Niebla
Dentro de unos escasos minutos se haría de noche y él vendría.
La tarde se me había hecho eterna y cuando el sol se ocultó en el horizonte mi corazón palpitó con fuerza, ¡le necesitaba!.
Todas las tardes al ponerse el sol, aparecía de manera misteriosa y me hablaba con gran ternura hasta cerca de las doce.
Siempre envuelto en niebla. Le preguntaba con frecuencia por qué se iba siempre a la misma hora y él me miraba fíjamente y me decía que si estaba preparada le podría acompañar, entonces me observaba con más intensidad todavía y yo le rehuía la vista y le decía siempre que aún no estaba segura. ¡ Pero esta noche sí lo estaba! Yo le necesitaba, le amaba, tenía que estar junto a él por la eternidad y sabía que él también me amaba aunque su amor no pudiese ser como el de los humanos.
Una ráfaga de viento helado hizo que de un respingo me apartara de la ventana, una niebla blanca y densa empezó a entrar por la ventana y en menos de un minuto llenó la habitación. No podía ver nada a mi alrededor; de pronto, la niebla empezó a desvanecerse y pude entrever una sombra alta y delgada entre la niebla.
Era él.
Me sentí impulsada a abrazarle, pero él adelantándose a mi deseo me abrazó con gran ternura.
Una vez que la niebla se disipó le pude ver por primera vez al completo. La luna le reflejaba su su pálida cara de finos rasgos, sus cabellos eran de un negro tan intenso que no producían reflejo alguno y sus ojos, de una mirada profunda que reflejaba amor y ternura a la vez que dureza y crueldad.
Allí entre sus brazos sentí que el tiempo se detenía y que eramos los únicos seres del mundo.
La noche transcurrió con más rápidez que nunca; faltaban unos minutos para las doce de la noche y él me seguía hablando con gran ternura, fue entonces cuando me besó. Fue un beso largo y profundo que hizo que una oleada de frío intenso recorriese mi cuerpo.
"Ven amor mío, y pasa a mi lado la eternidad, acepta el regalo eterno que te doy, muestra de mi amor a ti."
No me pude negar y le respondí que sí devolviéndole el beso, un beso inocente en el que le entregaba mi voluntad y también mi alma.
Clavó sus sus blancos y afilados colmillos en mi cuello. No sentí dolor. Después se hirió en la muñeca y me dió a beber de la sangre que me concedería la vida eterna, una vida que compartiríamos juntos.
La niebla volvió a llenar la habitación. "Ahora estarás conmigo eternamente y te mostraré los grandes secretos de la humanidad ocultos a través de los siglos. Ven." Me tomó de la mano y desaparecimos confundiéndonos entre la niebla.
Ahora estamos juntos y resistimos al paso de los siglos porque no sólo nos une la inmortalidad sino también el amor y eso es más fuerte que el paso del tiempo.
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