El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




Mutilación Genital Femenina


Cuando leí este artículo se me erizó la piel del horror! Incomprensible para nuestra cultura!

Mutilación Genital Femenina

Tres millones de niñas son sometidas cada año a la mutilación genital o ablación, la mayoría de ellas en África. Aunque ningún texto sagrado, como el Corán o la Biblia, prescribe mutilar a las mujeres, cada 11 segundos se practica una ablación en la Tierra.

La mutilación genital femenina (MGF) es la extirpación del clítoris con la ayuda de tijeras, cuchillos, trozos de vidrio u hojas de afeitar como utensilios de operación.


Hay tres variantes:

- Circuncisión: es la escisión del prepucio y de la punta del clítoris.

- Clitoridectomia: es la extirpación del clítoris y parte de todos los labios. Se realiza en el 80% de los casos.

- Infibulación o “circuncisión faraónica”: es la extirpación del clítoris, zonas del útero y cosido de parte de la vagina. Se cosen los laterales de la vagina en carne viva, dejando tan sólo un orificio para la orina y la menstruación. Esta práctica se aplica en el 15% de las intervenciones que se realizan en África.



Las cifras asustan. Sólo en el continente africano se cortan diariamente los genitales de unas 6.000 niñas, de edades comprendidas entre los 4 y los 10 años. Una de cada tres mujeres africanas ha sufrido la mutilación de su sexo, con lo que tenemos unos 130 millones de mujeres que no controlan ni son dueñas de su propia sexualidad.

Esta práctica se realiza en unos 40 países del globo, 28 de ellos pertenecientes a la franja subsahariana. Otros lugares son Oriente Medio (Yemen, Omán, Bahrein o los Emiratos Árabes), zonas de Indonesia, Malasia y países occidentales donde hay importantes comunidades de inmigrantes.

La tradición y la pobreza han sido las principales causas de esta práctica que viene repartiendo sufrimiento en la mayor parte de la franja subsahariana. Socialmente se supone el paso de niña a mujer; por tradición, es un signo más de purificación y limpieza. La mujer será más deseada, ya que incrementará el placer sexual de los hombres.

Además, la disminución de los deseos sexuales la mantendrá casta y virgen hasta su matrimonio y la hará dulce y sumisa, pues la libido disminuye por el dolor de la propia relación sexual.

Para la salud, la ablación puede suponer la muerte, crea dolor, heridas, colapsos y hemorragias. Las consecuencias a largo plazo, son la formación de quistes, retención de orina, disfunciones sexuales y dificultades en el parto. Psicológicamente, las mujeres mutiladas tienen sentimientos de inferioridad, ansiedad y depresión.

Fatu Sané


Este es el testimonio de Fatu Sané, en cuya familia reina el desconocimiento. Sus padres jamás pensaron en las complicaciones que esa intervención pudiera tener sobre su salud. Como la mayoría de los progenitores, siempre han vivido en la obligación de educar a sus hijas lo mejor posible, someterlas a la ablación y buscarles el marido adecuado.

A Fatu Sané la mutilaron con 6 años. A esa edad tan temprana la obligaron a recoger el secreto mejor guardado que se transmiten las mujeres en el África subsahariana. Un ritual que sólo ellas conocen y ponen en práctica.

Ninguna de las víctimas se atrevería a romper con el silencio que impone tan bárbara liturgia; conocerlo supone sentirlo en carne propia: “Al principio, nos engañaban con que aumentaba nuestra belleza, luego nos dicen la verdad, que ya no somos un problema para encontrar un esposo digno y tener muchos hijos. Y me lo encontraron. Fue un matrimonio pactado”, nos cuenta esta mujer de 21 años de edad, con la enseñanza primaria sin concluir y dos hijas, de 4 y 5 años, a las que deberá sacar adelante.

Y sacar adelante enteras, sin que nadie las toque, sin que tengan que pasar por su calvario. “Sin mutilación”, exclama a la vez que tuerce la mirada y sus enormes ojos negros se convierten en un pequeño escenario para las lágrimas.

El Fanado, como aquí se denomina a la ablación, es un día festivo para las novicias, aunque también de dolor. Pero a Fatu se lo hicieron a escondidas y con prisas; su abuela Finoka se encargó de la intervención. Utilizó el cuchillo de las hortalizas como instrumento de dolor.

La sala de operaciones se improvisó sobre la marcha y a una hora prudente, sin público, entre los tendales del patio vecinal. “Sin esos cortes, jamás la hubiese aceptado un buen marido”, repite de memoria la abuela, que baja la vista a la hora de tomar notas y que no recuerda los detalles del momento, apenas los quejidos secos de su nieta mientras ella hacía su trabajo entre las piernas

Toda la familia de Fatu Sané vive en Sao Domingos, en la región fronteriza de Cacheu, en Guinea Bissau. Todos profesan el Islam y, aunque para los problemas domésticos el Profeta está demasiado lejos, siempre han pensado que esta práctica era una obligación religiosa.

Como partera del vecindario, Finoka sólo ha conocido eso y nada más. “Algo que se aprende y no se olvida”, dice esta viuda de 76 años que ya hace un tiempo enterró el secreto. También la herramienta que mutila la sexualidad y los sueños en África.

En boca de sus nietas, la anciana reconoce haber resuelto muchas más ablaciones que partos. “Algunas de ellas, a escondidas de las madres, buscando un descuido”, asegura Fatu, que no ha vuelto a ser la misma desde el día que le transmitieron el saber de las mujeres.

“Depende de la partera, pero una extirpación del clítoris viene a durar entre 10 y 15 minutos. Todo es muy intenso. Sólo recuerdo a mi abuela sentada en mi pecho, separándome las piernas. Me quedé sin voz. Perdí el conocimiento. No es el momento en sí, más bien el sufrimiento que te queda de por vida. Siempre he pensado que las piernas están ahí para protegernos de nuestro dolor, más que para caminar”.



Fatu nos explica cómo conoce bien los pliegues de una realidad que se sigue practicando en nombre de no se sabe quién y que no sólo despoja a cada una de sus víctimas de todo deseo sexual, sino que también las confina únicamente a su función reproductora y a conocer las distintas variedades que tiene el dolor.

Los efectos psicológicos tampoco se hacen esperar. Los hay que llegan a ser espeluznantes. Aparece el pánico, el temor al roce de otro cuerpo. Dicen que no sólo se llega a sentir la sexualidad de un modo totalmente diferente, sino que, en la mayoría de casos, no se siente. Sobre todo cuando se cose el sexo de las menores con aguja e hilo, dejando apenas un orificio para la orina y la menstruación. Es lo que se llama infibulación o “circuncisión faraónica”, o lo que es lo mismo, la vagina cerrada.

Guinea Bissau está a punto de prohibir la mutilación genital femenina, pero la lucha no es fácil por la oposición frontal de los grupos tradicionales de este pequeño país, donde la expectativa de vida no va más allá de los 45 años, el 80% de las mujeres son analfabetas y más de la mitad han sido mutiladas.



La organización local Sinin Mira Nassique (Piensa en el mañana) se ha encargado de conducir la campaña contra esta práctica, adoptando la estrategia de promover una ablación genital simbólica, con todas las características tradicionales y sociales, pero sin la amputación.

Estos ritos alternativos han tenido cierto éxito en algunos países vecinos, donde ya se han legislado penas contra la práctica. La mutilación está prohibida en 16 países africanos, aunque en la mayoría de los casos los castigos previstos no se llegan a cumplir.

Tradición y pobreza siguen contribuyendo a la espiral de la práctica. En lugares donde están obligados a vivir con menos de un dólar al día, el oficio de mutilar da para vivir holgadamente.

“Hay familias senegalesas que siguen cruzando la frontera, porque aquí todavía no es un delito, y llegan a pagar hasta 30 y 40 dólares por la intervención. A mi abuela le regalaron hasta un secador para el pelo”, aclara Luzía, otra mujer que también se ha buscado un seguro de vida para su hija más pequeña. Pero, cuando apenas hay qué echar a la boca y la miseria empuja para todas partes, es difícil rechazar los extras.

La ONG española Plan Internacional, con implantación en esta zona de África y centrada en los problemas de la infancia, viene conformando diferentes talleres vocacionales, en los que se da una formación laboral alternativa a las mujeres que deciden abandonar el oficio de la mutilación.

Además, les explicamos a las madres las consecuencias sanitarias que tiene la práctica, tanto físicas como psicológicas y, sobre todo, que sus hijas no van a ser ni más ni menos por estar o no mutiladas”, dice Macarena Céspedes, responsable de comunicaciones de Plan España.

África no pregunta a sus mujeres mutiladas. Y todavía muchas de ellas siguen mutilando a sus hijas. La conducta parece responder a ciertos patrones culturales que el hombre se encarga de manejar, como el control sexual en la mujer e incluso como requisito para contraer matrimonio entre algunos grupos.

La práctica puede llegar a ser tan natural y estar tan arraigada que es como ponerle nombre al recién nacido. Es un tema cultural que responde al miedo de las madres de ver a sus hijas rechazadas socialmente. De ahí el trabajo de Plan Internacional a través de la educación y los talleres. Se está produciendo el cambio en la actitud de la mujer africana, cada vez más fundamental para el desarrollo de este continente.

Pero, mientras la mutilación siga viva, el perfil subordinado de la mujer quedará en evidencia. Hay lugares donde todavía hoy esta violación se utiliza como candado a la medida del sexo masculino. Un artilugio de abrir y cerrar. De coser y descoser sólo para mantener relaciones sexuales. “Es la más atroz de las manifestaciones de discriminación que sufre la mujer en todo el mundo, en la ley y en su vida diaria”, según ha declarado el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan.

Mientras los objetivos de Unicef persiguen erradicar la práctica como parte de los objetivos del milenio, sólo en Suiza se calcula que alrededor de 7.000 jóvenes han vivido algún tipo de ablación genital y en Estados Unidos ya se ha condenado a una inmigrante etíope por mutilar a su hija de 2 años.

La inmigración no ha hecho más que desempolvar una realidad escandalosa, una realidad que también viaja con los inmigrantes. El tiempo que habéis utilizado para leer este reportaje es el tiempo estipulado en realizar una mutilación.


Aquí Ndoungdou Macane, oficiante tradicional, ha abandonado la costumbre de la mutilación genital femenina y ahora habla en su contra

Y durante este tiempo se han mutilado los genitales de 75 niñas. Más de 6.000 criaturas a las que diariamente se les amputan los sueños y la infancia. No obstante, y según las estadísticas, cada vez son más las comunidades que vienen abandonando las prácticas y muchas más las niñas que crecerán sin ver mutilados sus sexos, como por ejemplo en Senegal, donde se ha abandonado la ablación y el matrimonio de niñas jóvenes.

Para terminar, el relato que ofreció Ayaan Hirsi Alí, una mujer que huyó de su natal Somalia en 1992 y se estableció en Holanda, llegando a ser diputada por el Parlamento. Ayaan es escritora y vive entre fuertes medidas de seguridad por sus críticas al Islam. Aquí el testimonio de cómo le practicaron la ablación:



“Recuerdo que un hombre llegó a casa. El hombre tenía unas inmensas tijeras en la mano. Mi abuela y otras mujeres me sujetaban. Aquel hombre puso su mano sobre mi sexo y empezó a pellizcarlo, como mi abuela cuando ordeñaba las cabras. Entonces las tijeras descendieron entre mis piernas y el hombre cortó mis labios interiores y el clítoris. Lo oí perfectamente. Clack. Como cuando se corta en una carnicería un pedazo de carne. El dolor que se experimenta no tiene palabras, me subía por las piernas, no dejaba de aullar, me invadió entera, un dolor imposible de explicar. Pero después de que te han mutilado, después de que notas cómo la sangre te corre por las piernas, me cosieron. Aquel señor tenía una enorme aguja sin punta y con ella remató su faena. La aguja pasaba entre mis labios externos”



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