por los siglos; a través de los cuales se han ido transmitiendo con ultraje de la justicia, de una a otra generación, hasta llegar a nosotros, y que ponen una positiva valla a la práctica de ciertas leyes que nos amparan, haciendo que no se cumplan, porque hieren, no los intereses, sino el orgullo vano y malhabido de las clases elevadas".
El movimiento Democracia Negra
El movimiento progresista de la negritud estaba dirigido, en primer lugar, a formar conciencia entre los negros bonaerenses, particularmente a los sectores alfabetos. Pero tenía, indudablemente, un mensaje hacia los blancos, de todas las clases sociales, previendo los prejuicios y el racismo latentes, salía a identificarse con formas más evolucionadas de la organización social.
Defendía en su primer manifiesto los "intereses" de las "clases desvalidas" y apuntaba a fortalecer "la inteligencia que se nota en la generación que se levanta, ávida de ideas y saber", es decir en las nuevas generaciones.
Quería que los hombres y mujeres de color se integraran a la sociedad de Buenos Aires desde sus propias raíces pero cultivando las nuevas ideas de redención social.
Es indudable que Lucas Fernández, de quien se tienen escasas referencias, no se sabe si murió durante la fiebre amarilla o cuándo ocurrió ese hecho, intentó oponerse al racismo imperante. Denunciaba la "malevolencia" y el "ultraje de la justicia" de la discriminación racial y social. Reclamaba la igualdad ante las leyes para los hombres y mujeres de color y planteaba la necesidad de la educación y el conocimiento de las ciencias como forma de liberación.
La tragedia
Resulta sorprendente cómo los historiadores han tratado el tema de la negritud.
Lo ignoran, o construyen teorías imaginarias sobre el destino de la enorme masa humana que componía ese sector de la sociedad porteña y bonaerense. Lo cierto es que los negros de la etapa colonial y de las cinco primeras décadas posteriores a la Revolución de Mayo parecen haberse esfumado.
Sin embargo hay hechos que desmienten muchas teorías incongruentes.
Si se cruza el Río de la Plata, aún hoy, a finales del siglo XX, se encontrarán barrios montevideanos habitados por personas de color. A lo largo del siglo XX, especialmente en la primera mitad, aparecieron revistas, periódicos, diarios, movimientos, como Nuestra Raza, que difundió la cultura de la negritud. A fines de los años cuarenta recibieron la visita del poeta e intelectual cubano Nicolás Guillén que fue agasajado con actos y fiestas. El movimiento negro en Montevideo estaba dirigido por Valentini Guerra.
¿Por qué en la Argentina no ocurrió lo mismo?
¿Qué pasó con los negros anteriores a los años setenta del siglo pasado?
Porque si hay entre nosotros negros, muchos de ellos pertenecen a las oleadas inmigratorias posteriores, especialmente caboverdiana, que datan de fines del siglo XIX.
¿Qué ocurrió con las generaciones anteriores?
Hay una explicación.
Cruenta como trágica.
Fueron suprimidos de manera cínica, brutal.
Durante la fiebre amarilla de 1871 (en realidad la epidemia reunió variadas enfermedades contagiosas), los barrios más castigados por el flagelo fueron los que habitaban los negros. Eran barrios desprovistos de higiene en una Vieja Aldea que carecía de toda organización sanitaria. Eran los barrios más pobres y en donde la vida era más dura. Allí se desató la tragedia alentada por el hacinamiento, la promiscuidad, la miseria, la suciedad. No eran mejores las condiciones sanitarias y de vida en los barrios blancos, pero en los que habitaban los negros, era peor por la miseria reinante.
Había llegado la hora de la venganza y en medio del horror generalizado por la epidemia que no perdonaba ni discriminaba por el color de la piel, el ejército rodeó a los barrios negros y no les permitió la emigración hacia la zona que los blancos constituyeron el Barrio Norte como producto del escape de la epidemia. Los negros quedaron en sus barrios, contra su voluntad, allí murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.
Algunos historiadores consideran que una de las zonas donde existirían esas fosas es en la Plazoleta Dorrego, en pleno San Telmo.
Es necesario investigar todavía en los informes médicos y de las organizaciones solidarias que socorrieron a las víctimas, tragedia inmortalizada por el cuadro La fiebre amarilla del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, donde el artista presenta al jefe del socorro a las víctimas, José Roque Pérez, fundador de la masonería argentina, junto al doctor Cosme Argerich, entrando en una casona en donde encuentran a una mujer muerta en el suelo y un niñito negro a su lado. Todavía, algunos otros negros, especialmente procedentes de la campaña, adonde el flagelo no había llegado, fueron reclutados compulsivamente, junto al irredento gauchaje criollo, y llevados a la guerra contra el Paraguay.
Murieron luchando en los esteros guaraníes durante la Guerra de la Triple Alianza.
En este final del siglo XX los argentinos deberíamos meditar sobre esta etapa olvidada de nuestra historia. Los historiadores, especialmente los que han dedicado su esfuerzo a la historia del movimiento obrero y social argentino, están en deuda con Lucas Fernández y el movimiento Democracia Negra, una página memorable de la lucha social en la Argentina.
Bibliografía:
"El negro en el Río de la Plata", por Ricardo Rodríguez Molas. En: Historia Integral Argentina. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, tomo 1, págs. 38-56.
"Itinerario de los negros en el Río de la Plata", por Ricardo Rodríguez Molas. En: Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 162, noviembre de 1980, tomo 29. Número especial dedicado a la cuestión de la negritud. Director: Félix Luna; Jefe de Redacción: Emilio J. Corbière.
La trata de negros. Datos para un estudio en el Río de la Plata, por Diego Luis Molinari. México, Fondo de Cultura Económica, 1944.
El primer genocidio, por Emilio J. Corbière, en "Nuestro Tiempo", en diario Tiempo Argentino.
Un testimonio sobre la esclavitud en Montevideo. La memoria de Lino Suárez Peña, por Jorge Emilio Gallardo, Idea viva, Colección El Barro y las Ideas, 1987.
El primer periodismo obrero y socialista en la Argentina, por Dardo Cúneo, Editorial La Vanguardia, Buenos Aires, 1945.
Bibliografía afroargentina, por Jorge Emilio Gallardo, Idea viva, Colección El Barro y las Ideas, 1987.
La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, 1958.
Fuente:http://www.mundorasta.com.ar/foros
(Fecha publicación:22/08/2002)
El primer genocidio en la Argentina y porque desapareció la nación de color.
En el siglo XIX, entre 1850 y 1870, hubo una cultura de la negritud.
El socialismo llegó al Río de la Plata mucho antes que la corriente inmigratoria de origen europeo. Fue la comunidad negra de Buenos Aires, la de los ex esclavos liberados recién con la Constitución Nacional de 1853 (en la Asamblea del Año XIII sólo se les concedió la liberación a los por nacer) quienes trajeron las primeras ideas y doctrinas del socialismo utópico, en 1858, seis años antes de la fundación en Europa de la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional) que Marx, Engels y el anarquista Miguel Bakunin impulsaron en 1864.
Un intelectual negro, Lucas Fernández, creó y dirigió el semanario El Proletario, que vio la luz el 18 de abril de 1858, el cual expresó servir los "intereses de clase", los de la "clase de color". El movimiento se llamó Democracia Negra y se frustró porque se produjo el exterminio de la comunidad negra durante los aciagos días de la epidemia de fiebre amarilla.
La izquierda argentina está en deuda con esos pioneros negros, borrados de la historia y de la memoria. Salvo un trabajo del escritor Dardo Cúneo (El Primer Periodismo Obrero y Socialista en la Argentina, Editorial La Vanguardia, Buenos Aires, 1945) no se ha tenido en cuenta aquel movimiento precursor, mucho más vigoroso y expresión de las clases oprimidas de la época, que las referencias saintsimonianas de Esteban Echeverría y Sarmiento, estudiadas por José Ingenieros en la Evolución de las ideas argentinas.
Esa experiencia y su interrupción abrupta está ligada a uno de los hechos trágicos de la historia argentina: el aniquilamiento de la raza negra, el primero de los genocidios producidos en la Argentina.
El segundo fue el de los indios, en la ya famosa Conquista del Desierto, que fue una conquista porque en realidad no era un desierto. A los aborígenes, especialmente los del Sur, se les aplicó la guerra bacteriológica mediante el envío de comerciantes a las tolderías que les entregaban mantas que habían estado en contacto con enfermos de viruela. Así fueron diezmados y luego asesinados -hombres, mujeres, niños y ancianos- por el ejército de línea.
De todas maneras no fuimos los creadores de esa anticipación vernácula del nazismo.
Los norteamericanos utilizaron ese método para la conquista del Oeste y el exterminio indígena.
Por mucho tiempo se creyó que había sido el célebre general Custer su inventor, pero nuevas investigaciones realizadas por historiadores de los Estados Unidos, según estudió David Viñas, han comprobado que ese método ya se empleaba desde fines del siglo XVIII.
El tercer genocidio fue el de los obreros -en la Patagonia de 1921- donde el Ejército reprimió las huelgas obreras y fueron fusilados cerca de mil quinientos trabajadores.
El cuarto genocidio o masacre -que apuntó especialmente a la juventud- lo hemos vivido en los años del llamado Proceso militar.
Pero el menos conocido sigue siendo el de los hombres y mujeres de color y con ellos aquella experiencia liberadora, destruida de cuajo, del primer socialismo en Buenos Aires.
El esclavismo en el Río de la Plata
La cuestión negra, es decir la del sistema de la esclavitud, estaba ligada a los comerciantes porteños, particularmente desde mediados del siglo XVIII hasta la Revolución de Mayo.
El partido esclavista era muy fuerte durante el sistema colonial español, y tuvo todavía, en los primeros años de la Independencia, una presencia política importante. Los apellidos de los esclavistas permiten advertir su continuidad con el sistema oligárquico. Algunos de esos apellidos fueron Pedro Duval, Tomás Antonio Romero, José de María, Martínez de Hoz, Narciso Irauzaga, Manuel Aguirre, Rafael Guardia, Agustín García, Martín de Alzaga, Andrés Lista, José de la Oyuela, Casimiro Necochea, Francisco del Llano, Cornet, Molino Torres, Manuel Pacheco, Ventura Marcó del Pont, Francisco Antonio Beláustegui, Jaime Llavallol, Francisco Ignacio Ugarte, Diego de Agüero, González Cazón, Juan E. Terrada, Martín de Sarratea, Tomás O'Gorman, Mateo Magariños, Antonio Soler, Domingo Belgrano Pérez, Nicolás del Acha, Miguel de Riglos, Pedro de Warnes, Domingo de Acassuso, Lezica y Torrezuri, Manuel José de Borda.
Teniendo en cuenta que en 1816, el general José de San Martín tuvo en su poder un censo de esclavos negros posibles de reclutar militarmente, y que ascendía a 400.000, la pregunta es qué pasó con esos seres humanos en estas tierras.
La esclavitud no fue totalmente abolida hasta la consagración de la Constitución Nacional de 1853, es decir, cuarenta y tres años después de haberse iniciado el proceso emancipador. Esta demora se produjo por dos razones, una, porque los negros esclavos fueron utilizados, en esa calidad, como fuerza de los ejércitos criollos; en segundo lugar, porque el partido esclavista era muy poderoso entre los comerciantes porteños.
De todas maneras, la esclavitud era incompatible con la ideología del liberalismo burgués (aunque no en la práctica de ese liberalismo).
El liberalismo revolucionario nutría a las corrientes más progresistas de la Revolución de Mayo de 1810. Por eso, en la Asamblea Constituyente de 1813 se otorgó la "libertad de vientres", es decir que quedaron libres los niños negros por nacer, pero los otros, toda la masa humana en poder de los amos, continuaron bajo el régimen de la esclavitud o en distintas formas de servidumbre.
Fueron esos negros los que nutrieron con su sangre y sacrificio a los ejércitos libertadores y San Martín reconocerá el valor de sus tropas negras y también el ambiente racista de la época ya que no logró unir los batallones negros con los de los mulatos y blancos. Los negros esclavos morirían en la lucha por la Independencia, "por separado", es decir, en riguroso "apartheid".
Sarmiento, en su obra de la vejez, Conflicto y armonía de las razas en América, recordará la epopeya negra en nuestra tierra. Esos valerosos negros murieron luchando durante el Cruce de los Andes, en la campaña sanmartiniana, en los famosos batallones (regimientos) 7º y 8º, en las batallas de Chacabuco, Maipú, Cancha Rayada, en la Campaña del Alto Perú.
El genocidio negro
El comercio de esclavos estaba relacionado principalmente con los comerciantes porteños, es decir, con el partido unitario.
El partido saladeril bonaerense, el de Rosas, Anchorena, Roxas y Patrón, Ezcurra, Terrero, carecía de ideas abolicionistas.
Los negros también poblaban la campaña bonaerense. Eran utilizados en el trabajo como siervos, especialmente por hacendados y representantes eclesiásticos. Pero los saladeriles no estaban vinculados específicamente con el tráfico de esclavos aunque los utilizaban como mano de obra servil.
Cuando Juan Manuel de Rosas asumió el poder -tampoco dio la libertad a los esclavos-, mantuvo, sin embargo, un mejor trato con los hombres y mujeres de color. Rosas mantenía estrecha relación con las capas populares y en relación con los negros, solía participar con miembros de su familia, de las fiestas en el barrio del Tambor, en Monserrat, en San Telmo y en la Recoleta (el viejo Buenos Aires). Eran los famosos candombes y marimbas.
Cuando volvieron los antirrosistas al gobierno, después de 1851, no olvidaron a esos negros que habían motivado sus fantasías de terror. La venganza llegaría años después, durante la tragedia de la fiebre amarilla y la Guerra del Paraguay, a fines de los años sesenta.
"El Proletario"
Desde luego que no se puede hablar de obreros o de proletarios en el Buenos Aires de mitad del siglo pasado.
La Primera Revolución Industrial todavía no había llegado a la producción. Pero en aquella Argentina decimonónica había capas o clases oprimidas. Junto a los criollos, el gauchaje y los indios, estaban los negros que realizaban las tareas más humildes de la ciudad o tenían los oficios más duros en el campo.
Un intelectual negro, que avizoró claramente las contradicciones políticas de su época y previó, tal vez no en la magnitud que alcanzó finalmente, la animadversión y odio de los blancos hacia sus connacionales de color, trató de impulsar una corriente de opinión ampliamente democratizadora para su época. Y lo hizo enarbolando las concepciones más progresivas de su tiempo, el utopismo social, el humanitarismo liberal, el socialismo.
Tales doctrinas, adaptadas a nuestro medio, fueron expuestas a través del periódico El Proletario que apareció el 18 de abril de 1858 para concluir su vida dos meses después, en el mes de junio.
Esa corta vida permite, sin embargo, conocer qué pensaba un núcleo de negros, cuáles eran sus ideas, sus reclamos, su visión de los acontecimientos y de la cultura general.
La publicación tenía como subtítulo "Periódico Semanal, Político, Literario y de Variedades". Estaba dirigido por Lucas Fernández y su lema era el de Por una sociedad de la clase de color.
En su primer editorial, titulado La clase de color, sostenía:
"Esta importante y preciosa porción de la sociedad porteña a que nos honramos de pertenecer, no tiene un órgano que alivie las necesidades inherentes a toda clase desvalida y pobre de un país cualquier, y que vigile por sus intereses tan importantes y valiosos como los de las clases más acomodadas y felices; y si lo tuvo, él no pudo llenar sus fines y objetivos primordiales; pero aún cuando así lo hubiera hecho no existe ya.
"En la situación actual de nuestra clase, en la precocidad de inteligencia que se nota en la generación que se levanta, ávida de ideas y saber, y sobre todo, en el estado de progreso moral en que se halla el Estado de Buenos Aires, se hace indispensable ese órgano que la estimule y fomente, ya con el ejemplo, ya propendiendo a que se la ensanche por el camino de la educación y de la ciencia, un poco estrecho hasta aquí, y no como debe ser; ayudándola a vencer los obstáculos que le oponen las rancias preocupaciones de unos, y la malevolencia de otros; preocupaciones poderosas por lo mismo que son generales y sancionadas por los siglos; a través de los cuales se han ido transmitiendo con ultraje de la justicia, de una a otra generación, hasta llegar a nosotros, y que ponen una positiva valla a la práctica de ciertas leyes que nos amparan, haciendo que no se cumplan, porque hieren, no los intereses, sino el orgullo vano y malhabido de las clases elevadas".
El movimiento Democracia Negra
El movimiento progresista de la negritud estaba dirigido, en primer lugar, a formar conciencia entre los negros bonaerenses, particularmente a los sectores alfabetos. Pero tenía, indudablemente, un mensaje hacia los blancos, de todas las clases sociales, previendo los prejuicios y el racismo latentes, salía a identificarse con formas más evolucionadas de la organización social.
Defendía en su primer manifiesto los "intereses" de las "clases desvalidas" y apuntaba a fortalecer "la inteligencia que se nota en la generación que se levanta, ávida de ideas y saber", es decir en las nuevas generaciones.
Quería que los hombres y mujeres de color se integraran a la sociedad de Buenos Aires desde sus propias raíces pero cultivando las nuevas ideas de redención social.
Es indudable que Lucas Fernández, de quien se tienen escasas referencias, no se sabe si murió durante la fiebre amarilla o cuándo ocurrió ese hecho, intentó oponerse al racismo imperante. Denunciaba la "malevolencia" y el "ultraje de la justicia" de la discriminación racial y social. Reclamaba la igualdad ante las leyes para los hombres y mujeres de color y planteaba la necesidad de la educación y el conocimiento de las ciencias como forma de liberación.
La tragedia
Resulta sorprendente cómo los historiadores han tratado el tema de la negritud.
Lo ignoran, o construyen teorías imaginarias sobre el destino de la enorme masa humana que componía ese sector de la sociedad porteña y bonaerense. Lo cierto es que los negros de la etapa colonial y de las cinco primeras décadas posteriores a la Revolución de Mayo parecen haberse esfumado.
Sin embargo hay hechos que desmienten muchas teorías incongruentes.
Si se cruza el Río de la Plata, aún hoy, a finales del siglo XX, se encontrarán barrios montevideanos habitados por personas de color. A lo largo del siglo XX, especialmente en la primera mitad, aparecieron revistas, periódicos, diarios, movimientos, como Nuestra Raza, que difundió la cultura de la negritud. A fines de los años cuarenta recibieron la visita del poeta e intelectual cubano Nicolás Guillén que fue agasajado con actos y fiestas. El movimiento negro en Montevideo estaba dirigido por Valentini Guerra.
¿Por qué en la Argentina no ocurrió lo mismo?
¿Qué pasó con los negros anteriores a los años setenta del siglo pasado?
Porque si hay entre nosotros negros, muchos de ellos pertenecen a las oleadas inmigratorias posteriores, especialmente caboverdiana, que datan de fines del siglo XIX.
¿Qué ocurrió con las generaciones anteriores?
Hay una explicación.
Cruenta como trágica.
Fueron suprimidos de manera cínica, brutal.
Durante la fiebre amarilla de 1871 (en realidad la epidemia reunió variadas enfermedades contagiosas), los barrios más castigados por el flagelo fueron los que habitaban los negros. Eran barrios desprovistos de higiene en una Vieja Aldea que carecía de toda organización sanitaria. Eran los barrios más pobres y en donde la vida era más dura. Allí se desató la tragedia alentada por el hacinamiento, la promiscuidad, la miseria, la suciedad. No eran mejores las condiciones sanitarias y de vida en los barrios blancos, pero en los que habitaban los negros, era peor por la miseria reinante.
Había llegado la hora de la venganza y en medio del horror generalizado por la epidemia que no perdonaba ni discriminaba por el color de la piel, el ejército rodeó a los barrios negros y no les permitió la emigración hacia la zona que los blancos constituyeron el Barrio Norte como producto del escape de la epidemia. Los negros quedaron en sus barrios, contra su voluntad, allí murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.
Algunos historiadores consideran que una de las zonas donde existirían esas fosas es en la Plazoleta Dorrego, en pleno San Telmo.
Es necesario investigar todavía en los informes médicos y de las organizaciones solidarias que socorrieron a las víctimas, tragedia inmortalizada por el cuadro La fiebre amarilla del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, donde el artista presenta al jefe del socorro a las víctimas, José Roque Pérez, fundador de la masonería argentina, junto al doctor Cosme Argerich, entrando en una casona en donde encuentran a una mujer muerta en el suelo y un niñito negro a su lado. Todavía, algunos otros negros, especialmente procedentes de la campaña, adonde el flagelo no había llegado, fueron reclutados compulsivamente, junto al irredento gauchaje criollo, y llevados a la guerra contra el Paraguay.
Murieron luchando en los esteros guaraníes durante la Guerra de la Triple Alianza.
En este final del siglo XX los argentinos deberíamos meditar sobre esta etapa olvidada de nuestra historia. Los historiadores, especialmente los que han dedicado su esfuerzo a la historia del movimiento obrero y social argentino, están en deuda con Lucas Fernández y el movimiento Democracia Negra, una página memorable de la lucha social en la Argentina.
Bibliografía:
"El negro en el Río de la Plata", por Ricardo Rodríguez Molas. En: Historia Integral Argentina. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, tomo 1, págs. 38-56.
"Itinerario de los negros en el Río de la Plata", por Ricardo Rodríguez Molas. En: Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 162, noviembre de 1980, tomo 29. Número especial dedicado a la cuestión de la negritud. Director: Félix Luna; Jefe de Redacción: Emilio J. Corbière.
La trata de negros. Datos para un estudio en el Río de la Plata, por Diego Luis Molinari. México, Fondo de Cultura Económica, 1944.
El primer genocidio, por Emilio J. Corbière, en "Nuestro Tiempo", en diario Tiempo Argentino.
Un testimonio sobre la esclavitud en Montevideo. La memoria de Lino Suárez Peña, por Jorge Emilio Gallardo, Idea viva, Colección El Barro y las Ideas, 1987.
El primer periodismo obrero y socialista en la Argentina, por Dardo Cúneo, Editorial La Vanguardia, Buenos Aires, 1945.
Bibliografía afroargentina, por Jorge Emilio Gallardo, Idea viva, Colección El Barro y las Ideas, 1987.
La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, 1958.
Fuente:http://www.mundorasta.com.ar/foros
2 Comentarios:
Muy interesante la información, soy museóloga y sufre por la rica historia de nuestros negros -que han sido ninguneados- perdiéndonos de saber, apreciar en cuanto han contribuido a nustra cultura junto con los aborígenes e inmigrantes. Atte. Mabel Esteve
Hola Mabel, bienvenida al blog!!!
tenes mucha razón, nadie habla! se perdieron en el olvido, la gran cantidad de gente de raza negra que vivía en este país y que hicieron desaparecer; es el mismo atropello que deja al olvido a nuestros aborígenes tbm.
Saludos
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