El sueño…
el sueño es el hermano de la muerte.
Así que túmbate bajo este esqueleto en la frialdad de la tumba.
Permite que el abrazo de sus muertos brazos
te mantenga totalmente a salvo y dormido.
Enterrado en un sueño…
silenciosamente….
Para siempre bajo tierra




El Vampiro V





El Vampiro
Master Hellcat



5. Preparativos.

Los años siguientes fueron tranquilos, hasta el punto de instalarnos en una cómoda rutina nocturna. Noche tras noche, nos levantábamos de nuestros sarcófagos sedientos de sangre, cazábamos alguna presa y, a continuación, recorríamos la ciudad disfrutando de los placeres que nos ofrecía la noche. Asistíamos a alguna fiesta nocturna en alguno de los múltiples palacios de la ciudad, o bien íbamos al Noviciado, donde podíamos divertirnos con Kirios y Annel.
Después, al retornar a nuestro hogar, Isabelle y yo hacíamos el amor una y otra vez hasta que las primeras luces del alba nos empujaban a refugiarnos en nuestros sarcófagos de nuevo.
Aún hoy en día mi cuerpo se estremece de placer al recordar el contacto de nuestra piel, mis manos acariciando sus senos. Sus gemidos y mi nombre susurrado por sus labios, llenando mi mente. Jamás conocí mujer, mortal o inmortal, como Isabelle.

Con el transcurso del tiempo, mis poderes iban aumentando. Tras más de tres siglos de inmortalidad, podía medirme ya en igualdad de condiciones casi con cualquier vampiro. Practicaba a menudo con Isabelle. Tanto la lectura de mentes y la telepatía, como la fuerza física, eran poderes comunes a todo vampiro. Sin embargo, existían otros poderes que sólo dominaban ciertos grupos de vampiros, sobre todo si esos grupos estaban relacionados por vínculos de sangre, tal y como ocurría con Isabelle y conmigo.
Nuestro poder más remarcable era la prodigiosa velocidad a la que podíamos desplazarnos. Junto con nuestra gran capacidad para dar saltos y trepar por paredes, podíamos dar la sensación casi de poder volar. Isabelle había heredado este poder de Nafir. Y yo, a mi vez, lo había heredado de ella.
Pero, ¿qué otros poderes existían? Isabelle solía explicarme que había vampiros capaces de volverse prácticamente transparentes. Estos se habían esforzado en desarrollar también la capacidad para levantar barreras mentales de forma que no pudiera detectarse su presencia. De ese modo eran, a todos los efectos, invisibles. Otros –lo había podido comprobar por mí mismo durante la primera reunión del Consejo a la que asistí- podían mover objetos con la mente. Incluso se decía que había algunos capaces de adoptar figuras animales… En definitiva, el abanico de poderes era muy amplio.

En todo ese tiempo también asistimos a varias reuniones del Consejo. Desde la primera, todas habían transcurrido en calma. Sin embargo, un día, al salir de una de ellas, Taiel nos hizo una seña para que le esperásemos en su despacho.
Mientras nos dirigíamos hacia allí, le expresé a Isabelle mi extrañeza por la situación.
“¿Qué querrá decirnos?”.
Isabelle suspiró.
“Creo saberlo”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Arlén”.
“¿Arlén? ¿Qué tiene ella que ver?”.
“Esaú, temo que Arlén esté preparándose para una guerra”.
“¿Una guerra? ¿Pero cómo puede ser? Desde el Consejo en el que me presentaste no hemos tenido ningún problema. Todo ha transcurrido con normalidad”.
“Precisamente. Conozco a Arlén. Tratándose de ella, la calma es la peor de las señales. Temo que durante estos años se haya dedicado a captar adeptos para su causa”.
“¿Con el fin de destruirnos?”
“Con el fin de destruir todo lo que tenga que ver con Nafir”.
“Entonces, ¿crees que deberemos enfrentarnos a ella?”.
“Me temo que tarde o temprano no nos quedará otro remedio”.
“Bien, pues demos nosotros el primer paso. Acabemos con ella antes de que empiece la guerra”.
“No”.
“¿No? ¿Por qué no? La cogeríamos por sorpresa. Ella no espera que demos el primer paso”.
“Esaú, tú no lo entiendes… yo no daré el primer paso… no esta vez”.
“¿Esta vez?”.
Isabelle suspiró.
“Hay algo que no te he contado… La otra vez, en la guerra…”
“Espera. Me contaste que la guerra la provocó Arlén ¿Acaso no es así?”.
“Sí, sí, fue Arlén. Pero… la primera en atacar fui yo”. Calló durante unos instantes y me miró con sus preciosos ojos. Luego continuó hablando. “Cuando tuvimos la certeza de que la guerra era inevitable yo le dije a Nafir que debíamos atacar primero. Él se opuso. Dijo que no quería ser recordado como aquél que empezó una guerra –la única que ha habido hasta ahora- entre vampiros. Yo le presioné. Él respondió que esperaríamos… y yo le desobedecí”.
“¿Hiciste eso?”.
Isabelle asintió. “Arlén ya era por aquel entonces una vampiresa muy poderosa. Y yo tenía miedo por Nafir. Por supuesto, sus poderes también eran impresionantes, pero yo no quería que corriera ningún peligro. Sabía que no podría acceder a Arlén puesto que estaría rodeada de una guardia que la protegería. Eso sin tener en cuenta que mis poderes, por aquel entonces, no podían compararse a los suyos. Pero sí podía dar caza a alguno de sus adeptos y debilitar su facción. Y eso es lo que hice. Una noche salí en busca de ellos… y maté a dos. Fue una imprudencia y una temeridad por mi parte… y dio la excusa a Arlén para legitimar la guerra”.
“Pero ganasteis, ¿no es así?”.
“Oh, sí, ganamos. Claro que ganamos”. Isabelle sonrió amargamente. “Pero desde entonces no dejo de pensar que quizá, y sólo quizá, aún había alguna posibilidad de evitar la guerra. Y que mi acto lo impidió y nos lanzó hacia una carnicería”.
Isabelle calló y yo permanecí meditando unos segundos. ¿Isabelle entristecida por haber causado una guerra? Podía entenderlo hasta cierto punto pero… ¡era Isabelle! No podía ser que aquello le hubiera afectado tanto. Sobre todo teniendo en cuenta que ella misma me había dicho que la guerra era ya inevitable cuando ella destruyó a aquellos dos vampiros. Había algo más.
“Hay más, ¿no es cierto? No creo que estés así porque causaras la guerra. Hay algo más que te atormenta y que es la verdadera razón de que te arrepientas de lo que hiciste”.
“Veo que tu agilidad mental crece pareja a tus poderes”, dijo, sonriendo. “Es cierto que hay algo más…”.
“Y tiene que ver con Nafir”, la interrumpí.
Ella asintió.
“¿Crees que Nafir te abandonó por eso? ¿Por no haberle obedecido? ¿Por haber dado el primer paso a pesar de su deseo de dejar que Arlén atacara en primer lugar?”.
“Creo que le decepcioné. Que no estuve a su altura. Y por eso se fue de mi lado. Me repudió”.
Moví la cabeza para señalarle que no estaba de acuerdo con ella. “Eso no puedes asegurarlo. Después de tanto tiempo habiendo estado con él no creo que se hubiera ido sin haberte dicho nada. El te amaba, ¿no es así?”.
“Sí, me amaba”.
“Entonces no creo que se fuera por ello. No le decepcionaste. Simplemente se fue por alguna otra razón que desconoces”.
“Esaú”, Isabelle me miró fijamente a los ojos, “no repitas la historia. No des el primer paso. El recuerdo seria demasiado doloroso”.
“Si lo hiciera, ¿me abandonarías tú?”, pregunté, alarmado.
Ella me acarició la mejilla con el dorso de la mano. “No”.
Cogí su mano con la mía y la apreté contra mí. “Eres mi creadora y mi amante. No quiero decepcionarte. No daré el primer paso”.
Isabelle sonrió de nuevo. “Gracias, Esaú”.

Cuando Taiel llegó, quedó claro que, fuera lo que fuera lo que nos iba a decir, era un asunto serio, puesto que su semblante distaba mucho de reflejar la jovialidad con la que siempre nos recibía y que le había hecho popular entre los vampiros de Constantinopla.
“Perdonad que os haya hecho esperar, pero me temo que tengo malas noticias. No sé cómo decirlo…”.
“Continúa. Creo que sé a qué te refieres”, dijo Isabelle.
“Hace ya tiempo que oigo rumores de que Arlén está preparándose para…”.
“¿Atacarnos a Esaú y a mí?”.
“Eso me temo. No os había dicho nada antes para no alarmaros sin necesidad. Pero he estado indagando y me consta que los rumores son ciertos”.
“Es lo que pensaba yo. Demasiada calma durante todo este tiempo”.
Dirigiéndose aún a Isabelle, Taiel le preguntó “¿Te ves con fuerzas?”
“Puedes hablar libremente. Mientras veníamos hacia tu despacho le he contado a Esaú lo que sucedió en la anterior guerra”.
“Ya sabes que yo nunca te he reprochado nada. Y muchos otros piensan como yo. Tu reacción fue perfectamente lógica. Aunque no hubieras hecho nada, la guerra era inevitable. Y, por desgracia, creo que esta vez también lo es”.
“Ojalá hubiera alguna forma de arreglar esto e impedirla”.
“Pero vosotros sois vampiros muy poderosos”, intervine yo. “¿Por qué dudáis?”.
“Dudamos porque estuvimos en la anterior guerra y no deseamos otra”.
“Yo también he estado en guerras, y digo que luchemos”.
Isabelle movió la cabeza. “No es lo mismo, Esaú. Para nosotros, los vampiros, la muerte significa algo muy distinto a lo que puede significar para los mortales”.
“No te entiendo”.
“Los vampiros somos una aberración en el orden natural de las cosas. No deberíamos existir, puesto que estamos al margen de todo y todos. Los mortales viven con la esperanza de la existencia de una vida tras la muerte. Pero, ¿qué esperanza nos queda a nosotros? Para los vampiros la perspectiva de la muerte es aún más terrible que para los mortales, pues tras haber vivido tanto tiempo y haber saboreado las sensaciones que nos proporciona nuestra naturaleza vampírica, la idea de vernos reducidos a la nada es una idea terrible”.
“Comprendo lo que dices y comparto tu opinión. Pero si la guerra es inminente, entonces todas esas consideraciones quedan fuera de lugar. Si no podemos evitar la guerra, luchemos para ganar y conservar nuestra inmortalidad”.
“Me temo”, dijo Taiel, “que es lo que tendremos que hacer”.
La reunión tocó a su fin tras acordar que, tanto Taiel como Isabelle, comenzarían a entrevistarse con aquellos vampiros que prestaron su ayuda a Isabelle en la anterior guerra o con cualquier otro que tuviera alguna cuenta pendiente con Arlén para comunicarles la situación.

A partir de ese día, nuestras salidas nocturnas perdieron la mayor parte de su componente lúdico y se centraron en la tarea que teníamos por delante: captar al mayor número posible de vampiros que quisiera unirse a nosotros para enfrentarse a Arlén y sus seguidores.
Visitamos a muchos vampiros. Algunos antiguos como el tiempo y otros más jóvenes. Pero todos más o menos convencidos de que, de algún modo, era necesario detener de una vez a Arlén. Dos guerras eran demasiado. Además, una guerra vampírica siempre ponía de manifiesto el peligro de que los mortales descubrieran nuestra existencia puesto que era imposible no dejar pistas. Y todos sabíamos que, en caso de ser descubiertos por los mortales, estaríamos irremediablemente perdidos.

Hellcat



Continuará...

6 Comentarios:

George ...

yo solo estoy esperando que se complete la saga para leer completa la historia.
saludos.

kaisser ...

Se adentra uno en la batalla, en el amor de Isbelle y Esaú y en la inmortalidad vampírica... suculenta historia LuzdeLuna.

Un abrazo

Gittana ...

lUZ! LUZ! LUZ! LUZ! ME PERDI LOS OTROS CAPITULOS... YA NO ENTENDI!!!! COMO LE HAGO PARA VER LOS DOS PRIMEROS?????

Emerald ...

Hola George, no falta mucho! :D
Saludos


Kaisser, suculenta historia como decís, pero cuando termine nos quedará el sabor a poco, deseando que el relato continúe.
Un abrazo

Emerald ...

:D Gittana, anteriores a este hay 4 capítulos, mirá allá -----------> donde dice "arcón", ese es el archivo del blog, buscá el vampiro I y ahi comienza la historia.
Un abrazo

Anónimo ...

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