Paradojas
Si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja ha de
ser, se me ocurre, el espejo que la historia usa para tomarnos el
pelo.
Ni el propio hijo de Dios se salvó de la paradoja. El eligió, para nacer,
un desierto subtropical donde casi nunca nieva, pero la nieve se
convirtió en un símbolo universal de la Navidad desde que Europa
decidió europear a jesús. Y para más inri, el nacimiento de jesús es,
hoy por hoy, el negocio que más dinero da a los mercaderes que
jesús había expulsado del templo.
Napoleón Bonaparte, el más francés de los franceses, no era francés.
No era ruso José Stalin, el más ruso de los rusos; y el más alemán de
los alemanes, Adolfo Hitier, había nacido en Austria. Margheríta
Sarfatti, la mujer más amada por el antisemita Mussolini, era judía.
José Carlos Mariátegui, el más marxista de los marxistas
latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios. El Che Guevara
había sido declarado completamente inepto para la vida militar por
el ejército argentino.
De manos de un escultor llamado Aleijadinho, que era el más feo de
los brasilenos, nacieron las más altas hermosuras del Brasil. Los
negros norteamericanos, los más oprimidos, crearon el Jazz, que es
la más libre de las músicas. En el encierro de una cárcel fue
concebido don Quijote, el más andante de los caballeros. Y para
colmo de paradojas, don Quijote nunca dijo su frase más célebre.
Nunca dijo: Ladran, Sancho, senal que cabalgamos.
« Te noto nerviosa», dice el histérico. «Te odio», dice la enamorada.
«No habrá devaluación», dice, en vísperas de la devaluación, el ministro de Economía. «Los militares respetan la Constitución», dice,
en vísperas del golpe de Estado, el ministro de Defensa.
En su guerra contra la revolución sandinista, el gobierno de los
Estados Unidos coincidía, paradójicamente, con el Partido
Comunista de Nicaragua. Y paradójicas habían sido, al fin y al cabo,
las barricadas sandinistas durante la dictadura de Somoza: las
barricadas, que cerraban la calle, abrían el camino.
Eduardo Galeano; El Libro de Los Abrazos
Si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja ha de
ser, se me ocurre, el espejo que la historia usa para tomarnos el
pelo.
Ni el propio hijo de Dios se salvó de la paradoja. El eligió, para nacer,
un desierto subtropical donde casi nunca nieva, pero la nieve se
convirtió en un símbolo universal de la Navidad desde que Europa
decidió europear a jesús. Y para más inri, el nacimiento de jesús es,
hoy por hoy, el negocio que más dinero da a los mercaderes que
jesús había expulsado del templo.
Napoleón Bonaparte, el más francés de los franceses, no era francés.
No era ruso José Stalin, el más ruso de los rusos; y el más alemán de
los alemanes, Adolfo Hitier, había nacido en Austria. Margheríta
Sarfatti, la mujer más amada por el antisemita Mussolini, era judía.
José Carlos Mariátegui, el más marxista de los marxistas
latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios. El Che Guevara
había sido declarado completamente inepto para la vida militar por
el ejército argentino.
De manos de un escultor llamado Aleijadinho, que era el más feo de
los brasilenos, nacieron las más altas hermosuras del Brasil. Los
negros norteamericanos, los más oprimidos, crearon el Jazz, que es
la más libre de las músicas. En el encierro de una cárcel fue
concebido don Quijote, el más andante de los caballeros. Y para
colmo de paradojas, don Quijote nunca dijo su frase más célebre.
Nunca dijo: Ladran, Sancho, senal que cabalgamos.
« Te noto nerviosa», dice el histérico. «Te odio», dice la enamorada.
«No habrá devaluación», dice, en vísperas de la devaluación, el ministro de Economía. «Los militares respetan la Constitución», dice,
en vísperas del golpe de Estado, el ministro de Defensa.
En su guerra contra la revolución sandinista, el gobierno de los
Estados Unidos coincidía, paradójicamente, con el Partido
Comunista de Nicaragua. Y paradójicas habían sido, al fin y al cabo,
las barricadas sandinistas durante la dictadura de Somoza: las
barricadas, que cerraban la calle, abrían el camino.
Eduardo Galeano; El Libro de Los Abrazos
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